He aquí una leyenda del futbol. Con ustedes, Juan Carlos Rulli, alias «Coco», que se inició en Primera División en Estudiantes en 1958, fue transferido a Boca en 1963 y en 1965 firmó para Racing, en donde, en los años siguientes, fue pilar del alegremente célebre «Equipo de José», ganador del torneo local en 1966, campeón de la Libertadores en 1967 y, en ese mismo año, integrante del primer equipo argentino que se quedó con el Mundial de Clubes.

Nacido en Catriló, La Pampa, tiene ahora 87 años y jugó de 11 (“Verdadero, no mentiroso”, apunta) en el Real La Plata hasta los 82. Con un metro 67 de altura y 67 kilos, este “Patrullero del medio” ostenta otras muestras en su medallero: es odontólogo recibido en la Universidad de Buenos Aires “aunque ejercí poco y nada” y en 2009 fue reconocido como Ciudadano Ilustre de La Plata. Vecino de Villa Elisa, hace unos días estuvo en Buenos Aires y durante un par de horas se reunió en un café de Palermo con periodistas de distintas generaciones, por supuesto, todos hinchas de Racing. Aceptó cada una de las preguntas y sus respuestas fueron una delicia que fue un gusto recuperar.

Desde niño estuvo en Estudiantes, donde atravesó cada una de las divisiones de formación. Hasta que, en 1963, cuando en la Argentina despuntaba aquella flor de un día conocida como “fútbol espectáculo”, viajó de la ciudad de las diagonales al barrio de la Boca, en el marco de una operación millonaria que incluyó la llegada al club xeneize de cracks de la época como Raúl Madero, igual que Rulli, uno de los pocos casos de jugadores profesionales que se titularon en la Universidad. En 1964, con Adolfo Pedernera como técnico, el Boca de Roma y Marzolini, de Rattín y González, entre otras figuras, terminó primero. En 1965 quedó en el medio de otro intercambio: llegó a Racing junto con Juan José Rodríguez y Ferreira, mientras que Sacchi y Menotti viajaron a calzarse la azul y oro. Recuerda que “el momento del club era caótico, estuvimos penando en el último puesto, y terminamos quintos. Pero, cuando llegó Juan José Pizzutti como DT todo empezó a cambiar”. A esa altura casi nadie imaginaba que en poco tiempo Racing se convertiría en el equipo atracción y que no pararía hasta quedarse con los trofeos más preciados, el continental y el mundial.

Aparece la pregunta inevitable: ¿fútbol de antes o el de ahora? “Para qué negarlo, soy del fútbol de antes. Había más tiempo para todo. Lo que veo ahora es que casi todos los equipos juegan demasiado parecido. Veo cómo al menor roce los jugadores se tiran, ruedan y, todo para simular, para sacar alguna ventaja. En mis tiempos si alguno hacía una cosa parecida nos acercábamos y en voz baja le decíamos ‘En la próxima te mato’. Y no quedaba en amenaza”. Acerca de aquél histórico 4 de noviembre de 1967 frente al Celtic escocés, Rulli (que fue expulsado, igual que Alfio Basile) confiesa: “Ese partido lo jugué, pero no lo vi. ¡Eran tantas las responsabilidades, las exigencias, lo que cada uno se jugaba, que tardé en darme cuenta de todo lo que significó”! Así lo recuerda quien era el responsable de una de las muchas cábalas del equipo. Él quedaba a cargo de que en el vestuario nunca faltara una Virgen de Luján, que todavía conserva. La Virgen hizo lo que le correspondía, pero en el Centenario de Montevideo quién le pasó la pelota (en aquél entonces no se decía asistencia) al Chango Cárdenas para que ejecutara su descomunal zapatazo fue Rulli.

