A la par del resto de los países, hay otro contingente que está haciendo historia en los Juegos Olímpicos de París 2024: el Equipo Olímpico de Refugiados del Comité Olímpico Internacional (COI), que ya se aseguró la primera medalla de su historia, gracias a una boxeadora camerunesa que no puede volver a su país por ser homosexual. 

El Equipo Olímpico de Refugiados consiguió la primera medalla de su historia gracias a Cindy Winner Djankeu Ngamba. Un nombre que se aseguró figurar a la posteridad en los libros de olimpismo.

La boxeadora tiene 25 años, es camerunesa pero reside en Reino Unido. El domingo se impuso por puntos a la anfitriona Davina Michel en la categoría de 75 kg., así alcanzó la semifinal y se garantizó al menos la medalla bronce.

Ngamba fue la abanderada de los 37 participantes del Equipo Olímpico de Refugiados en la ceremonia de inauguración, récord para delegaciones de refugiados que empezaron siendo 10 en los JJOO desarrollados hace 8 años en Brasil. Si este jueves derrota a la panameña Atheyna Bylon, podrá luchar por el oro.

Una medallista que no puede volver a su país

La boxeadora nació en Camerún, pero se mudó a Reino Unido cuando tenía 10 años. Actualmente reside en Bolton, una localidad a unos 20 kilómetros de Manchester. En la Universidad de esta ciudad inglesa estudió criminología. Ngamba se entrena con el equipo de boxeo de Gran Bretaña, pero no puede competir con la bandera británica porque no tiene el pasaporte. Incluso, años atrás estuvo a punto de ser deportada.

Además, Ngamba es homosexual, razón por la cual no puede regresar a Camerún, su país natal, donde la homosexualidad está prohibida. Si pisara suelo camerunés sería encarcelada.

Hasta ahora, el mejor resultado conseguido por los refugiados fueron dos quintos puestos en los Juegos de Tokio en karate y taekwondo. Ngamba es la primera que logró llegar al medallero, lo que le permitirá al Equipo de Refugiados estar a la altura de países como Portugal y Austria, que tienen una medalla de bronce. Si logra una de plata, igualará a países como Túnez y Colombia, que tienen una de plata. Y si consiguiera el oro, podría quedar a la altura de la Argentina, aunque las Leonas ya están en semifinales de hockey.

Una delegación de refugiados que hizo historia

El Equipo de Refugiados, compuesto por 37 personas, compite en 12 deportes, para los cuales fueron superando obstáculos y acceder al más prestigioso acontecimiento deportivo del mundo. Ellas y ellos representan a 120 millones de personas desplazadas por la fuerza en todo el mundo.

Antes, las personas refugiadas y solicitantes de asilo quedaban excluidas de las competencias nacionales, regionales e internacionales. Pero desde que el primer Equipo Olímpico de Refugiados, compuesto por 10 atletas, compitió en los Juegos de Río 2016, cada vez más federaciones y asociaciones deportivas fueron incluyendo a atletas y equipos de refugiados en los grandes eventos deportivos.

En los Juegos de Tokio 2020 participaron 29 atletas refugiados, entre ellos Masomah Ali Zada, quien compitió en ciclismo de carretera. En París, encabeza el equipo más numeroso hasta la fecha como Jefa de Misión y portavoz.

En Tokio nos quedamos muy cerca de una medalla. Confío en que esta vez podamos demostrar al mundo de lo que son capaces las personas refugiadas, con una medalla olímpica”, declaró Masomah.

El día de la apertura la comitiva viajó por el Sena detrás de Grecia, que tradicionalmente encabeza el desfile de naciones. El barco fue el segundo de una flota de 94 que transportaban delegaciones nacionales y recibió una de las mayores ovaciones de la noche.

La boxeadora británica Cindy Ngamba y Yahya Al Ghotany, quien practica taekwondo en el campamento de refugiados jordano de Azraq, portaron la bandera del equipo.

“Soy solo una entre millones… hay muchas personas refugiadas ahí fuera, como yo, que no han tenido la oportunidad [que nosotros tenemos], que verán los Juegos Olímpicos… y espero que podamos inspirarles para que crean en sí mismos y crean que a través del trabajo duro, a través de las dificultades, se puede luchar en la vida y conseguir milagros”, declaró Ngamba a principios de esta semana.

Superar las adversidades

«Además del trauma y la agitación del desplazamiento, los atletas han tenido que superar interrupciones en los entrenamientos y dificultades para conseguir financiación, preparación y equipamiento para competir al más alto nivel y asegurar un lugar en el equipo», describen desde la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR).

La mayoría recibió apoyo durante su entrenamiento a través del Programa de Becas para Atletas Refugiados, gestionado por la Fundación Olímpica para Refugiados (ORF, por sus siglas en inglés) y financiado por el Comité Olímpico Internacional (COI).

«ACNUR verificó su condición de refugiados de acuerdo con lo determinado por su país de acogida», explican. En el periodo previo a París, más de 70 atletas refugiados recibieron becas. La selección final del equipo fue anunciada por el COI a principios de mayo.

“Con su participación en los Juegos Olímpicos, demuestran el potencial humano de resiliencia y excelencia. Esto enviará un mensaje de esperanza a más de 100 millones de personas desplazadas en todo el mundo”, declaró el Presidente del COI, Thomas Bach.

Antes de llegar a la Villa Olímpica de París, el equipo pasó varios días en la ciudad de Bayeux, en Normandía, entrenando juntos y estrechando lazos mientras compartían sus experiencias.

La piragüista Saman Soltani, declaró: “Todos hemos escuchado estas palabras: coraje, solidaridad, sacrificio, paz y amor, y yo he tenido la oportunidad de sentirlas y vivirlas de verdad”.