Se llama Víctor Bereciartúa, pero todos lo conocen desde chico como Vitico. Junto a Pappo echaron a andar una banda que se transformó en leyenda: Riff. Fue el Carpo el que le puso su otro apodo por el que es reconocido: el canciller. Esto es por su capacidad para negociar y sacarlos de más de un lío en el que sus espíritus roqueros inevitablemente los metían.
Comenzó tocando en un grupo llamado Los Mods y más tarde pasó a Los Vips, con los que hacía covers de The Animals y The Kinks. Luego ingresó a Alta Tensión, donde grabó en 1968 su primer disco. Por un tiempo participó en Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll, siendo parte de su álbum debut. Más tarde tocaría en La Joven Guardia. En los ’70 partió a Inglaterra a probar suerte. Conoció a miembros de The Who (Keith Moon, Pete Townshend y el tecladista Chris Stainton), con los que concretó una inolvidable zapada. Fue contactado por Paul Rodgers para tocar en Bad Company, aunque solo participó de algunos ensayos antes de volver definitivamente a la Argentina.
Allí empezaría la historia grande de Riff, su proyecto solista Viticus y su actual aventura, Vitico y los Leones. El cantante, bajista y compositor tiene 75 años y sentencia: “estoy en mi mejor momento”.
–¿Tenés alguna frase de cabecera?
-Sí, claro: “Soy lo que quise ser, haciendo lo que me gusta”.
–¿Cuántas veces las decís por día?
–Las necesarias. Tuve otras, en otros tiempos. Pero me las olvidé (risas). Ahora esta es la frase que más me identifica y la que digo cada vez que tengo ocasión. Me lo permito.
–¿Siempre supiste que ibas a ser músico?
–En algún momento, hace muchos años, me di cuenta de que tenía que decidir si iba a ser lo que tenía que ser, o si iba a hacer lo que quería ser. Decidí lo segundo. Lo logré, me la jugué por lo que quería. Sin importarme nada. Siempre estoy pensando en el próximo ensayo.
–¿Qué serías si hubieras elegido lo que tenías que hacer?
–Por haber nacido en una familia de clase media, el camino era tener un título de algo, haber estudiado: ser ingeniero, abogado o médico. Pero elegí ser esto que soy. Estoy contento de que pude sobrevivir. Quizás era mejor hacer otra cosa, pero no hubiese sido feliz
siguiendo una zanahoria que no era la mía.
–¿Te hubiese ido mejor?
–No sé, me importa un carajo. Nunca fui materialista, ni busqué ser rico o algo por el estilo. Siempre me hice de abajo, sin importarme la guita o el éxito. Para mí es menester que sea rock y listo. Lo demás son detalles. Me salió bastante bien el asunto. Ser feliz a través de la música es lo que más me gusta de mi vida.
–¿Qué pasó cuando llegó el éxito?
–La cosa se deformó un poco. Surgieron algunas miserias y egos que en ese momento no se pudieron controlar, quizás no permitieron disfrutar del todo el momento. La típica que te dicen
todos: a veces, cuanto más arriba, más solo y más frío es todo. Lo mejor es el camino. Por suerte siempre lo mío fue pasajero y pude intentarlo con otras bandas y otras personas.
–¿El bajo siempre estuvo a tu lado?
–Siempre me gustaron los sonidos más graves. Leí por ahí que son los que mejor le hacen al organismo de la especie humana, por las vibraciones. Para mí el bajo es el que da armonía entre los sonidos.
–¿Qué es lo peor que te puede pasar en el escenario?
–Tocar con alguien que no tenés ganas de tocar. Y lo mejor que me puede pasar es estar tocando y sentir que estamos sonando perfectos. Aunque después te des cuenta que en realidad no pasó (risas). Esto es un equipo: si se me rompe una cuerda o lo que sea, sé que algún amigo me va ayudar para solucionarlo. Mi objetivo siempre es pasarla bien.
–¿Cómo recordás los años de Riff?
–Con alegría. Nos divertimos. Pero que nadie se crea que fue fácil. Era complicado luchar por un lugar en esa época. Después vino el éxito y tuvimos problemas personales entre nosotros: con Pappo teníamos una relación de hermanos, con todos los idas y vueltas que eso implica. Pero el éxito es así. La verdad que lo que más me gusta hacer son canciones de Riff. Aún hoy las disfruto como la primera vez. Es una experiencia más de una larga vida junto al rock. Un paso importante pero no el único. Eso lo tengo claro.
–¿Por qué fuiste a Europa en su momento?
–Tuve ganas. Había conocido a Pappo, estuvimos tocando con Black Amaya unos días, ellos armaron Pappo’s Blues y a mí no me convencía, para mi faltaba un cantante. Y bueno, una noche se me ocurrió y lo hice. Me fui pensando que me iba ir muy bien, pero apenas llegué me atendieron a cara de perro los de la Aduana de allá. Yo pensaba que sabía hablar inglés, porque me gustaba y creía entender lo que decían las canciones. Pero iba a las audiciones y no entendía absolutamente nada. Imaginate mi cara.
–¿Cómo hacías?
–Siempre me conseguía algún amigo que sabía hablar bien. Era divertido, no me quejo. Tocaba mucho, por todos lados. Hasta ahí todo fenómeno, pero me venían a hablar después y no cazaba una. No entendía nada, además más de una tenía varias pintas o algo más encima. Siempre digo fue un parto: recién le agarre la mano a los nueve meses. Fue como hacer la colimba esa experiencia, me pasó de todo. Tuve suerte.
–¿Zapar con los Who fue lo mejor?
–Media hora tirando paredes con Keith Moon y Pete Townshend, eso no me lo quita nadie. Pero me levanté una de las minas de Jimi Hendrix, aprendí un montón y se me abrieron puertas y un montón de aventuras de madrugada.
–¿Por qué te volviste?
–La pasé muy bien en Inglaterra, pero estaba llena de ingleses (risas). No tengo nada en contra, pero no son como nosotros. Hay una cuestión latina que nos hace sentir y actuar diferente. Yo me quedo con nuestra forma de ser. Volví a la Argentina y armé la primera banda de rock en serio que hubo. Manal era más blues y Vox Dei era medio religioso. Nuestra única religión era y es el rock.
–¿Cuáles serían las deidades?
–Hay muchas. De acá, yo. Y de afuera, yo cuando viajo (risas). Fuera de joda, hay muchos. Lo que no me gusta son los que hacen gimnasia de dedos, tipo Steve Vai y esos. Me gustan los que tocan lo que cada tema pide. Admiro a Hendrix, a Jimmy Page y claro que los Beatles, que, si lo analizás bien, fueron los mejores. Con su estilo. Los Stones también marcaron una época. «