Han sido muchos los operativos y los comités de crisis, pero la escalada de tiros, droga y muerte parece no detenerse y lleva más de diez años asediando la ciudad de Rosario. El 9 de abril de 2014, el entonces mandamás del Ministerio de Seguridad, Sergio Berni, declaró “un desembarco pacífico” en la ciudad de la bandera.
Desplegó 3000 efectivos de distintas fuerzas federales, helicópteros, camiones y un avión de última generación. Ese día los allanamientos apuntaron exclusivamente a los barrios pobres de la ciudad y tuvieron como blanco a los búnkeres donde se vende la droga. Al poder político local, a la policía provincial, a la justicia o el empresariado, es decir, a muchos de los verdaderos beneficiarios del negocio narco, ni siquiera osó rozarlos.
Carlos Del Frade, periodista especializado en la trama narco rosarina y diputado provincial por el Frente Amplio por la Soberanía, ve con desconfianza las teatrales operaciones que el gobierno nacional, con Patricia Bullrich a la cabeza, ha montado en Rosario. “El actual comité de crisis es igual a los once anteriores que se hicieron. Se habla de operativos conjuntos y nunca hay información compartida porque las fuerzas federales se desconfían mutuamente, y a su vez estas desconfían de la fuerza provincial. Solo servirá para introducir el viejo plan de Estados Unidos de militarización y control federal de los territorios”, denuncia Del Frade.
Caren Tepp es concejala por Ciudad Futura, una incipiente fuerza política que estuvo a pocos votos de arrebatarle el gobierno de la ciudad al radical cambiemita, Pablo Javkin. “Hoy la política es un cúmulo de intereses individuales que pelean todos contras todos intentando sacar rédito de cualquier cosa que sucede y han demostrado varias veces que no frenan ni ante el más desgarrador de los dolores”, sintetiza Tepp expresando lo que una gran cantidad de rosarinos sienten: que todas las medidas implementadas hasta ahora han fracasado y que solo queda proponer algo distinto.
“Alberto Fernández anunció para Rosario algo que conceptualmente positivo: abrir una sede de la UIF en Rosario y enviar, además de agentes federales, la Compañía de Ingenieros del Ejército para colaborar en la urbanización de los barrios populares ¿Qué pasó? Nada. No se hizo nada o se hizo poquísimo. Nada de eso quedó en la ciudad. La gente está muy cansada y con sobrada razón. No hay más margen para simulacros en este estado de cosas”, denuncia Tepp apuntando también a las deudas materiales del discurso progresista. Pensar una Rosario en paz debe ser más que palabras, implica hechos.
El mito del narcoterrorista en Rosario
La singularidad de Rosario es la violencia, no el negocio del narcotráfico. En Rosario no hay cocinas de droga, es un centro de acopio y distribución. Lo que se exporta sale por los puertos y lo que sobra se narcomenudea en los barrios. Proliferan las armas de fuego y la policía provincial ya no es señalada como cómplice sino como participe directa en el negocio narco ¿Pero por qué Rosario volvió a ser tapa de los diarios? ¿Por qué se recrudeció la violencia vinculada al narcotráfico?
“Lo que estamos viendo es una escalada política del conflicto territorial de 47 bandas narcopoliciales barriales que son los eslabones inferiores de la cadena de comercialización del narcotráfico. Acá no hay cárteles, acá no hay narcoterroristas. Se trata de bandas barriales construidas a partir de nichos corruptos de la policía, que luego de la alteración de los controles penitenciarios de alto perfil, decidieron dar un mensaje político y apuntar al gobierno”, sostiene Del Frade.
El problema del narcotráfico en Rosario está íntimamente relacionado a la desigualdad y la necesidad de construir una agente social (el narcoterrorista) para el control territorial interno, sin escatimar en la generación de operativos dignos de una película de acción pero con escaza efectividad.
“La seguidilla de asesinatos son un hecho novedoso porque exhiben un elemento hasta ahora desconocido: las bandas que hasta ayer regaban de sangre los barrios por sus disputas intestinas, hoy se habrían organizado para negociar mayor flexibilidad en las condiciones de encierro con un gobierno que, sin tener un control efectivo de las calles, de su policía (dos de los hechos fueron perpetrados con balas de la PSF), del servicio penitenciario, parece más preocupado por el marketing y el rédito inmediato que por la templanza y seriedad” analiza la concejala por Ciudad Futura, Caren Tepp.
