Las universidades del país estamos iniciando el segundo año lectivo desde que Milei asumió y la foto es terrorífica: presupuesto congelado a 2022 y salarios a los que le sobran 4 meses del año, con aumentos siempre por debajo de la inflación. A punto de cumplirse el primer aniversario de la gran marcha universitaria, ¿qué hizo que tantas personas se movilizaran en todo el país por la universidad? 

Seguramente, muchxs de lxs que marcharon no lo hicieron por la universidad como idea abstracta sino por su universidad, la que está en su ciudad, en su región, a la que van sus parientes, sus vecinos. Es que en las últimas décadas la universidad argentina se volvió una institución próxima. Si en otros tiempos para lxs jóvenes de muchas ciudades y pueblos la decisión de estudiar una carrera universitaria implicaba migrar; hoy las universidades son parte del tejido social a lo largo y ancho de nuestro vasto territorio: el sistema universitario tiene presencia reticular y ese despliegue se vio en las cientos de marchas que se dieron en todo el país. Esta revolución de proximidad universitaria no sólo transformó a los territorios en los que florecieron universidades; también transformó a las casas de estudio, muchas de ellas receptoras de jóvenes de primera generación de universitarios en sus familias, con nuevos desafíos y preguntas respecto del rol de esta institución medieval.

Foto: Prensa Diputados

Por otro lado, quedan pocos espacios compartidos por las distintas clases sociales y la universidad es uno de ellos desde el desarancelamiento de 1949. Si la década de los noventa y la proliferación de prepagas, escuelas privadas y barrios cerrados profundizaron la distancia entre las clases; la universidad pública supo sortear esa lógica y seguir siendo una institución a la que va desde la hija del gran empresario nacional hasta el hijo de una trabajadora de casas particulares con cama adentro, pasando por la clase media que en buena medida sigue debiendo su existencia al tránsito por sus aulas. 

En tercer lugar, la universidad es un espacio de sueños y futuro. En un momento en que cuesta mucho imaginar el porvenir y pensar proyectos, la educación superior es una institución que convoca al deseo. Y eso no es poca cosa. En nuestro país se puede elegir qué estudiar, se pueden imaginar futuros distintos. En nuestro país la cuna en la que naciste no sella tu destino.

Las razones que movilizaron a un millón de personas el 23 de abril del 2024 son también probablemente las que hacen que este gobierno se haya propuesto destruir la educación superior y universidad argentina tal como la conocemos. No es el primer gobierno en intentar clausurar horizontes en nombre de la libertad: en septiembre de 1955, pocos días después de la concreción del golpe de estado que desplazó a Perón, el contraalmirante Arturo Rial sentenció frente a un grupo de dirigentes sindicales: “Sepan ustedes que la Revolución Libertadora se hizo para que en este país el hijo del barrendero muera barrendero”. 

La movilización más importante del año pasado frenó la avanzada privatizadora sobre las universidades y le arrancó al gobierno presupuesto para que las casas de estudio puedan tener la luz prendida. Pero las universidades son mucho más que un conjunto de aulas, tizas y pizarrones: sin sus trabajadorxs están condenadas a desangrarse. Con cada docente y no docente que tiene que abandonarla porque el salario no alcanza, con cada investigador que se va del país porque no encuentra dónde desarrollar su tarea, no sólo hay una oportunidad personal que se pierde, hay una horizonte colectivo que se clausura. En defensa de la universidad que tenemos, pero también por la universidad que soñamos para nuestra patria, este lunes y martes hacemos paro total de actividades. Un paro que pone sobre la mesa un estado de alerta y señala la hora de peligro.

*Sec. gral del Sindicato Docente de la Universidad Nacional Arturo Jauretche (ADEIUNAJ)