Era como tener a Dios, entendí que era un proyecto de vida dicen que dijo Vasco Szinetar, el fotógrafo y escritor venezolano cuando se fotografió a sí mismo junto a Jorge Luis Borges. Esa foto se convirtió en su carta de presentación y a partir de ese momento se dedicó a fotografiarse con diferentes figuras de la literatura como si el arte de atrapar la luz y el de dejar signos sobre el papel no tuvieran otro destino que estar juntos.
Así como durante los últimos 30 años su cámara captó su propia imagen y las de los monstruos sagrados de la literatura. Este artista venezolano singular visitará la Argentina entre el 23 y el 27 de este mes invitado por la Dirección General del Libro, Blibliotecas y Promoción de la lectura. A partir del lunes 23 de abril se exhibirán tres muestras de su vasta obra. Descoloridos, en la Biblioteca Casa de la Lectura; Cheek to Cheek y Frente al espejo, en la Biblioteca Ricardo Güiraldes. Además, realizará una serie de actividades con el público en las bibliotecas de la ciudad, ofrecerá una charla sobre su obra y su técnica como fotógrafo y tendrá un encuentro con fotógrafos locales en la Biblioteca Ricardo Güiraldes. El 27 y 28 de abril tendrá actividades programadas en la 44° Feria del Libro de Buenos Aires, en una conversación abierta en el stand del Ministerio de Cultura.
Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Marcel Marceau, Fernando Savater, Dizzy Gilliespie, Arthur Miller, Tadeus Kantor, Sálman Rushdie, Emil Ciorán, Gay Talese, Roberto Bolaño, Leila Guerrero, José Saramago son sólo algunas de las figuras que captó con su cámara.
Cada muestra aborda una mirada particular del autor sobre diferentes referentes culturales del mundo dicen los organizadores. Descoloridos se presenta como una serie de retratos de personalidades de la cultura, escritores, actores y directores, quienes son fotografiados en la vulnerabilidad de sus viajes al exterior. Impecables, frágiles y en estremecedora soledad, se destaca la prolija técnica del artista y su aguda sensibilidad. Cheek to cheek y Frente al espejo, sus obras más características, invitan al juego y a la cotidianeidad de los diferentes personajes. Con la hoy llamada selfie, convence y seduce a sus retratados a compartir el sueño del espejo.
Tuve mi primera cámara a los doce años dice Szinetar en una entrevista- y comencé a hacer fotografías en el entorno en el que viví: mis amigos, mi familia y la gente que iba a mi casa, gente de la política, de la cultura porque yo vivía con mi abuelo y tomaba alguna foto. Tenía una camarita irrisoria. Cuando viajé a Polonia comencé a hacer fotografía mucho más en serio. Ya tenía una cámara rusa Zenith que me habían regalado y así fui escalando hasta llegar a la Nikon con la que mantenido una relación amorosa durante 40 años y le he sido completamente fiel.»
«Los principios del selfie como expresión colectiva están ligados a mi trabajo. Con Las meninas de Velásquez y también con Rembrandt el artista comienza a incorporarse a su obra, a meterse en el espacio visual y a autorretratarse. En mi caso, lo hice con el espejo. En la historia de la fotografía hay infinidad de artistas que se retrataron. Lo que hace mi trabajo particular es que es un trabajo obsesivo que se desarrolla en 40 años. Es una obsesión a la que le he sido fiel. Lo primeros retratos que hice en los que me inclui frente al espejo fueron los de Jorge Luis Borges, Emile Cioran ( ). A Cioran lo había leído en la traducción de Savater y me parecía un pensamiento sumamente corrosivo, sumamente irónico, a contracorriente de lo que uno estaba acostumbrado a leer que eran muchas cosas impregnadas de ideología.
Nacido el 7 de diciembre de 1948, Szinetar es hijo de padre rumano, Andrés Szinetar y de madre muy criolla, Esther Gabaldón. Tiene un frondoso curriculum como fotógrafo y también se ha dedicado a escribir poesía. Ha realizado infinidad de exposiciones y también ha cosechado una gran cantidad de premios. La literatura lo ha marcado doblemente, tanto en su poesía como en sus imágenes. Es que mi casa está llena de libros explicó cierta vez-, porque los libros son seres humanos, irradian un aura; los libros acompañan, saben que estás. Los libros tienen esa carga sumamente importante porque te arropan, te dan tranquilidad, inclusive, cuando están dormidos, cuando están allí en la librera.