“El gobierno nacional lo que hace es llevar a cabo el plan propuesto por Estados Unidos, y en eso se va a llevar puesto a cualquier tipo de administración que niegue esa posibilidad”, asegura Del Frade. Cabe preguntarse entonces: ¿Hay posibilidades reales de cartelización de la narcoestructura en Argentina? ¿Es el narcotráfico en Rosario la excusa para la introducción del modelo de control y militarización impuesto por la Administración de Control de Drogas (DEA)? Y lo más importante ¿Hay posibilidades de frenar la violencia en Rosario desde una mirada alternativa?
Patear al chancho para que salte el dueño
Pancho es referente de una organización social y entiende que las bandas son el último eslabón de una cadena que, al igual que una copa invertida, se descubre siempre por abajo, pero se encubre fuertemente por arriba. “Sabemos que la guita del narcotráfico construye los edificios de la ciudad de Rosario y Santa Fe, pero nadie dice nada. La mercancía circula por los puertos privados que eran del Estado y se entregaron en la época de la dictadura a grandes empresas: Vicentín, Dreyfus, Bunge. Pero la droga solo circula, las bandas solo venden lo que sobra en el mercado interno, pero lejos están de las grandes estructuras narco.”
“El narcotráfico es un negocio multinacional y paraestatal que está presente en todos lados, pero se modifica en cada territorio a partir de las particularidades de su burguesía. El narcotráfico es un negocio de las burguesías, no de las bandas barriales que son solo el ultimo eslabón de la comercialización”, explica Del Frade. Todo lo que gira alrededor del narcotráfico es el problema, y es uno que crece cada día más.
“La sociedad argentina tiene que entender que si no le encontramos una respuesta seria, integral y efectiva al problema del narcotráfico y las economías delictivas que se desprenden de él, más temprano que tarde el problema llegará a la puerta de su ciudad, de su barrio. Hasta hace muy poquito tiempo en nuestra ciudad todos sostenían que este no era un problema de Rosario sino de algunos barrios, después de lo ocurrido en la última semana ya nadie puede negar que el problema no se reduce a “territorios calientes” sino que la violencia se volvió parte estructural de la ciudad y es un problema de todos” comenta Tepp analizando las posibilidades de que el fenómeno rosarino se expanda.
La ruta del narcotráfico internacional ya no mira hacía Centroamérica y el Caribe, sino que a partir de la entrada del fentanilo a Estados Unidos, las rutas miran hacía el cono sur para poder llegar hasta Australia, Japón, África y Europa. Este ensanchamiento de las rutas hacia el sur modifica el mapa continental de la droga y tornan más inestable nuestro territorio que lejos está de los cárteles colombianos o ecuatorianos o de los comandos brasileros, pero que muestran niveles de estructura y violencia que antes no se veían.
Una salida alternativa
Victoria milita en los barrios de Rosario y entiende que es necesario hablar de fuerzas de seguridad, pero también de redes de contención a la hora de frenar la violencia devenida de la droga en las barriadas. “Nadie discute que el Estado debe usar toda su fuerza para frenar a las bandas armadas. El tema es si eso se logra con más militarización o con fortalecimiento de políticas públicas. Hay que reforzar la seguridad. Los centros de salud y las escuelas reciben amenazas, estos lugares cierran porque quienes transitan por ahí tienen miedo. Hay articulaciones entre las escuelas, las iglesias, las organizaciones, pero si el Estado se borra la gente queda en bolas”.
“Es necesario un proceso de reforma policial que te posibilite recuperar la autoridad del gobierno en los territorios. Obligadamente hay que complementarlo atacando a las mafias por arriba y por abajo: por arriba tenés que atacar el lavado de activos, la ruta del dinero narco que es en última instancia lo que le da rentabilidad a ese mercado criminal, y por abajo, hay que acelerar y profundizar los procesos de integración socio urbana de los barrios populares, para que el mejoramiento de las condiciones de vida y la aparición de nuevas oportunidades les resulte más atractivo a los pibes y pibas que hoy”. Tepp propone un enfoque distinto anclado en la experiencia en los territorios.
“El problema es que descabezan a una banda, pero después empieza la guerra entre las segundas y terceras líneas que quedan acéfalas y se disputan el control del territorio”, explica Pancho y entiende que la mera punitividad no soluciona nada. Si hay trazado de calles, si hay conexiones seguras de agua, gas y luz, si hay escuelas equipadas, hospitales abiertos, clubes funcionando, por esos canales puede llegar el Estado. La idea es que las barriadas de integren a la trama urbana, no que las fuerzas de seguridad invadan las barriadas sin más propuesta que las balas.