Una gigantesca boca con grandes colmillos a los lados,  rodeada por llamaradas de fuego, se alimenta de una fila infinita de seres humanos que caminan hacia sus fauces. Esa es la imagen que podría ilustrar la noticia. Su dimensión fue ignorada por los medios del establishment argentino, que tienen todos como línea editorial defender la política exterior de los Estados Unidos de manera inconmovible y acrítica. No importa lo que haga, si respalda el golpe de Estado contra Evo Morales en Bolivia o si, como muy de vez en cuando también ocurre, defiende alguna causa humanitaria.

El Congreso de Estados Unidos aprobó el pasado jueves un presupuesto militar de 840 mil millones de dólares para el año 2023. Sigue siendo el más alto del planeta. Es diez veces superior al de Rusia, el gran rival en el territorio de la defensa, y cuatro veces mayor que el de China, que por su dimensión demográfica tiene el ejército más poblado del mundo. El gasto en defensa de EE UU equivale a casi dos años del PBI de la Argentina; 42 años del PBI de Honduras.

La cifra confirma la forma en que el lingüista Noam Chomsky describió a la economía del país más poderoso del mundo: capitalismo de Estado. Son datos interesantes para mostrarles a las derechas de la región, que repiten hace décadas el mismo discurso supuestamente pro mercado. Y que suelen mirar a EE UU con una admiración que roza la sumisión cultural, en la que siempre es mejor lo que hacen los estadounidenses. También  es la forma en que se ve a sí misma la elite que gobierna ese imperio. 

El complejo militar sigue siendo la columna vertebral de la industria norteamericana y básicamente vive del Estado. La bestia se alimenta con esos 840 mil millones anuales. Son planeros de alto nivel. Hay un trabajo hecho por el Instituto Argentino para el Desarrollo Económico cuyo  título es: «Los cinco pilares del complejo industrial militar de Estados Unidos». Las cifras no son de este último año, pero sirven para dimensionar el peso del sector. El Departamento de Defensa cuenta-según el informe- con 2.143.000 trabajadores.  Son los soldados de todas las ramas de las fuerzas armadas, entre otros. Y la patria contratista de defensa emplea a 3,6 millones de personas. La suma equivale al 3,8% de toda la fuerza laboral del país del norte.

El sistema incluye un aparato de propaganda sostenido por una red de «think tanks» con fundaciones como el  Washington Institute for Near Eastern Policy (Instituto de Washington para Políticas para el Cercano Oriente) o el Center for Security Policy (Centro de Políticas de Seguridad), entre otras. Y por supuesto que con una red de medios de comunicación que excede por lejos las fronteras de EE UU y que en la Argentina tiene su representación en los medios tradicionales sin excepción. Alcanza con mirar la cobertura sobre la guerra en Ucrania o el delirante caso del boing 747 de la empresa venezolana Emtrasur que traía autopartes desde México. Entre paréntesis: sus tripulantes siguen retenidos en la Argentina. Eso debería desembocar en un juicio internacional contra el país, si todavía queda alguna institución internacional que defienda una mínima dosis del estado de derecho.

El FMI, controlado por el Departamento de Tesoro desde Washington, se pasea por el mundo pidiendo ajustes y «sacrificios», aconsejando recortes en infraestructura, subsidios a los servicios públicos, educación y salud. Este despliegue del Fondo incluye en un primer plano a la Argentina y al gobierno del Frente de Todos. Mientras tanto,  el capitolio, con el presupuesto aprobado el jueves, otorgó un aumento superior al 10 % para la máquina de matar.

Este año el gasto militar rondará los 760 mil millones de dólares y, como se dijo al inicio de esta nota, para el año próximo ascenderá a 840 mil millones. Un capitalismo de Estado, los planeros de la guerra. «