“Así como te digo una cosa, te digo la otra”, parece ser el lema de Donald Trump. Cuando llegó a la Casa Blanca nuevamente, el 20 de enero pasado, puso en marcha una batería de medidas y realizo declaraciones que indicaban una nueva fase en el viejo modelo de la Doctrina Monroe. Y su canciller, Marco Rubio, hizo una gira por Centroamérica y el Caribe en la que dejó en claro que su mira estaba enfocada en Panamá y los gobiernos de Cuba y Nicaragua.
No recibió antes de la nueva jura al candidato de la oposición venezolana, Edmundo González Urrutia, y envió una misión a Caracas encabezada por Richard Grenell, que se reunió el 31 de enero con Nicolás Maduro en el Palacio Miraflores. El presidente venezolano se entusiasmó con que la reunión había sido provechosa y auguró una nueva era en las relaciones entre ambas naciones. Pero no.
Este miércoles Trump suspendió las concesiones que Joe Biden había otorgado al petróleo venezolano. Dice que el gobierno de Maduro incumplió las condiciones electorales y no colaboró en la deportación de vuelta a Venezuela de «los criminales violentos» que había en Estados Unidos.
«Por lo tanto, ordeno que el ineficaz e incumplido Acuerdo de Concesión de Biden sea rescindido a partir de la opción de renovación del 1 de marzo», escribió en su red social. Biden concedió en noviembre de 2022 una licencia a la petrolera Chevron para reanudar la producción de petróleo en Venezuela, levantando las sanciones decretadas en 2019.
La vicepresidenta Delcy Rodríguez mostró su rechazo a lo que considera una «decisión lesiva e inexplicable» de la Administración Trump, y denunció que el objetivo es «hacerle daño al pueblo venezolano». La lideresa de la oposición, Corina Machado, en cambio, celebró la medida como un «gran paso en la dirección correcta».