Una mujer levanta un cartel. “No puedo creer que todavía tenga que protestar por esta mierda”. Lo dice en inglés (I can’t believe i still have to protest this fucking shit) en un cartel casero de cartón hecho con sus propias manos. La mujer, que peina unas cuantas canas, ya es emblemática. La frase vuelve a interpelar, una y otra vez. Sin embargo, se ríe. Ella también se movilizó junto a miles de mujeres cuando la Corte Suprema de Estados Unidos, en una avanzada ultraconservadora, anuló el fallo del caso Roe vs. Wade, que en 1973 legalizó el derecho al aborto en todo el país. Prepotencia de lucha. Pero no queremos ser guerreras ni heroínas. Queremos que se respeten nuestros derechos y vivir con tranquilidad. Queremos que la igualdad no sea una mera formalidad escrita en una norma. Y combatimos con alegría, aunque a veces con furia, pero sobre todo con la certeza de que somos portadoras de una verdad. Por eso, la perseverancia y a veces el asombro de tener que volver a insistir sobre algunas cosas. Pero las mujeres todo el tiempo tenemos que dar explicaciones y demostrar o justificar.
En Argentina hay varios consensos que creíamos saldados, pero que una vez más vuelven a ponerse en cuestión. Era de esperar que todavía hubiese que dar varias batallas más para dar cuenta de la importancia de tener un sistema nacional de cuidados, o de las políticas de gestión menstrual, incluso de la necesidad de licencias igualitarias, por mencionar solo algunas. ¿Pero volver a explicar la violencia de género y su especificidad? ¿En serio? Sí, lo haremos. Una vez más.
Justo cuando en Argentina habíamos logrado instaurar el mayor grado de institucionalidad posible para el abordaje de las distintas formas de violencias de género, la igualdad, y la diversidad, pasaron cosas. Además de cuatro años de fracasos y retrocesos en el plano económico y político, en la impericia para redistribuir la riqueza, el que venía a terminar con el patriarcado, Alberta, el apodo que entre ilusas e irónicas le dimos al entonces presidente Alberto Fernández, el que nos prometió volver mujeres, volvió en formato de violento. Y así deslegitimó a los ojos de la sociedad demandas justas y logros históricos.
Sembró, además, un escenario sobre el cual hoy el gobierno puede montarse con mayor holgura para dar su batalla cultural, para referirse a las políticas de género como un “fracaso absoluto”, colmado de “programas inútiles que solo generaban gastos”. Así lo expresó el ministro de Justicia de la Nación, Mariano Cúneo Libarona, cuando acudió el pasado 27 de agosto a la Cámara de Diputados para dar explicaciones ante la Comisión de Mujeres y Diversidades, entre otras cosas, sobre las modificaciones restrictivas para el acceso al “Programa de Apoyo y Acompañamiento a personas en Situación de Riesgo por Violencia por Motivos de Género” (Acompañar) realizadas mediante Decreto 755/24.
Ahora bien, ¿en qué consiste ese “programa inútil”? El Acompañar fue creado en 2020 en el ámbito del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación, cerrado por la gestión de La Libertad Avanza. El programa establecía un acompañamiento integral y un apoyo económico (equivalente al salario mínimo, vital y móvil) durante seis meses para víctimas de violencia de género con el objetivo de promover su autonomía para lograr la salida de ambientes violentos.
Claudia Perugino fue coordinadora nacional del Programa Acompañar. “Fue creado en un momento muy complejo, en plena pandemia, donde éramos conscientes de que las personas en situación de violencia, tanto mujeres como diversidades, iban a sentir fuertemente el impacto del aislamiento. Era muy difícil encontrar apoyo porque las áreas que estaban vigentes trabajaban remoto”, explica la ex funcionaria a LATFEM. Además, Perugino cuenta que en un muy corto tiempo tuvieron convenios firmados con todas las provincias y con muchos municipios. También realizaron operativos territoriales con equipos del ministerio que inscribían personas que estuvieran atravesando situaciones de violencia.
