“El deporte hegemónico es la élite, no sólo de la élite. Pero nosotros, además de un equipo de putos, somos un equipo popular”. Caio Varela -46 años, brasileño, desde hace siete en Argentina, consultor magister en Relaciones Internacionales- jugó el sábado con Ciervos Pampas Rugby Club el primer amistoso internacional, ante Tamanduás-Bandeira en San Pablo. Ciervos Pampas, primer equipo de diversidad sexual en América Latina, participó al día siguiente de la 23º Marcha del Orgullo LGBT en la ciudad, una marea multicolor de más de tres millones de personas. El deporte argentino, a través de un equipo de rugby, intervino en el Brasil de Jair Bolsonaro, presidente homofóbico. “Por eso tomamos la decisión de ir, a pesar de que no es el mejor momento económico -marca Caio Varela, a la vez presidente de Ciervos Pampas-. Bolsonaro dijo que Brasil no está hecho para convertirse en un ‘paraíso de turismo gay’, y nosotros fuimos, y además de hacer turismo, hicimos activismo: cuando entramos a la cancha es un acto político porque estamos visibilizando la diversidad sexual en el rugby”.
Emilce “Mimí” Sosa, ex jugadora de la selección argentina de vóley, juega actualmente en Brasília Vôlei, su cuarto club en una de las ligas más poderosas del mundo. Casada con la voleibolista brasileña Milka Medeiros, Sosa había advertido el año pasado en una entrevista con Tiempo “el miedo” a Bolsonaro: “Hay mucha violencia. Se habla de la comunidad gay contra Bolsonaro”. El 13 de junio pasado, el Supremo Tribunal Federal de Brasil tipificó la homofobia como un delito similar al racismo, una decisión que Bolsonaro calificó como un “completo equívoco” y que espera ser legislada en un Congreso con mayoría conservadora y evangélica. Desde hace una década, Brasil es el país con la tasa más alta de asesinatos a personas de la comunidad LGBT en el mundo. Según un informe de la ONG Grupo Gay de Bahía, hubo 4422 muertes entre 2011 y 2018. Un asesinato cada 16 horas. La situación empeoró desde la asunción de Bolsonaro, quien dijo en 2011 a la revista Playboy que prefería tener un hijo muerto en un accidente antes de que fuese homosexual.
Ciervos Pampas, que volverá el año que viene a competir en el torneo empresarial de la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA), juega con medias arcoíris, como la bandera símbolo del orgullo LGBT. Durante los partidos, ellos se llaman “chicas”, un modo de reírse y hacerse más fuertes. Y gritan el nombre de jugadas que distraen a los rivales. “¡Dale Diva!”. “¡Britney Spears!”. Nacido en 2012, Ciervos Pampas planea jugar también en 2019 por primera vez la Bingham Cup, un torneo que organiza la International Gay Rugby (IGR), que reúne a todos los equipos de diversidad sexual del mundo. “Nosotros -completa Caio Varela, ya de vuelta en Argentina- no respondemos a la lógica hegemónica del rugby, y nos encanta que así sea. El partido en San Pablo fue una experiencia increíble. No lo ganamos, pero no importa. Volvimos más unidos, comprometidos, algunos chicos nunca habían viajado a otro país. Y la marcha fue extremadamente simbólica: sirve como contraposición a todo lo que defiende Bolsonaro, no porque haya sido LGBT, sino porque habla de libertad y derechos”.