La tecnología de ARN (ácido ribunocleico), utilizada en el desarrollo de vacunas para el Coronavirus, también puede aplicarse a los cultivos. Sólo que en lugar de «ARN Mensajero» (que utiliza la información de los genes para producir proteínas) se trata de un «ARN de interferencia» cuyo funcionamiento es exactamente el opuesto: permite silenciar genes mediante la degradación de ARN mensajero (ARNm) y suprime la síntesis de proteínas. Basada en este enfoque, la firma Apolo Biotech, creada por el biotecnólogo e investigador del Conicet Federico Ariel, desarrolló un bioproducto que refuerza las defensas de las plantas para combatir hongos y otros patógenos, evitando con esto el uso de pesticidas y fungicidas.
Apolo Biotech utiliza ARN exógeno (producido fuera de la planta) para «entrenar» a las plantas en el desarrollo de una respuesta inmune contra distintos tipos de hongos que atacan a plantaciones de frutales, hortalizas y cultivos extensivos como el trigo.
“El ARN es una molécula presente en todas las células vivas y juega un rol esencial en la transmisión de información genética y la regulación de la expresión génica”, destacó Ariel.
“Hacemos una modulación de genes de plantas y patógenos utilizando ARNs exógenos de interferencia. Estos ARNs actúan como “interruptores” que silencian funciones esenciales de los hongos, debilitándolos”, explicó. A diferencia de los agroquímicos tradicionales, que actúan directamente sobre los patógenos, el “efecto vacuna” estimula el sistema inmunológico natural de las plantas, haciéndolas más resistentes a las enfermedades.
“Lo que hacemos en el laboratorio es usar el ARN para darle información a la planta sobre esos hongos, y que se defienda. Reemplazamos químicos por información”, apuntó el biotecnólogo y emprendedor.
Ciencia básica y aplicada
Los estudios sobre el ARN mensajero le valieron a Katalin Karikó y a Drew Weissman el premio Nobel de Medicina en 2023. A su vez, el método usado para aislar el ARN está basado en las investigaciones de Frances Arnold, científica estadounidense que ganó el Nobel de Química en 2018 por su trabajo en la evolución dirigida de enzimas. Se trata de un método de ingeniería de proteínas que acelera los procesos enzimáticos (que catalizan reacciones químicas) para crear nuevas moléculas con múltiples propósitos. En este caso, el objetivo es activar mecanismos de defensa internos de las plantas.
“Empezamos con verduras y frutas como cítricos y frutillas, que al contener agroquímicos no se pueden exportar, sobre todo a mercados como el europeo, que están poniendo cada vez más restricciones a los productos químicos”, comentó Ariel.
Este año, la firma inauguró una planta piloto de ARN que es pionera en América Latina y está enfocada en exportar esta solución a mercados internacionales, y desarrollar nuevos bioproductos que permitan combatir distintos patógenos como virus, bacterias y otros microorganismos. Actualmente, su primer biofungicida está en fase de aprobación por parte de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT).
“Apuntamos a que se lo considere como bioproducto para que pueda ser usado en agricultura orgánica. Europa aprobó su “estrategia del Campo a la Mesa”, que es básicamente un calendario de prohibición por el que no se podrán importar alimentos que contengan rastros de agroquímicos”, comentó Ariel. “El tema es que, al ser un desarrollo novedoso, el camino regulatorio es más complejo ya que no existen antecedentes”.
La compañía, con treinta empleados y ubicada en el Parque Tecnológico Litoral Centro, en Santa Fe, obtuvo un aporte no reembolsable por parte del ex Ministerio de Ciencia y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). También recibió apoyo de la Fundación Sadosky, destinado al desarrollo de una plataforma informática para el diseño de moléculas ARN.
“Nuestro proyecto tiene un triple impacto: por un lado, beneficia a los productores, ya que evitamos el uso de agroquímicos; también a los trabajadores y a comunidades afectadas por las fumigaciones; y a los consumidores, que acceden a alimentos saludables y a su vez respetuosos con el ambiente”, sostuvo el fundador de Apolo Biotech. “Hoy existe un dilema entre el aumento de la productividad y el cuidado de los ecosistemas, y ese dilema se resuelve apoyando y financiando más a la ciencia”, concluyó.