Con frecuencia los escritores hablan de sus personajes como seres de carne y hueso que, una vez concebidos, se independizan de su creador. A tal punto se ha repetido esta idea en entrevistas, que ha terminado por convertirse en un lugar común que los lectores aceptan con cierta indiferencia pensando que tal afirmación es más una pose literaria que una verdad. Sin embargo, en el caso del sueco Stieg Larsson, es rigurosamente cierto, aunque la verdad tenga más un origen económico que literario.
Apenas entregó a la editorial en 2004 el tercer volumen de su saga Millennium integrada por «Los hombres que no amaban a las mujeres», «La chica que soñaba con una cerrilla y un bidón de gasolina» y «La reina en el palacio de las corrientes de aire», murió de un infarto de miocardio cuando tenía 50 años y una promisoria carrera literaria. El éxito de su trilogía fue tal que su muerte no fue un impedimento para que sus personajes siguieran tejiendo nuevas tramas. Es así que acaba de aparecer en 25 países y podrá comprarse el sábado en la Argentina el quinto volumen de la saga editada por Destino, El hombre que perseguía a su sombra.
Allí vuelven a convertirse en el centro de una nueva historia los dos personajes principales creados por Larsson, la hacker Lisbeth Salander y el periodista Mikael Blomkvist. Como en La rosa púrpura de El Cairo, la película de Woody Allen, ambos parecen haber salido no de la pantalla pero sí los libros originales para cobrar vida propia. Pero no se trata de un milagro de la literatura o de un increíble caso esotérico de escritura post mortem, sino de un negocio millonario que los interesados no estuvieron dispuestos a que fuera malogrado por la muerte del autor. Para muestra, dicen, basta un botón: el último volumen de la trilogía inicial vendió 80 millones de ejemplares en todo el mundo.
Se eligió entonces un sucesor, David Lagercrantz, quien sería el encargado de seguir poniendo en escena los personajes de Larsson. La decisión estuvo rodeada de una serie de historias reales que, sin embargo, parecen de ficción. Larsson había compartido 32 años de su vida con la arquitecta Eva Gabrielsson, pero no se había casado formalmente con ella porque por su trabajo periodístico en la agencia de noticias sueca TT que lo había llevado a investigar sobre narcotráfico y política, no quería que su nombre figurara en ningún registro público no sólo como una medida de seguridad que lo protegiera a él, sino también a su mujer, contra la que los delincuentes podrían tomarse represalias.
Aunque Larsson se había ido de la casa de su familia de origen a los 18 años, fueron su padre, Erland, y su hermano, Joakim, quienes cobraron la fabulosa herencia que dejaron sus libros ya que no había una constancia legal del vínculo que unía a Sieg con su mujer. Para distender la situación, los herederos con los que Larsson casi no tenía relación, le ofrecieron a la viuda un arreglo que ella rechazó de plano: 20 millones de coronas suecas y la tercera parte de los derechos de autor.
Quizá a modo de catarsis, elaboración del duelo y consuelo de la situación con su familia política, Gabrielsson escribió su propio libro: Millenium, Stieg y yo. Allí cuenta desde detalles cotidianos, como el gusto que compartían por el café, a cosas de mayor trascendencia como las amenazas que ambos recibieron por oponerse a través del activismo político a la extrema derecha y las agrupaciones neonazis de Suecia, un país que desde América Latina es imaginado como una suerte de Paraíso en la Tierra. El libro da cuenta también de la profundidad de su vínculo amoroso, del mutuo apoyo que se brindaban y de las amenazas que recibieron por su militancia lo que los obligó a cumplir con un plan de vigilancia. Sus vidas eran bastante más difíciles de lo que cabría suponer para dos profesionales suecos.
Luego de la muerte de Stieg, su sucesor en la escritura, David Lagercrantz, trató de asimilar las características de los personajes creados por él y, según parece, lo logró. El cuarto libro de la saga escrito por él Lo que no te mata te hace más fuerte» fue un bestseller internacional: se publicó en más de 40 países y vendió más de 6 millones de volúmenes en todo el mundo. Es imposible determinar si el éxito obedeció a su talento literario, al de Larsson o la compleja trama personal y familiar que develó su muerte prematura. En una entrevista en un medio sueco declaró: «Siento como si hubiera incluido a los personajes en mi cuerpo».
En el quinto volumen, Lisbeth Salander se encuentra cumpliendo una condena en la cárcel de Flodberga. Aunque intenta no tener problemas con sus compañeras de prisión, su protección a la joven bengalí de la celda contigua la coloca en el ojo de la tormenta. Su autor adelantó a DPA que este nuevo volumen tiene un «toque más sencillo y de novela negra» y que ese género es mucho más difícil de lo que había pensado en un principio. «La buena novela negra declaró- necesita ritmo. Tienes que variar las frases, incluso aunque sean breves.
La quinta entrega de la saga ya ha satisfecho las expectativas de los miles de lectores gran parte de ellos, fanáticos- que tiene en todo el mundo. Habrá que esperar sólo un poco para comprobar cuál es la repercusión del libro en la Argentina, donde también tiene seguidores fieles y consecuentes.