La reglamentación del DNU 70/2023 impulsado por el presidente Javier Milei modifica las reglas de juego de la producción de yerba mate en las provincias de Corrientes y Misiones, afectando a todos los actores que intervienen en la industria. Se ven afectados los pequeños y medianos productores organizados en cooperativas, los cosecheros, los molinos y, fundamentalmente, el Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM), al modificar el grado de intervención para regular la actividad productiva regional.
Conformación de la agroindustria yerbatera
A partir del año 1926, el Estado Nacional promueve la colonización en función de la producción de yerba mate, específicamente. Eso explica el paisaje que tiene hoy la provincia de Misiones -que en ese entonces era todavía territorio nacional- y la configuración de estas unidades de veinticinco hectáreas de los denominados productores y productoras de yerba mate como colonos.
En 1935, se crea la Comisión Reguladora de la Yerba Mate y el Estado Nacional regulariza la fase productiva, con la cosecha y las plantaciones; y la fase comercial con el mercado consignatario de la yerba mate. Tuvo sus vaivenes, en contextos más favorables para el pequeño y medio productor, y en momentos adversos, vinculados a la interrupción democrática de las dictaduras cívico militares en las que sufrieron severas consecuencias; sobre todo, los productores más combativos, que en la década del setenta se nuclearon en el denominado Movimiento Agrario de Misiones.
Con el retorno de la democracia, se interviene esta Comisión Reguladora y a partir de allí empiezan las críticas hacia el funcionamiento de la entidad, que derivaron en 1991 en el decreto de regularización de Carlos Menem, que elimina finalmente a la Comisión. Aquí se establece el libre mercado como regla de juego, lo cual en los primeros cinco años no afectó severamente la producción porque había un stock de materia prima importante.
En un principio, tampoco afectó a los precios, pero sí se empezó a notar un proceso de segmentación en el sector molinero, con el que se incrementa constantemente la diferencia entre el precio de venta en góndola y el precio que se le paga al productor.
El rol del Instituto Nacional de la Yerba Mate
Para entender el impacto del DNU sobre la actividad de la yerba mate en la República Argentina -cuya zona productora es la provincia de Misiones y el norte de la provincia de Corrientes-, es necesario fijar la mirada en el rol del INYM, que es un ente autárquico que se crea en el año 2002 como resultado de un movimiento de productores que en 2001 se movilizó desde sus chacras hacia Posadas, capital de Misiones, bregando para que el Estado vuelva a actuar como contralor en la actividad.
A partir de entonces, el INYM tiene varias funciones; entre ellas, fijar el precio de la hoja verde y de la yerba mate cancha, que es la que recibe el primer proceso de secado previo a la molienda y a la posterior industrialización. Ese es su rol principal, pero también entre sus funciones están el establecer determinados parámetros para la actividad. Debate que se resuelve dentro del Directorio, que está integrado por representantes de la producción, de la industria, y de ambos gobiernos provinciales.
Es decir, involucra todas las partes comprometidas en la agroindustria. Lo que se pretende con el DNU es garantizar la ley de la oferta y demanda lo que implica que el precio lo fije el mercado, quitándole al INYM el tener que fijar un precio mínimo.
Hay que tener en cuenta cómo se configura esta industria, que funciona en la práctica como un oligopsonio que tiene en su mayoría a los pequeños productores yerbateros. Más de diez mil específicamente son pequeños y medianos productores en la provincia de Misiones. Un pequeño productor tiene aproximadamente diez hectáreas, y va a quedar librado a la voluntad del mercado, la cual ya tiene un grado de concentración importante como resultado de un proceso que deviene de la década del noventa cuando cambiaron las reglas de juego.
Lo que provocó aquel proceso de liberalización fue una relación de asimetría en favor de los grandes molineros. A partir de entonces, se configura un nuevo escenario yerbatero donde entre diez y doce molinos concentran el ochenta por ciento de la yerba que se comercializa en toda la República Argentina. Y también son los máximos beneficiarios del sector exportación, lo cual es otro punto a tener en cuenta. Recién con la movilización de pequeños y medianos productores autoconvocados se vuelven a modificar las reglas de juego, con la creación del INYM que tiene vigencia hasta la actualidad y que hay que ver qué suerte le corresponde en el contexto actual del DNU vigente.
Envasada en su propia tierra
Un punto complementario a tener en cuenta es la adaptación de Ley de Envasado en Origen, que establecería que la producción de la yerba mate que circula en la República Argentina tenga justamente la característica de envasado en origen. Lo que sí se encuentra vigente es un Certificado de Indicación Geográfica aprobada por la Secretaría de Agregado de Valor en el 2016.
Naturalizar que no se envase en origen, continua en esta lógica desregulatoria que favorece al sector molinero dado que puede adquirir yerba mate en la región productora e industrializar en molinos ubicados en otros puntos del país, como ser las provincias de Córdoba o Santa Fe. Una de las empresas que ha operado por fuera de la región productora de yerba mate es Molinos Río de la Plata, que produce las marcas “Cruz de Malta” y “Nobleza Gaucha” para la Argentina y “Salus” para el Uruguay.
Mucho más que una industria regional
A partir de 2003, la Yerba Mate adquiere el rótulo de “Infusión Nacional” por una ley declarada por el Congreso. Con lo cual también adquiere una connotación cultural dentro de la sociedad argentina. Es imposible, entonces, disociar la actividad yerbatera de las cuestiones culturales. La costumbre de compartir el mate nos permite comprender a la actividad yerbatera como una gran familia en la que no se pueden tapar los conflictos que hay hacia el interior de la actividad.