Desde su implementación, en noviembre de 2020, y hasta el 31 de diciembre de 2023, según informes del Sistema Integrado de Casos de Violencia por Motivos de Género, el Programa Acompañar alcanzó a casi 400.000 personas en todo el país. “El impacto fue muy positivo. Escuchamos testimonios de destinatarias a lo largo de todo el país que pudieron transformar su situación de violencia en otras vidas para ellas y sus familias porque el Acompañar reforzaba emprendimientos propios, habilitaba construir o ampliar viviendas familiares a donde poder irse. Fue un Programa que transformó realidades”, comenta.
A través del decreto que lleva las firmas de Javier Milei, Guillermo Francos y Cúneo Libarona, se suma la denuncia policial o judicial como requisito para acceder al programa. Al respecto, la ex coordinadora plantea que “la exigencia de denunciar restringe el acceso porque muchas personas no están en condiciones de dar ese paso en soledad, sin acompañamiento, sin equipos que las sostengan. De modo que no sabemos qué tipo de política van a implementar, pero el Acompañar se terminó el 10 de diciembre de 2023”. “Este es un Gobierno que niega y desconoce la violencia de género”, agrega.
Según datos del Equipo Latinoamericano de Género y Justicia (ELA), solo dos de cada diez mujeres que sufren violencia de la pareja o ex deciden denunciar. “El sistema claramente no ofrece espacios de atención y acompañamiento seguros, no revictimizantes y reparadores”, sostienen. Las pone en una trampa. Para denunciar, quienes sufren violencias necesitan pagar un abogado o abogada que las represente. Pero si no tienen ingresos, ¿cómo acceden entonces a esa herramienta? Con las modificaciones, el Programa reduce a la mitad los meses en los que se puede recibir la ayuda económica. En lugar de seis, ahora serán tres.
Lara hizo cuentas. Su marido le dijo que no tenía sentido que trabajara. Que iba a cambiar sueldo por niñera. Que además prefería que cuidara al bebé. Porque ya sabemos, madre hay una sola. Y se quedó cuidando. Y cocinó cada día, y limpió. Él le daba plata para hacer las compras, y para que ella se diera algún gustito. Ir a la peluquería, hacerse las manos. Qué bueno ese marido. Un día empezaron los maltratos. Primero la celó, le revisaba el celular, en cualquier momento del día le pedía que le mande su ubicación para asegurarse de que no le estaba mintiendo. Le pedía fotos de donde estuviera, le hablaba mal de sus amigas, le decía que eran todas unas fracasadas. Un día tuvieron una discusión fuerte y él le revoleó un cenicero que se astilló en mil pedazos al impactar contra la pared, a medio metro de su cabeza.
Después se deshizo en perdones, le compró unas margaritas, sus preferidas, le dijo que había perdido el control, que era porque la amaba demasiado, se arrodilló ante ella y se abrazó a sus piernas mientras lloraba desesperado. Y todo volvió a la calma. Nunca le contó nada a su familia. Le daba vergüenza. Inventaba excusas para quedarse en la casa. Cada vez los veía menos. Pasado un tiempo de ese episodio él quiso tener relaciones y ella le dijo que no, que estaba cansada, que el bebé la agotaba. Y él le dijo que no era una madre abocada, y la acusó de estar cogiendo con otro, que era una puta, que cómo se atrevía a rechazarlo. La escupió. Y le pegó una cachetada.
Y entonces ella sí se asustó. Hubo gritos. Él se fue a dar una ducha. Ella armó un bolso, agarró al bebé y se fue. Tenía 200 pesos en la billetera. No supo a dónde ir. Volvió después de unas horas. ¿Cómo hace una mujer que no tiene ingresos y que sufre violencia para irse de la casa en la que convive con su agresor? ¿A dónde va? ¿Lara podía hacer la denuncia en ese momento? ¿Y después qué? La autonomía económica es un factor absolutamente esencial que interviene directamente en el ciclo de la violencia. Una mujer que depende económicamente de quien la violenta, tienen aún menos recursos o herramientas para salir de esa situación. Es un paso fundamental y necesario.