Son muchos los recuerdos de distintos tiempos que salen ante la curiosidad y el afecto de esta mini hinchada de fanas. El principal invitado menciona a uno de sus hermanos, Néstor, al que considera “mucho mejor jugador que yo” (Juan Carlos llegó al mundo con una hermana mujer, melliza). También suma a la memoria a la inefable Tita Mattiussi. “Estuvo la virgen para protegernos, pero no podía faltar ella. Todos estuvimos de acuerdo para que viajara con nosotros a Escocia”. La Lujanera milagrosa seguramente también intervino para que el 25 de enero de 1967, un vuelo de Medellín a Bogotá, en el que viajaba la delegación racinguista no terminara en tragedia. En medio de una tormenta fenomenal el avión subió y cayó varias veces. “No les miento. En un momento quedamos con la cabeza pegada al techo. Ya en tierra, a salvo, varios nos miramos y dijimos muy convencidos que después de esto teníamos que salir campeones”, recuerda.

De Escocia el plantel volvió triste. Pero las posteriores, auténticas batallas de Avellaneda y Montevideo permitieron la recuperación y la obtención del título. Rulli también integró la selección nacional jugando las eliminatorias sudamericanas que, finalmente, no calificó al Mundial de México 1970. En aquellos tiempos los jugadores cobraban lo suyo, pero nada que ver con las cifras de los tiempos recientes, aquí y en el mundo. No existía la figura del representante y, agrega Rulli: “Tenías que arreglar el contrato con el presidente. En sus manos quedaba la renovación o que te colgara”. Así como fue cuidadoso con su cuerpo (“Nunca fumé, nunca tomé y si por horario había que ir a descansar a las diez de la noche siempre cumplí”) también lo fue con el dinero. “Pizzutti nos aconsejaba: ‘Muchachos, miren que esto dura poco. Cómprenle una casa a su mamá, pero también a ustedes y, si les alcanza, cómprense dos’ “.

Rulli se retiró a los 33 años, jugando para Racing. “Maschio era el director técnico. Él me dejó libre, pero de mi parte no hubo ni enojo ni reclamos. Fuimos muy amigos, como hermanos, hasta su muerte (agosto de 2024). Lo extraño mucho“. Se recibió de odontólogo siendo jugador de Racing. Quien vistió de cortos y en la cancha transpiró la camiseta albiceleste, no pudo lucir de igual manera el guardapolvo blanco en un consultorio. “Cuando dejé el fútbol pensé en ejercer la profesión, que había llegado a completar con mucho sacrificio. Pero nunca me acostumbré a estar encerrado”, se sincera. Cursó y completó la carrera de director técnico, pero fueron escasas las ocasiones de dirigir desde afuera. Una fue en 1973, en Racing, junto a otras dos glorias del club, los defensores José García Pérez y Ernesto Gutiérrez. Sigue vinculado al fútbol y a Racing. Trata de no perderse ningún encuentro en el Cilindro y a cada paso recibe saludos, recuerdos, abrazos, comentarios y pedidos de selfies.

Es razonable que así sea. Es, junto a Alfio Basile (81) y el arquero Antonio Spilinga (85), uno de los mohicanos de esa tribu futbolera que fue el Racing campeón mundial de clubes. Integró delanteras formidables en los equipos a los que perteneció. En el Racing de 1966 tuvo en sus brazos a Gustavo Costas, entonces niño-mascota-hincha académico y hoy técnico campeón. El 23 de noviembre de 2024 viajó a Asunción del Paraguay invitado por la Conmebol para que junto al brasileño Ricardinho introdujera la copa en el campo de juego. Sencillo, amable, muy actualizado, Rulli, que debutó en el Taponazo Futbol Club, de Catriló, vive en La Plata junto con Eloísa su mujer y con la cercanía de sus cuatro hijas, todas profesionales, y sus nietos. Un proyecto lo moviliza: con la ayuda de un periodista platense está apilando recuerdos con la idea de publicar un libro de memorias. Ojalá que este intercambio sea un pequeño aporte para cumplir con el nuevo sueño, de un Rulli contado y escrito.

* En esta charla con el señor Juan Carlos Rulli participaron los siguientes hinchas de Racing: Carlos Inzillo, Humphrey Inzillo, Diego Rosemberg, Edgardo Kawior, Alejandro Wall y Carlos Ulanovsky.