La complicidad policial con la patota que atacó Tiempo Argentino y Radio América tuvo su correlato en las palabras del presidente Mauricio Macri cuando, desde Berlín, dijo que los periodistas «usurpadores» eran también violentos. Similar actitud adoptó el jefe de Gabinete, Marcos Peña, cuando le preguntaron por los reporteros gráficos heridos con balas de goma durante la represión contra las protestas de diciembre pasado. Su respuesta fue fingir desconocimiento y endilgar la violencia contra los periodistas a los manifestantes.
En marzo de este año, el Cels y el SiPreBA presentaron ante la CIDH un informe que da cuenta de numerosos hechos de violencia a lo largo de 2017 por parte de las fuerzas de seguridad contra los trabajadores de los medios. Los picos de abusos policiales se registraron en la marcha realizada al cumplirse un mes de la desaparición de Santiago Maldonado y en las protestas contra la Ley de Reforma Previsional.
Hubo al menos 45 reporteros gráficos, camarógrafos y cronistas que, mientras desarrollaban su trabajo periodístico, resultaron heridos con perdigonazos de goma, en algunos casos disparados a muy corta distancia. Además, 13 comunicadores populares fueron detenidos mientras informaban sobre hechos de violencia policial contra manifestantes. Padecieron el encierro y la incautación de sus herramientas de trabajo y ahora deben enfrentar el armado de causas.
Este año se produjeron nuevos hechos de violencia, que confirman que son tiempos difíciles para la prensa. Dos cronistas radiales fueron detenidos arbitrariamente en marzo, en Bariloche. El 6 de junio, el SiPreBA acompañó a los trabajadores de prensa detenidos el 1 de septiembre, quienes, pese a haber sido sobreseídos, todavía padecen la persecución judicial y tuvieron que presentarse ante la Cámara de Casación. Y en el mismo Día del Periodista, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, lanzó un ataque sin precedentes contra La Garganta Poderosa.
El miércoles pasado, en la movilización contra los despidos en Télam, la guardia de infantería amenazó con reprimir. El episodio explica esa costumbre de responder con brutalidad policial a los reclamos. No quieren trabajadores de prensa que registren su accionar. «