Son estos conflictos los que se manifiestan con mayor fuerza sí emerge nuevamente la resistencia del sector de los pequeños y medianos productores, lo cual demuestra que con la liberalización del mercado hay diferencias sustanciales entre los distintos sectores. Claramente hay ganadores y perdedores. Y la historia ha demostrado que la ley del mercado ha favorecido sustancialmente al grupo concentrado y ha desfavorecido a los pequeños y medianos productores.
Las consecuencias del DNU en el precio
En noviembre de 2023, el precio de la hoja verde estaba $ 169,36 el kilo, y para producir un kilo de yerba mate empaquetado se requieren tres kilos de hoja verde. A su vez, el precio de yerba canchada estaba $ 643,57 el kilo. Vale aclarar que para producir un kilo de yerba elaborada se requieren casi 3 kilos de hoja verde (por el proceso de deshidratación que sufren las hojas durante el secado).
Con todo, la diferencia entre el precio pagado al productor y el precio final en góndola oscila en 400%. Para analizar estos números hay que tener en cuenta la parte impositiva que también impacta en la realidad de los pequeños y medianos productores. Eliminar el rol del INYM en la fijación de precios mínimos, implica en el corto plazo una consolidación de esta diferencia ya instalada y la ampliación de la misma en el mediano plazo.
Además, existen otras disposiciones que también aborda el INYM que están en vigencia y tendrían un impacto considerable en los precios, como por ejemplo el que no se puedan aumentar más de cinco hectáreas el número de plantaciones; justamente, para tratar de mantener cierto stock del mercado interno y cubrir el mercado externo. Si nosotros imaginamos que alguien pueda plantar lo que quiera, obviamente va a haber una mayor cantidad de stock de hoja verde que puede provocar la disminución del precio de venta de los pequeños productores. Porque los grandes productores tienen cierta espalda para sostenerse con un precio inferior en el exceso de oferta.
Otro de los de los inconvenientes que atraviesa el sector involucra a los cosecheros, que en la región se conocen como «tareferos» y «tareferas»; es la mano de obra asalariada que trabajan a veces en condiciones muy desfavorables. La regulación de la famosa mano invisible del mercado difícilmente los beneficie cuando haga que toda la cadena de producción se reacomode.
Cooperativas yerbateras de pequeños y medianos productores
Los pequeños y medianos productores de yerba mate están ubicados en un 15% en la provincia de Corrientes y en un 85% en la provincia de Misiones. Están organizados en cooperativas yerbateras desde principios del siglo XX. La primera experiencia es la Cooperativa Agrícola de la Colonia Liebig Ltda., que todavía produce y comercializa la Yerba Mate “Playadito”. Estas cooperativas fueron modificando su estructura el contexto político económico y adecuándose a los distintos modelos de acumulación de capital.
Cumplen un rol fundamental, ya que garantizan la recepción de hoja verde y la posterior molienda y, en algunos casos, también la comercialización. Digo en algunos casos porque no todas las cooperativas aun contando con molino propio, logran imponer una marca en el mercado. En los casos que tienen una marca, ocupa una zona muy limitada dentro de la provincia de Misiones o incluso en alguna localidad donde se encuentra radicada la cooperativa. En muy pocos casos, ocupan góndolas de las principales cadenas de supermercado, donde los consumidores compramos yerba mate proveniente de los grandes molinos.
Las pocas cooperativas que han logrado instalarse en el mercado son de un tamaño considerable, porque han adoptado un cierto modelo empresarial. Pero si volvemos a las pequeñas medianas cooperativas que son la mayoría, cumplen un rol fundamental para la persistencia de estos productores en la agroindustria yerbatera. Sin las cooperativas, hubiese sido poco probable que el pequeño y mediano productor pueda persistir y resistir.
Es imposible que un pequeño y mediano productor pueda competir directamente con el sector concentrado de los grupos molineros, que a su vez también establecen la agenda de comercialización. Porque el INYM establece el precio de la hoja verde y de la yerba cancha, pero no así de la yerba que se comercializa en el mercado; entonces, tendríamos que preguntarnos quiénes establecen esos precios y comprender cuáles serán las consecuencias para las cooperativas de retornar a la forma de libre mercado.
Desde hace un tiempo existen experiencias de producción asociativa y cooperativa que circula por otros canales; léase ferias francas, que en la provincia de Misiones tienen una aceptación muy importante en la comunidad y en la sociedad, y en otros puntos de la Argentina, a través de los denominados mercados solidarios. Es decir, que no compiten directamente en una góndola de un gran supermercado, sino que apuntan a otro público.
Las cooperativas en algunos casos subsidian parte de la producción para ampliar su capacidad de incidencia en nuevos mercados alternativos. Pero también elaboran en otros casos un producto denominado premium, con dos años de estacionamiento. Buscan alternativas para resistir y persistir. Sin esta resistencia, los pequeños productores estarían condenados a desaparecer.
Y utilizo esta palabra tan severa porque estos términos fueron utilizados por uno de los planes estratégicos del sector yerbatero que apuntaba a que los pequeños y medianos productores tenían que generar estrategias. Nuevamente, emerge esta necesidad y otra vez son ellos lo que deben reacondicionarse, adaptarse y reinsertarse a través de sus cooperativas, frente a las reglas del mercado que trae en esta oportunidad el DNU 70/2023 del Poder Ejecutivo de la Nación.
*Lisandro Rodríguez
Es licenciado en Historia, doctor en Ciencias Sociales y Humanas, docente de la UNaM e investigador del CONICET. Especialista en la industria yerbatera cooperativa, publicó en 2018 «Yerba mate y cooperativismo en la Argentina. Sujetos sociales y acción colectiva en el NEA (1936-2002)».