Plaza de héroes es la última obra teatral del escritor austríaco Thomas Bernhard. Desarrolla la tragedia en una familia que acaba de regresar a Austria después de 50 años de exilio, desde 1938, cuando miles de austríacos recibieron con ovaciones a Hitler. Esos gritos resuenan en esa casa en 1988. Bernhard retoma su discurso contra el fascismo y contra todo el sistema económico-social basado en la exclusión, la discriminación y la explotación. Hablan las personas y habla la historia. Hasta las paredes parecen hablar en esta obra.
No tiene un desgarrón, la obra que interpretan Julieta Cardinali y Vera Spinetta con dirección de Rita Cortese, es una adaptación del primer acto de Plaza de héroes. Ellas traen las voces de la señora Zittel, ama de llaves, y Herta, la criada. Son las únicas trabajadoras y desde su mirada se reconstruye ese universo del poder y de la trama de la historia. Durante la entrevista con Tiempo, Cardinali y Spinetta conversan, se pasan la palabra, y sin pensarlo en varias ocasiones dicen lo mismo, al mismo tiempo. Ese modo de avanzar en la charla, con coincidencias y convicción, habla de un trabajo que se notará en el escenario.
–Thomas Bernhard es un autor con un lenguaje poético. ¿Cómo llevan ese estilo a esta puesta?
Julieta Cardinali:–Ese fue el principal objetivo en el cual nos enfocamos desde que estamos juntas. Lo hicimos a partir del gran trabajo con nuestra directora, Rita Cortese y con Carolina Santos, ya que juntas hicieron la adaptación de este texto clásico. Nuestro trabajo fue encontrar cómo decir estos textos poéticos sin que sean…
Vera Spinetta:–¡Solemnes!
J.C.: –Claro. Ni solamente narrativos, como si sólo recitáramos un texto. El trabajo fue hacer carne estos textos, escritos a fines de la década de 1980, pero que tienen una actualidad abismal. Era importante porque los textos están dichos de la manera en que fueron escritos. Como actriz este fue un trabajo muy interesante y creo que logramos que esos textos sean…
V.S.:–Cotidianos, que tengan verdad y que no suene como algo colocado. Tenemos que habitarlos. Hay muchos conceptos encerrados en esos textos. Nos encontramos con frases que te dejan vacilando, preguntándote cómo decirlos para que se sienta que es algo que está ocurriendo en ese momento, que lo estoy sintiendo y que lo estoy entendiendo por primera vez. Decir todo eso desde un lugar de verdad y de descubrimiento, que en definitiva es lo que tiene el teatro, ocurre ahí mismo y en ese momento.
J.C.:–Son textos que nos interpelan constantemente mientras los vamos diciendo, con los que siempre me pasa algo, me transportan. Estamos fascinadas con eso. Hablan de la actualidad del texto, siendo que fue escrito en 1988 y en el que resuena lo que ocurrió en 1938. ¿Podemos pensar en 1938 resonando en 2024?
J.C.:–Es como que todo vuelve a comenzar, y siempre volvemos a estar en un mismo lugar. Como si fuese una calesita, por momentos. Lo que tiene este texto es que interpela a esa calesita. Eso es lo interesante. Esto sucede en Viena, son dos mujeres que están trabajando en una casa de una familia de clase alta, y podría estar pasando en Recoleta. Se habla sobre Viena y sobre Hitler y sobre lo que pasó. Pero con eso habla mucho del avance de los discursos de odio. Eso es lo que está pasando también ahora.
V. S.:–Se habla de los desclasados…
J. C.:–Exactamente, qué pasa con los desclasados y qué pasa con las diferencias de clase. ¿Quién es quién en el mundo y en una casa? ¿Quién sirve? ¿Quién se deja servir? ¿Qué hace el que se deja servir por las que le sirven?
V. S.:–Es lo mismo que pensamos todos. Incluso quienes vienen a verla y que no pueden creer lo actual que es, sobre todo en nuestro país en este momento. Este es un momento donde se tienen que decir cosas y esta obra lo hace.
J.C.: –Es una reflexión sobre un país que tiene un montón de gente abandonada, que está fuera del sistema: sobre dónde se para uno y dónde se para el otro y qué hacemos nosotros frente a eso. Además, es sobre dos personas que son de una clase trabajadora y trabajan para gente con mucha plata.
–¿Cuál fue el trabajo que hicieron para que ese pasado funcione como presente?
J.C.:–El equipo es realmente increíble (Vera reafirma eso). Esta es la primera obra dirigida por Rita Cortese y eso es un hecho teatral en sí mismo. Hace que todos tengan ganas de sumarse. Mónica Toschi, que hace el vestuario, es una genia; Diego (Méndez Casariego) es escenógrafo de ópera en Europa, vive en Barcelona y se vino para esta puesta, que es muy visual. Somos dos personas que están vestidas de luto, y eso te pone en un estado un poco clásico. Pero sobre eso están la escenografía y el vestuario que son hechos artísticos por sí mismos.
V.S.:–La escenografía es minimalista y a la vez imponente. Lo que está, está por algo, no hay relleno, no hay cosas sin uso o sin un determinado concepto.
J.C.:–Como dice Vera, no habla de la época: habla de un concepto. Eso se ve en la escenografía.
–¿Cómo es trabajar con Rita como directora?
