¿Quién es Ernesto Bertani? Quienes aún no lo conozcan tendrán la oportunidad de hacerlo a partir del 7 de septiembre en la Galería Zurbarán donde expondrá su obra más reciente. Mientras tanto, es posible decir que existen muchas formas de responder a esta pregunta, pero sin duda, hay dos que son fundamentales. 

La primera respuesta es: “Ernesto Bertani es un artista plástico argentino que nació el 3 de febrero de 1949, en Buenos Aires. Estudió con Leonardo Rodríguez y Víctor Chab. Vive y trabaja en Parque Leloir, en la Provincia de Buenos Aires. Es considerado un pintor urbano porque refleja en sus obras el sentir del ciudadano de las grandes urbes, el hombre que utiliza la vestimenta como su segunda piel.Creativo, original, ingenioso, es respetado y admirado en nuestro arte. A partir de 1976 expone colectiva e individualmente en galería, salones y bienales del país y del exterior.” 

Todos estos datos que figuran en la web de Galería Zurbarán son rigurosamente ciertos. Sin embargo, como sucede siempre con las señas biográficas, a pesar de ser ciertas, no definen plenamente a quien describen. La segunda respuesta tampoco agota la esencia de Bertani, pero se acerca más a su fibra sensible. Ernesto Bertani cumple de manera paradigmática la aseveración de que tal vez no se es de ningún país, sino del país de la infancia. Alguna vez contó que de chico le fascinaban los muestrarios de telas de las sastrerías, esa selección de pequeños retazos de colores y texturas que solían tener un borde cortado con una tijera de picos. Aquel mundo entró de lleno en su trabajo plástico. 

En efecto, Bertani suele pintar sobre tela de casimires, aquellas nobles telas de trajes masculinos cuyos muestrarios los sastres solían mostrarles a sus clientes para que eligieran. También pinta sobre telas de tapicería. El mundo textil es el punto de partida de su creación en la que, por supuesto, abundan señores formales vestidos de traje y mujeres formales y no tanto con ajustados vestidos. 

Es posible que los textiles sobre los que trabaja sean una suerte de conjuro contra el terror que puede producir la tela en blanco. Cuando comenzó a pintar sobre soportes no convencionales con aerógrafo, no había en la Argentina lugar en que ese procedimiento pudiera estudiarse, por lo que fue aprendiendo sobre la marcha, con el método de ensayo y error. 

En su pintura suele también haber lápices, como si, excelente dibujante, quisiera hacer público en su trabajo los elementos de los que parte para su creación. Quizá los lápices sean también una evocación de la caja de “pinturitas” de la infancia. Lo cierto es que él mismo creó un ilusorio lápiz redondo, corpóreo, cuyas dos puntas se tocan, como si se tratara de la serpiente que se muerde la cola, una imagen que en la Edad Media representaba el infinito. Afirma, además, que le gusta hacerle “un homenaje al lápiz porque es el instrumento básico de lo que hacen todos las personas que crean”. De hecho, en algunas de sus pinturas los ha dejado crear a ellos mismos, como si él no interviniera la acción. Así puede verse lápices que definen contornos de cuerpos, que dibujan realidades sin la intervención del pintor. 

A esta segunda respuesta se podría agregar que, paradójicamente en su casa y estudio de las afueras Bertani convoca en sus pinturas a los personajes de la ciudad. También, que en su estudio la luz entra a raudales por ventanas de vidrios repartidos compradas en una demolición y colocadas generosamente, en abundancia. Los vidrios de colores que las rodean constituyen también un hecho plástico cuando el sol les da de lleno y los hacer colorear sutilmente el ambiente. Se trata de esas viejas ventanas de hierro que ahora se han puesto de moda y suelen encontrarse en casas y bares de Palermo, pero que Bertani colocó mucho antes de se pusieran de moda lo vintage. 

Se autodefine como anárquico y rebelde, lo que lo hizo ponerse a estudiar “en serio” de grande. Dice que comenzó con la escultura, una disciplina que le fascina y que espera retomar en algún momento. De hecho, en una de sus muestras pudo verse todo un mundo corpóreo hecho de silicona. Considera que el arte es un hecho comunicacional que no tiene sentido si alguien no lo ve y que por eso le interesa ser realista, para ser más eficaz desde el punto de vista de la comunicación, mejor comprendido por el espectador. 

Cuando se le pregunta acerca de su pintura contesta que se trata de una disciplina en la cual “la reflexión sobre uno mismo es permanente”. Podría agregarse a su afirmación, que su pintura siempre cuenta algo, sorprende una escena como si fuera una cámara de fotos poco convencional. Por suerte se han acabado los tiempos en que la pintura narrativa era criticada porque cada disciplina defendía a capa y espada su especificidad, su propio territorio. Hoy han comenzado a borrarse las fronteras entre las artes y narrar con un pincel o con un lápiz se considera una operación legítima. De todos modos, Bertani nunca necesitó permiso para ejercer su arte. 

La galería Zurbarán está ubicada en Cerrito 1522, CABA. La exposición de Bertani es con entrada libre y gratuita, de lunes a viernes, de 10 a 21 y los sábados de 10 a 13 a partir del 7 de septiembre.