La canción está construida sobre un sólo tono que martilla con obstinación eléctrica, como una picana. La letra dice: “Yo te vi la bombachita con esvásticas/Te la dio tu papi/Yo lo vi/También lo vi a Cozzani y Etchecolatz”. El título es “V.V.”. El tema, dedicado a la vicepresidenta de la Nación, es el track #6 de No hagas que me arrepienta, el tercer disco de Winona Riders, la banda que vino del oeste con el pulso narcótico de un rock potente, filoso y muy volador y que el próximo 9 de mayo desembarca en Obras.
La música los juntó. En 2018 armaron la banda. Superaron la pandemia fortalecidos. Siguieron tocando y tocando. En 2023 abrieron para The Brian Jonestown Massacre, sus más grandes referentes. Sacaron su primer disco de estudio, después otro y después otro más. Fueron portada de la Rolling Stone de febrero de este año y ahora van a tocar en Obras. Si lo escribe un guionista de Hollywood, le bochan el proyecto por retratar una historia demasiado perfecta.
“Para mí, el éxito es estar tocando arriba de un escenario con mis amigos. Y encima ser la banda que queremos ser, con la música que queremos hacer y la estética que queremos tener”, responde Ricardo Morales a propósito de esa entelequia que hoy para tantos está representada por la plata, las propiedades, los objetos de lujo. “Tener la seguridad de hacer las cosas a nuestra manera y coincidir los cinco con un punto de vista y un mismo norte, eso es tener éxito para nosotros”, refuerza Gabriel Torres Carbajal. El diálogo con Tiempo se desarrolla en un bar/disquería en Villa Crespo. Un rato después, se sumará a la charla Ariel Mirabal Negreli. Él y Morales son los fundadores del grupo, a cargo de las voces y guitarras principales. Gabriel toca la percusión, hace coros y arenga.

Todo, mucho, muy rápido. Muy fuerte. Winona Riders tiene un recorrido vital vertiginoso. Algo tendrá que ver la contemporaneidad. Pero ellos prefieren intentar ir digiriendo cada cosa a su tiempo. En ese sentido, Ariel aclara que nunca quisieron que fuera todo tan veloz: “Yo recién estoy cayendo de cosas que pasaron hace dos años. Hay veces que nos encontramos nosotros mismos poniendo freno a situaciones porque vemos que hay casilleros que quizás nos saltamos y el día de mañana nos puede jugar en contra. Creo que está bueno tener metas inalcanzables durante un plazo largo de tu vida”, y Ricardo refuerza: “Lo vivimos cada uno a su ritmo. A veces con angustia porque por momentos es estar grabando en un estudio, o en un lugar por salir a tocar, y después viene el día a día en el que tenemos que estar trabajando y cumpliendo un horario. Todavía nadie vive de Winona. Lo más estable son nuestros laburos, que son los que nos dan de comer y pagan el alquiler. Es chocante, capaz un fin de semana te van a ver mil personas y después el lunes estás a las siete de la mañana en el trabajo preguntándote qué estás haciendo ahí”.
Cinco amigos (al quinteto lo completan Santiago Vidiri, en bajo, y Francisco Cirillo, en batería) que en vivo llegan a ser siete, cuando suman otra batería y sintetizadores. Sus canciones duran siete, ocho, once minutos. Su conexión con el presente parece signada por el escape que representa su música: tracks en los que capas y capas de sonidos se van apilando para dar cuenta de un viaje entre espacial e interior, que en este tercer álbum se intensifica con la inclusión de elementos de la música electrónica. Un escape que para Gabriel tiene que ver con tomar riesgos y alejarse del formato de canción tradicional y que Ricardo identifica con poner sus propias reglas y evadirse de la realidad. Pero también es un escape hacia ellos mismos, toda vez que siguen encontrando una voz propia en sonoridades y climas que los separan de sus primeros discos, en los que las bandas que los inspiraron se escuchaban más al frente. “La música electrónica siempre estuvo ahí en modo pasivo –explica Morales–. Al principio, hacés los discos con lo que tenés a mano. Después, con un poco más de experiencia y de tiempo, empezás a gastar balas o apuntás para otros lados”.
El resultado es el de un trance, la caída a un hueco infinito. Una vuelta por diferentes estados de ánimo. Paisajes que van desde el western polvoriento al tufo pregnante de sala de ensayo; de una cabalgata sónica a una habitación pegajosa donde todavía persiste el aire viciado tras un round de sexo después de una noche de drogas y alcohol. El maximalismo psicodélico convive con la crudeza de una guitarra eléctrica rasgada a pelo, sin amplificar. En medio de todo esto, “V.V.” y su mensaje punzante, político, literal.
«Desde que empezamos sentimos la responsabilidad de escaparle a la tibieza. Siempre tuvimos bien marcada nuestra postura pero nunca es tan fácil, con tu proyecto, salir a alzar la voz en ese sentido. Hasta que llegó un punto en el que era más incómodo no hablar que hablar y enfrentarte a las consecuencias que pueda traer eso –explica Mirabal Negreli–. Con cada crisis que hubo, la cultura, el mundo del arte hizo ebullición. Esto es lo mismo. Siento que la situación actual del país será la que va a marcar esta época artística”.