V.S.:–Maravilloso. Desde el comienzo todo fue como un gran un sueño. Es alguien a quien admiro y le sigo los pasos. Tener el honor de estar siendo dirigida por ella es una recompensa de la vida. Cuando me sumé imaginaba que iba a aprender mucho, y es lo que está sucediendo. Es muy generosa con sus conocimientos, todo lo que propone siempre es acertado. Sus maneras de jugar y de encarar el trabajo van generando que, de pronto y sin saber cómo, llegues a un lugar y entiendas que todo el camino que fue trazando era correcto. Además, tiene una dedicación tremenda para el proyecto, está en esto con mucho amor.
J.C.:–Es una escuela lo que estamos haciendo. Ella es un libro abierto en todo sentido. Desde los primeros ensayos con Vera sentimos que es como si hubiese dirigido toda la vida. Eso tiene que ver con que ella fue formada en el teatro clásico. Además, es la actriz que más interpretó Bernhard en la Argentina. Es una fanática suya y nos está inculcando eso a las dos. Nos trae textos o nos lee poemas, con ella estamos en el mundo de Bernhard todo el tiempo. Yo no me animaría a hacer esta obra tan difícil si no fuese que estamos bajo su mirada. Al principio, cuando estábamos ensayando, yo me sentía como volviendo a los inicios de las clases de teatro, volviendo a experimentar. Ensayando con Rita volví a entender por qué elegí ser actriz.
–¿Cómo imaginan que el público va a encontrarse con esta puesta?
-J.C.:–Vino un amigo nuestro y dijo algo que creo que lo resume y para mí fue muy importante. Salió muy emocionado y dijo que es como encontrarse con un teatro que ya no se hace, como volver a encontrarse con un teatro que ya no se ve, y que eso se agradece mucho. Con que pase un poquito de eso que le pasó a él, somos felices.
–Es una obra distinta.
V.S.:–No me quedan dudas. Hacer esta obra es proponer un teatro que ya no se ve.
–¿Se sienten cómodas haciendo este tipo de teatro?
-J.C.:–A mí me encanta. Yo soy muy fanática de ir a ver teatro, me veo todo y disfruto y festejo cada hecho artístico. Esta es nuestra elección y nos sentimos cómodas.
V. S.:–Totalmente.
J. C.:–Yo soy muy amiga de Rita, hace muchos, muchos años. Veníamos con ganas de hacer algo en el teatro. “Algo que tengamos ganas de contar” era nuestra frase. Algo que nos interpele. Buscando y buscando un día Rita me dice «esta la obra que hay que hacer». Y cuando se la pasamos a Vera, le pasó lo mismo.
V. S.:–Exactamente. «Esto sí lo quiero decir», pensé al instante. «
No tiene un desgarrón
Adaptación: Rita Cortese y Carolina Santos de la obra Plaza de héroes, de Thomas Bernhard. Con Julieta Cardinali y Vera Spinetta. Jueves a las 20 en Dumont 4040, Santos Dumont 4040.
Cardinali y los ataques a la cultura
Durante el gobierno de Javier el desfinancimiento y ataque a la cultura argentina se hicieron políticas de Estado. «Me da una tristeza profunda. Me considero una persona privilegiada a la que por el momento no le falta nada, pero trabajo en una industria que está recibiendo muchísimo maltrato. No entiendo cuándo hacer arte se convirtió en algo malo. Se festeja que se queden miles y miles de familias sin trabajo y eso no debería suceder en ninguna industria. Es muy injusto cuando la gente habla sin saber y dice que ahora le ahorran al Estado no sé cuánta plata. Eso no es verdad. Cuando lo repiten y lo repiten algo de esa mentira queda. Dicen ‘ah, pero robaron’. Si alguien robó, que se demuestre y que se condene. Muchas veces mis amigas y mis compañeras recibimos eso de ‘se les acabó el curro’. ¿Qué curro? Yo trabajo desde que tengo 14 años, nunca nadie me dio un centavo. Estoy de acuerdo en que si los entes estaban mal manejados, se ordenen. Pero no pueden destruir una industria, porque están destruyendo la cultura de un país y estás destruyendo la identidad. Quedaron muchísimas familias sin trabajo y parece que no le importa a nadie».
Vera Spinetta y las olas de violencia
Estos tiempos de la Argentina no son sencillos para casi nadie y Vera Spinetta no está entre las excepciones: «Tengo la mirada puesta en mis hijos. Una hija mujer y un hijo varón, y estoy muy consciente de la crianza de esos seres, que vienen al mundo con mucha información, como todos los niños. Creo que es importante poder fomentar conciencia para las nuevas generaciones, porque hay algo que se va mejorando o al menos eso espero. Quiero que mis hijos puedan vivir en un país justo, en libertad, igualdad de condiciones, con derechos, sin discriminación, con empatía. Esto nos pasa también como mujeres. Parece que muchos creen, desde la ignorancia, que el feminismo somos mujeres que odiamos a los hombres. Es una locura. No va por ahí, es simplemente tener igualdad de condiciones y estar respaldadas, que estemos sanas, vivas. Entonces eso es a donde apunto. Trato de no resentirme con estos oleajes de odio que nos llegan. De entender que no nos corresponden, y busco seguir por un camino de empatía, de amor y de construcción.
–¿Cuánto te sirve el teatro en este contexto?
–Es mi reparo.