Según el informe estadístico 2023 del Sistema Integrado de Casos de Violencia por Motivos de Género, el 95,7% de las mujeres y LGBTIQ+ que buscaron ayuda declaró que sus ingresos no son suficientes para cubrir sus gastos. De ese universo, 7 de cada 10 tiene a cargo niños menores de 1 años. Además, 1 de cada 4 mujeres que sufre violencia por parte de su pareja o ex pareja está sometida a la violencia económica.
Además de asistir a la Cámara de Diputados para justificar toda esta serie de recortes, el ministro Cúneo Libarona se despachó con declaraciones abiertamente misóginas, biologicistas y discriminatorias. Dijo que rechaza la “diversidad de identidades sexuales que no se alinean con la biología” y que estos “son inventos subjetivos”. Y arremetió aún más allá. Negó la particularidad de la violencia dirigida contra mujeres y diversidades, “la violencia debe ser castigada sin importar el género del destinatario”, dijo. Y se amparó en el Corán. Tan poco le importan al ministro estos temas, que durante su intervención se percató de que estaba leyendo textual un discurso del presidente Milei. Exaltó los valores de la familia tradicional, ubicándola en el centro. Ya lo dijo Thatcher: no existe algo así como la sociedad, sólo el individuo y su moralidad, sus formas de relación familiaristas, el trabajo. Es decir, no hay comunidad posible.
Tal como señaló durante la reunión la diputada del radicalismo Carla Carrizo, el ministro desconoció leyes de ampliación de derechos que en Argentina forman parte de una tradición y de un acervo democrático. Tenemos legislaciones que reconocen el matrimonio igualitario y la identidad de género y compromisos internacionales que el Estado argentino está obligado a garantizar. Cúneo Libarona también aprovechó para justificar los despidos masivos en el Estado y la eliminación del ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidades y de otros organismos como el INADI. De esta persona dependen las políticas de prevención de las violencias de género y contra la discriminación.
Mónica Macha es diputada nacional de Unión por la Patria y preside la Comisión de Mujeres y Diversidad de la Cámara. Desde ahí se hizo el pedido de reunión. “Estamos con mucha actividad y con el rol que le corresponde al Poder Legislativo que es de control y cierta vigilancia frente a lo que está pasando”. También contó que la preocupación principal es por la destrucción de las políticas de género. “Lo que ayer quedó aún más expuesto es que hay una base filosófica totalmente diferente a la nuestra, que además va de la mano de una profunda misoginia, de la negación de la violencia por motivos de género. Lo que plantean es que, si no existe una especificidad, no la van a atender como tal, ni van a intervenir como nosotras creemos que hay que hacerlo. Y no es solamente nuestra creencia, sino que nos basamos en una experiencia de años de trabajo. Sabemos que una política de erradicación de la violencia de género requiere de equipos especializados, de una acción territorial continua, integral, comunitaria. Todo esto está destruido”, planteó la diputada Macha. También comentó que van a tener instancias de reunión con los diputados y diputadas para resolver qué pasos van a seguir.
Las declaraciones del ministro, sin dudas, construyen sentido y es en ese punto que podemos observar con más precisión la batalla cultural que se está librando en contra de la igualdad, de la diversidad, del feminismo, de los derechos y de la justicia social. Esa batalla en el plano del sentido se combina con otra, más palpable y asequible, que es el recorte de políticas que impactan e inciden de manera directa en las trayectorias vitales de mujeres y diversidades, en su empobrecimiento, y en la interrupción de sus proyectos, de intentar construir vidas dignas de ser vividas.
Es agotador, y es frustrante. Pero acá estamos, listas para volver a protestar por esta mierda.