La Unión Europea habilitó la semana pasada el primer pago de los ingresos generados por los activos rusos inmovilizados en el continente por las sanciones impuestas desde la operación militar del 24 de febrero de 2022 en el Donbass. Son unos 1500 millones de euros destinados a sostener la capacidad bélica de Ucrania.

El gobierno de Cuba estima que solo entre 2022 y 2023, el bloqueo contra la revolución causó pérdidas por 4870 millones de dólares y desde el año 1960, cuando se puso en marcha, casi llega a los 160.000 millones.

Por sanciones contra el gobierno chavista, hay 31 toneladas de oro retenidas en el Banco de Inglaterra por valor de unos 2000 millones de dólares y en Estados Unidos una corte de Justicia autorizó la venta forzosa de la filial de Petróleos de Venezuela (PDVSA), Citgo, que tiene tres refinerías y más de 4200 estaciones de servicio en todo el país.

La moraleja en estos casos es que todo gobierno que intente remar contra la corriente ordenada desde Washington padece las consecuencias. Sobre esas espaldas se ejerce el latigazo ejemplificador de un imperio que en su caja de herramientas solo tiene un rebenque.

En el caso de Venezuela, en enero de 2019 el diputado Juan Guaidó fue designado “presidente encargado” en abierto desafío de la Asamblea Nacional al gobierno de Nicolás Maduro. Con el apoyo de la Casa Blanca, entonces en manos de Donald Trump, y de mandatarios de la derecha regional, Mauricio Macri entre ellos, hubo un conato de invasión en la frontera con Colombia, en febrero. La estrategia de “sacar del poder” en los papeles a un líder molesto, en el país caribeño no funcionó. Pero el poder judicial británico encontró allí la excusa perfecta para no autorizar a que la presidencia de Maduro pudiera recuperar el oro. Bastaba con preguntar a las autoridades del Reino Unido a qué autoridades reconocían y listo. O sea, se lo podía llevar Guaidó porque era “legal”, aunque nunca ejerció el cargo ni pudo implementar ninguna medida que la ciudadanía venezolana hubiese cumplido. Su presidencia fue un sello de goma, en pocas palabras.

En el mientras tanto, la economía de Rusia creció gracias a las sanciones, porque si bien tiene bloqueados unos 300.000 millones de euros en bancos europeos, ya se había preparado desde las primeras sanciones, cuando en 2014 incorporó Crimea a la Federación. Moscú despegó su economía tanto del dólar como del comercio con Occidente. En 2023 creció 4,9% y en lo que va del año lleva 5,4%. Medido en Paridad de Poder Adquisitivo, su PBI es el quinto en volumen del mundo, arriba de Alemania, Francia y el Reino Unido y apenitas por debajo de Japón.

A lo que íbamos es a que todo bloqueo o medidas de castigo tiene sus bemoles si se tienen espaldas, pero los países de la región no cuentan con las mismas armas que un país con recursos no solo minerales sino tecnológicos y políticos como para esquivar los golpes. Por eso, entre otras cosas, la elección de hoy en Venezuela tiene un enorme impacto regional. Porque para la oposición decir que la situación económica no es la ideal es fácil y tiene asidero, pero ignorar el contexto es ciertamente tramposo. Sin esas enormes coerciones de las principales potencias económicas del mundo otro sería el cantar. O no, pero como no dejan lugar a comprobarlo… «