Entre el 10 y el 20 de marzo de 1989, por primera vez el arte under en sus distintas manifestaciones salió de los márgenes y produjo un hecho cultural sin precedentes  irrumpiendo en el ámbito institucional estatal como una bocanada de aire fresco. En el Palais de Glace, el Centro Cultural Recoleta y en el anfiteatro San Martín de Tours se dieron cita el teatro, la música, la danza, la moda, el cine y video, la literatura, la historieta, las artes plásticas, la  fotografía, el diseño gráfico y la industria de la mano de Andrés Calamaro, Gabriel Chame Buendia, Martín Churba, las Gambas al Ajillo, Ana Frenkel, Carlos Casella, Guillermo Martínez, Sergio Olguín, Luis Ziembrowski entre muchos otros.

En ese momento los artistas Adriana Miranda, RES y Marcos López fueron los encargados de registrar las imágenes de esta ebullición cultural. Hoy, esos mismos artistas rescatan algunas de ellas de sus propios archivos para conformar la muestra Primera Bienal de Arte Joven, 1989 en la Casa Nacional del Bicentenario.

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Foto: Susana Maresca

Cuando el under salió de los márgenes

La efervescencia juvenil, la soltura de los cuerpos y la calle como atril del arte en plena primavera democrática, todo eso puede verse en la exposición Primera Bienal de Arte Joven, 1989. La muestra, que cuenta con una selección de fotografías hechas por Marcos López, Adriana Miranda y RES durante la Bienal, está enmarcada en el ciclo de exposiciones 1983 -1989. Imágenes de una democracia en construcción, y se podrá visitar hasta el 24 de septiembre.

En diálogo con Tiempo, RES cuenta que los estímulos visuales de la Primera Bienal de Arte Joven eran infinitos. “Llegaban miles de personas todos los días. Ahora que vuelvo a ver las fotos y recuerdo el clima de la época, veo que había un planteo político que pasaba por la alegría básicamente y no era totalmente consciente, pero era recuperar la pulsión vital, pese a todos los problemas que se pudieran presentar. Para mí lo importante fue eso, había algo en el cuerpo también, había mucha piel, la gente se tocaba, se besaba, se desnudaba, se abrazaba…Era la contracara de la represión que vivimos y que sufrimos en la piel también”.

Res fue uno de los tantos argentinos que se exiliaron en México durante la dictadura. Se fue a los 20 años y volvió a los 28, en 1985. Tres años después, en la Bienal, se encontró con caras conocidas, compatriotas que habían pasado por el exilio y compartido con él algunas fiestas en México. “Había una enorme cantidad de gente y una gran pasión y necesidad de encontrarse, estar con los otros, divertirse y estar bien”, dice,

Y continúa: “No se priorizaba la mercantilización de nada. Había un planteo muy distinto. Si hoy en día vas a ver los festivales de artes visuales, tienen un carácter totalmente diferente porque lo que prima es la mercancía. Esta convocatoria fue masiva y no tenía eso como prioridad. La aproximación era desde otro lugar. La gente iba a quererse, a tocarse y a entablar relaciones, eso era lo prioritario, cualquier otra cosa venía luego”.

Foto: Susana Maresca

Los cambios de la sociedad

Si bien RES marca un contraste con el presente, también lo hace con los cambios en la sociedad que sobrevinieron de manera inmediatamente posterior. “Tenemos que tener en cuenta que el VIH/sida, si bien ya circulaba, no había todavía afectado la sociabilidad, los hábitos y la moral como lo afectó después. Entonces, las personas tenían la posibilidad de tocarse de otro modo, y el arte creó una situación a partir de eso en donde lo performático era la relación entre los cuerpos, todo el tiempo”, cuenta.

De la Bienal participaron artistas como Guillermo Angelelli,Ca Batato Barea y Alejandro Urdapilleta, pero no había una distinción y, en determinado momento,  si había un escenario no se podía establecer el límite entre el escenario y el público. La gente circulaba tras bambalinas. Las fronteras entre los perfomers, los músicos y el público se habían diluido totalmente”, detalla RES, quien además de fotografiar la Bienal, había participado de la curaduría de la exposición fotográfica del evento.

El trabajo, cuenta, fue vertiginoso y demandó atención 24/7. “Los tres fotógrafos, Adriana, Marcos y yo, llevábamos flashes de estudios de mucho potencia, y accesorios de luz de distinto tipo y los movíamos sin ningún tipo de precaución y cuidado en medio de un montón de gente. Y además nos habilitaron un laboratorio en Recoleta (en esa época era todo analógico y fotoquímico), para que procesáramos ahí mismo».

«Ahí recuerdo que se fue haciendo un archivo, debemos haber hecho miles y miles de negativos y copias. Nos instalamos ahí, convocábamos a la gente a un sitio para armar, armábamos una escena, y mientras íbamos a registrar obras de teatro, hacer las reproducciones de pinturas, de las fotografías, de los conciertos de música; todo eso en el mismo día lo procesábamos e imprimíamos algunas copias que iban a prensa y también nos hacíamos tiempo para divertirnos, bailar ahí adentro y hacer los envíos a los medios”, detalla.

La exposición se enmarca en el aniversario de los 40 años de democracia. “La imagen del advenimiento democrático como un punto y aparte nos resulta, cuanto menos, inexacta. Porque fueron muchos los años de aprendizaje, años de una democracia quizás temerosa pero sin dudas irreversible”, dice el texto curatorial. En las fotos de la Primera Bienal de Arte Joven pueden verse los pasos hacia esa certeza, entrelazada con el roce de los cuerpos como potencia irreverente y transformadora.

Con entrada libre y gratuita, la exposición podrá visitarse del 25 de agosto al 24 de septiembre, de miércoles a domingos de 15 a 20, en Casa Nacional del Bicentenario (Riobamba 985, CABA).