Durante la dictadura cívico-militar, las mujeres trans enfrentaron una brutal represión y violencia en los centros clandestinos de detención. Este período oscuro de la historia dejó cicatrices profundas en muchas vidas, y las historias de estas mujeres a menudo han sido ignoradas o silenciadas.

En el Pozo de Banfield, las mujeres trans fueron sometidas a un trato inhumano y degradante. Eran víctimas de abusos físicos y psicológicos constantes. Los guardias, bajo la protección del régimen, ejercían un poder absoluto y cruel, despojando a estas mujeres de su identidad y dignidad. A menudo, eran sometidas a torturas especialmente diseñadas para castigar su identidad de género, con un ensañamiento particular por ser trans.

Los testimonios de las sobrevivientes revelan un panorama de horror cotidiano: golpizas, violaciones y humillaciones eran moneda corriente. Muchas mujeres trans fueron también obligadas a realizar trabajos forzados en condiciones extremas, sin acceso a necesidades básicas como alimentos adecuados, atención médica o un trato humano. Estas prácticas no solo buscaban quebrantar sus cuerpos, sino también su espíritu y su identidad.

La resistencia y resiliencia de las mujeres trans

A pesar de la brutalidad del régimen, la resistencia y resiliencia de estas mujeres es un testimonio de su fortaleza. En medio de la violencia, muchas encontraron formas de apoyarse mutuamente y mantener viva la esperanza. Crearon redes de solidaridad dentro de los propios centros de detención, compartiendo recursos escasos y brindándose apoyo emocional.

Recientemente, las mujeres trans que estuvieron detenidas en el Pozo de Banfield fueron homenajeadas con una emotiva jornada organizada por el Municipio de Lomas, la Provincia y la Comisión de Archivo de la Mesa de Trabajo del Ex Pozo. El encuentro se llevó a cabo en el Espacio para la Memoria, donde se colocó una Marca de Memoria que recuerda sus vidas a través de diferentes fotos. Mónica Serrano, Gabriela García, Maina Ramírez, Julieta González, Valeria del Mar Ramírez, Leonor Acuña (Rucu) y Marcela Ibáñez fueron las mujeres reconocidas y que quedaron inmortalizadas en las paredes del excentro clandestino de detención.

«Es un día fuerte de memoria, lucha y resistencia. Quiero agradecer a las compañeras trans que pasaron por este espacio y vinieron a dar su testimonio de lo que vivieron, sufrieron y hoy siguen estando de pie», expresó la subsecretaria de Diversidad Sexual del Municipio, Silvana Sosa. Ella también destacó la importancia de reconocer a las 400 personas LGBT detenidas-desaparecidas durante la dictadura, y especialmente a las mujeres trans sobrevivientes presentes en el evento.

El juicio del Pozo de Banfield, que resultó con la condena de 11 genocidas por crímenes de lesa humanidad, varias personas travestis-trans dieron su testimonio sobre las atrocidades que sufrieron. Juana Campero, coordinadora del Espacio para la Memoria, enfatizó la necesidad de que el Estado Nacional reconozca la lucha de estas mujeres y denunció la actitud negacionista del actual gobierno de ultraderecha.

Las homenajeadas también resaltaron la importancia de la Ley de Identidad de Género, aprobada en 2012, y cómo ha transformado sus vidas. «Sin esa ley todavía seguiríamos siendo invisibilizadas, torturadas y violadas. Y si este centro clandestino no hubiese cerrado, seríamos las jubiladas de acá adentro», señaló Gabriela García.

Mónica Serrano, conocida como «La Señora Gran Loba», compartió su gratitud por el homenaje y su determinación de continuar la lucha, pese a su delicada salud. «Acá estuvimos presas, humilladas, ultrajadas y tratadas como si fuéramos bichos raros. Ojalá que pronto salga la Ley Integral Trans», expresó.