“A nosotros nos gusta que pasen cosas. Nos gusta que se cuestionen cosas que antes no se cuestionaban y estaban muy mermadas”, señala Morales. En octubre del año pasado, durante un show gratuito en el Anfiteatro de Parque Centenario, hubo disturbios porque se quedó mucha gente sin poder entrar y, ante la amenaza de cortar el recital antes de lo programado, un grupo entre el pogo empezó a violentar las vallas que separaban al público del escenario. Alguien subió esas imágenes a X con una leyenda que decía “Así se ve una revolución cultural”. Una etiqueta algo excesiva, según ellos mismos, aunque matizan: “Si hay alguien que piensa y pone eso, es parte de una realidad. No vamos a juzgar ni tampoco a contradecir. Si hay una parte del público que piensa así, estará de alguna manera viendo cosas que capaz no todo el mundo ve”, apunta Ricky y Ariel agrega: “Alguien dijo ‘revolución cultural’ y de repente nos tratan como si lo hubiéramos dicho nosotros. Nosotros sí creemos que hay una revolución, pero es una revolución más interna. Cuando nos empezamos a juntar y a hacer canciones, para nosotros fue una revolución. Ahora, si un chico nos escucha y se siente revolucionado y lo primero que le sale, con todo el contexto sociopolítico, es romper un cartel… Si en ese contexto, mientras sonaba ‘V.V.’, se sintieron revolucionados y les salió eso, para mí está bien. Pero para nosotros la revolución va más por otro lado: por qué hacés con toda eso que sentís adentro. Nosotros hicimos música. Y si alguien hace música por nosotros, una de las misiones estará cumplida”.
Dueños de una discursividad picante y arrogante, hay algo generacional en estos flacos, que son tan del hoy y sin embargo parece venir de tan lejos. De esos chicos que se sentían solos y tristes en este mundo abandonado y que a través de la música pudieron reconocerse en muchos otros que se sentían igual. Del “rompan todo” de Billy Bond. Del “matar al padre” de la movida sónica en los 90… Jóvenes que en su música encarnan la angustia, el dolor, la furia de sus congéneres, que sienten la inestabilidad y la poca perspectiva que les ofrece el presente pero igual encuentran argumentos para seguir apostando por algo en el futuro: “Yo prefiero quedar en la historia por haber dado batalla o alzado la voz frente a esto que pasa que por una pandemia que fue una cagada, un error –subraya Ariel–. Esto de hoy genera ganas de hacer otra cosa. Como un nacionalismo. Ser argentino. Decir ‘che, loco, es mi país’. Por algo estamos haciendo arte acá, el peor país donde se puede elegir hacer arte. Pero eso lo hace más divertido y más desafiante”. «
¿Cuándo?
Winona Raiders presenterá oficialmente No hagas que me arrepienta el 9 de mayo a las 21 en el Estadio Obras, Av. Del Libertador 7395.
Jóvenes, ruidosos y políticos
Winona Riders se erigió como mascarón de proa de una escena de músicos jóvenes y muy ruidosos. Mujer Cebra, Ryan, Dum Chica, Las Tussi, Buenos Vampiros, chicos y chicas que gritan sus verdades a una masa de público cada vez mayor. Un puñado de bandas que, desde lo musical, le hacen frente a la situación de los jóvenes en particular y del país en general, y que comparten haber surgido o crecido en pandemia y ahora encontrarse frente a esta realidad. Grunge, shoegaze, punk, postpunk, psicodelia, cada propuesta con su sonido, pero finalmente parte de un algo específico que tiene que ver con la identificación en eso de no estar de acuerdo con las cosas que pasan en el país. “Nos une más eso que la movida post pandemia, que es una etiqueta que no sé quién la puso –se fastidia Ariel Mirabal Negreli–. Porque en ese sentido, lo único que nos une es algo contextual. Lo que pasa ahora me parece que genera más ganas de abrazar una espalda y decir ‘bueno, dale, vamos’. Hay bandas que no dijeron nada. No es fácil, tampoco. Pero siento que nos va a unir más todo esto que está pasando a nivel político, que el hecho de la pandemia.”
-¿Se sienten parte de un movimiento?
Gabriel Torres Carbajal: -Está bueno ver que compartimos puntos de vista sobre algunos factores sociales que están ocurriendo, pero nosotros tenemos nuestra propia filosofía.
Ricardo Morales: -Termina pasando que se vuelve como una comunidad y la escena se arma con todos: las bandas, el público, los lugares. Ahora, todo eso se vuelve, o lo vuelven, un negocio. Entonces, sólo ponemos las manos en el fuego por nosotros mismos. Porque todo siempre está sujeto a malas interpretaciones. Somos parte de una escena, pero tratamos de hacer nuestro camino.
-El “nuevo under” es una etiqueta de Spotify. ¿Cómo se llevan con el modo en que el mercado lo fagocita todo casi instantáneamente?
AMN: -Las etiquetas son siempre una necesidad de otros que en definitiva te juega en contra.
RM: -Te ponen la etiqueta justamente para venderte.
-¿Cuál sería la estrategia para escaparle a eso que ocurre indefectiblemente?
RM: -Y… estamos en eso. Imaginate que nosotros somos una banda, hay otro montón de bandas y después están los grandes medios que ya tienen el mapa comprado y que te van haciendo hacer la fila. Entonces ahí juega la picardía de poder salirse un poco de eso. Pero, hoy por hoy, terminás peleando y en un punto cediendo porque necesitás algo que la industria te puede dar. Creemos que todo eso se puede usar a favor y siempre dar el mensaje que la banda quiere.

Winona Riders – No hagas que me arrepienta
- «Sacame el cuero»
- «Hondart».
- «Separados al nacer».
- «Falsos reyes».
- «680/680».
- «V.V.».
- «Penetrame».
- «Buscando amor (por la carretera)»
- «Fiesta en el ascensor».
- «Tiempo de jazz».
- «Riders».
- «No hagas que me arrepienta».