A Noemí la desbordan las valijas, bolsos, mochilas. Se va del frío al calor, de una ciudad enorme a otra. “Salí de Caracas hace seis años con 20 mil dólares. Hoy vuelvo con un billete de 50. Me espera mi hermana en el aeropuerto”, relata esta mujer toda sonrisa y animal print. La vida la despojó de su marido, de su hija mayor y de sus padres. Crió hijos y una nieta casi en soledad, es ingeniera, vendió dos casas y un auto para dejar Venezuela en 2018 con buena parte de la familia, que se desperdigó por todo el continente. Asiento de por medio, Noemí llora. Ella, con 60, elige volver porque “Argentina se convirtió en una escuela de dolor para mí”. Limpió casas, atendió kioscos, nunca pudo ejercer su profesión. “Migrar no es para cualquiera”, comenta, ronca de lágrimas.
“Ya muerde el fondo de la mar hirviente / del ancla el férreo diente; / ya se acercan los botes desplegando / al aire puro y blando / la enseña tricolor del pueblo mío. / ¡A tierra, a tierra, o la emoción me ahoga, / o se adueña de mi alma el desvarío!”, decía en 1875 el poeta José Antonio Pérez Bonalde. El avión gasta caucho sobre el asfalto del aeropuerto. De camino hacia Migraciones, Noemí se libera un momento de tanto equipaje para una foto bajo el arco decorativo amarillo, azul, rojo y estrellado. Está otra vez en casa.
El poema de Pérez Bonalde se llama “Vuelta a la patria” y quien recomienda leerlo es William Castillo, viceministro de Políticas Antibloqueo. Es la mañana del sábado 29 de junio en el Centro Internacional de Inversión Productiva, ubicado en la zona céntrica de Caracas, donde Castillo recibe a Tiempo para un extenso diálogo durante el que adelanta que el gobierno de Venezuela busca recuperar las relaciones diplomáticas con EE UU. Un día después, el domingo 30, se lo confirmará a este medio Nicolás Maduro Guerra, diputado nacional, durante una entrevista en un viaje en auto, minutos después de que emitiera su voto en la ciudad de La Guaira, de frente al mar Caribe. Su padre, el presidente de la República, lo anunciará de manera oficial el 2 de julio.
Aunque parezcan en las antípodas, Venezuela y EEUU tienen mucho para discutir de cara al futuro inmediato. Migración y sanciones económicas son dos caras de la misma moneda que está en el aire para dos países que celebran elecciones presidenciales este año.
William Castillo se toma el tiempo para argumentar la posición oficial frente a las políticas de bloqueo que ya cumplen ocho años, a finales del gobierno de Obama. El cálculo de cara a las negociaciones bilaterales que recomenzaron esta semana anudan las cuestiones migratorias con las económicas. La Administración Biden, zigzagueante, habilitó de manera indirecta la llegada de petróleo venezolano a su país a través de maniobras complicadas: el crudo no puede tener la etiqueta de PDVSA, pero siempre es bienvenido. El problema para Venezuela es que la operatoria actual recorta al 30% las ganancias que podría recibir sin sanciones vigentes.
Las conversaciones apuntan, desde el lado bolivariano, a darle plafón a una economía nacional que sigue en franca mejoría. Se puede ver en las calles caraqueñas, donde el sábado por la tarde la clase media inunda la zona comercial del boulevard de Sabana Grande y los precios en los supermercados se asemejan a los de Buenos Aires. Con una salvedad: están en dólares.
Este buen momento del consumo y la actividad debe ser observado en contraste con el subsuelo de la profunda crisis, cuando el desabastecimiento de productos básicos diezmó las realidades hogareñas y una masa significativa de profesionales jóvenes abandonaron el país. El número está en disputa: Naciones Unidas afirma que se fueron más de 7 millones de personas, pero el gobierno de Maduro considera que el cálculo está mal hecho porque cuentan cada ingreso de migrantes por las aduanas de otros países, cuando en muchos casos los periplos implicaron el cruce de varias fronteras hasta el destino final.
En paralelo, la campaña electoral hacia el 28 de julio ubica en el centro a las políticas de aliento a la repatriación, que según aseguran en el oficialismo ya permitieron el retorno de más de 1 millón de compatriotas. Por otra parte, la oposición que lidera la inhabilitada María Corina Machado a través de su delfín Edmundo González Urrutia sumó a su plataforma argumental el mismo tema. Invitó a todos los venezolanos que viven en el exterior a participar de los “comanditos”, estructuras de campaña para motivar a familiares y conocidos a votar por la “liberación de Venezuela”.
El nudo entre economía y migración juega también del lado estadounidense. La batalla Trump – Biden ya incluye propuestas y decisiones gubernamentales para desalentar la llegada de extranjeros. No son pocos los que observan que una mejora en la realidad cotidiana de Venezuela alentaría a muchas personas como Noemí a regresar.
En esa línea, Castillo señala que su país busca un camino para salir de la dependencia de la relación con EE UU para acumular renta petrolera. El chavismo precisa un nuevo período de prosperidad económica e incluso antes que eso, años de reconstrucción de la estructura productiva y de servicios. El más claro ejemplo está en la electricidad, imposible de garantizar al 100% los 365 días del año en todo el territorio. Antes que la oposición, las deudas con la población en materia de servicios representa el principal adversario para las aspiraciones de reelección de Maduro.
El bloqueo de EE UU es un impedimento para que inversiones privadas ingresen al país, y de momento las alianzas estratégicas con China y Rusia no parecen suficientes. De ahí el esfuerzo del gobierno venezolano por mirar la letra chica de cada sanción económica impuesta, al tiempo que negocia sobre la mesa con el gobierno de Biden y fuerza la maquinaria electoral hacia el segmento más joven del padrón, con el TikTok presidencial en incesante actividad.
Noemí también está contenta porque llega a votar. No lo hará por el oficialismo y le preocupa la posibilidad de que el proceso electoral desencadene un conflicto violento. Sin embargo, su tiempo lejos de Venezuela se terminó. Ahí se va rumbo a El Paraíso, su barrio de toda la vida en el este de Caracas. «