Sumergirse en un bosque es descubrir un mundo. Por los silencios y los sonidos. Los colores y el misterio. Cuando uno recorre el Parque Nacional Lanín, en la provincia de Neuquén, hay unos 80 senderos para seguir. Es tan grande con sus 412 mil hectáreas que contiene unos 24 lagos y su emblema, el Volcán Lanín se lo observa desde el avión y desde distintos puntos del área al que se puede acceder por varios portales como el acceso desde San Martín de Los Andes, Junín de Los Andes o desde Aluminé. También el cóndor andino, el ave de mayor envergadura del continente y el Pehuén, (araucaria), integran el logo de este Parque.
Pero estábamos caminando por los senderos donde aún se pueden observar la señalética de un gran proyecto de senderos de largo recorrido “Huella Andina” que se planificó diez años atrás, y consiste en pequeñas señales como la bandera argentina pintada en un tronco o como pequeño cartel clavado en la tierra sostenido por una estaca. Es bueno saberlo y consultarlo cuando uno se registra en la sede local de guardaparques para poder hacer la travesía autoguiada de a pie en medio de los bosques. Fue en una caminata por estas sendas que combinamos con camioneta por los caminos y rutas internas por la que llegamos hasta la seccional “Pucará”.
Esta parte del Parque tiene su historia ligada a la explotación forestal entre 1910 y 1930 cuando debían recorrer los lagos Nonthue hasta el Lácar para llegar a San Martín de Los Andes. Pero fue a mediados del siglo pasado cuando el ingeniero forestal ruso, Sergio Chakovskoj o Chachovskoy (está escrito de las dos formas en el mismo cartel) llegó a Buenos Aires y se integró a la Administración de Parques Nacionales con el propósito de desarrollar la Estación Forestal Pucará dentro del Parque Lanin a nos 70 minutos del centro de San Martín de Los Andes, para plantar y probar la adaptación de las especies. Un trabajo que desarrolló hasta 1974 cuando falleció. Hoy, en las 4,8 hectáreas, el “Arboretum Pucará”, así se llama, se puede visitar y conocer -a través de un sendero que recorre todo este lugar-, las distintas especies del mundo. Si es otoño, el viaje se convierte en un sueño porque cada especie expresa sus colores desde el rojo hasta el amarillo pero además, en el vivero propiamente dicho han logrado desarrollar especies autóctonas para fortalecer y re poblar zonas afectadas del parque por algún incendio o en los alrededores de la región, por el mal uso del recurso.
Tan sólo ver un plantín de Pehuén es emocionante porque es una especie de nuestra Patagonia que sólo crece a esta altura y se comparte con Chile. Es endémica. Ñires, coihues, raulies también integran esta maravilla. Lo que sorprende también, son los cuadros e hileras infinitas de pinos y especies leñosas de todos los continentes.
Por ejemplo, el “Tuyas” es un cedro y con sus troncos, se hacían canoas para ir a cazar ballenas. Conocido como “El árbol de la vida gigante” o “cedro canoa” fue utilizado por las comunidades de Norteamérica. Lo mismo con el “Pino dulce” o “pino de azúcar”, llamado así porque cuando se lastima su tronco forma perlas de resina que antiguamente, los pueblos originarios de EEUU, comían como si fuera chicle. Así lo señala la cartelería del Arboretum. No es chamuyo. Lo colosal de este pino dulce es que se reproduce recién a los mil años o cuando su tronco alcanza los 75 centímetros de diámetro. Su madera se usó para los tubos de los órganos, los instrumentos musicales, y para confeccionar teclas de piano ¿Curioso, no?
Lo que siempre hay que mirar en un bosque es el lugar donde uno pisa. Sea bosque, selva o puna. Porque allí está lo más delicado del ecosistema. En este mismo vivero, en este mismo Arboretum, vimos que el suelo de hojarasca, cortezas y “acículas” que son las hojas de los pinos, como agujas secas que forman un colchón sobre el suelo, donde había unas pelotas rojas por todas partes. Claro que llamaron la atención. Y es como todo, ves uno, ves mil. Quizás cientos. Con mucho cuidado nos hicieron separar de esos hongos que son famosos en todas las historias de bosques europeos, es hermoso, y muy vistoso con “sombrero” rojo de pintitas blancas, de tronco blanco, crece como una pelota hasta que en la adultez se abre como un paraguas, enorme, de 5 a 25 centímetros de diámetro. Son tan atractivos que al final, con cientos de especies forestales de distintas partes del mundo, el grupo le dedicó bastante tiempo a fotografiar los globos y sombreros rojos. Muchos van a hacer memoria y los van a recordar por haberlos visto en comics, en historias de druidas, magia y misterio. En los dibujos animados de “Los Pitufos”, verán por todas partes a estos hongos rojos de lunares blancos.
Aunque otros buceadores de datos se refieren a este hongo como el traje de Papá Noel acreditándole el poder alucinógeno a distintas culturas antiguas de Laponia que lo consumían durante el solsticio de invierno, incluso le daban a los animales (renos), se vestían con estos colores y los recogían debajo de los pinos y distribuían entre las familias. Incomprobable, pero interesante.
Amistades Tóxicas
“+Son tóxicos. Corránse que apenas vuela una espora puede afectarlos!”, la orden ni sé de quién vino pero nos alejamos de un salto. La cuestión es que se trata de la especie ultra conocida: Amanita Muscaria, que muchos le llaman “Mata moscas” porque en una proporción mezclada con leche se ahuyentan estos insectos. Y desde que llegó a nuestro territorio, calculan que junto con especies exóticas, se lo ha encontrado en algún lugar de la provincia de Buenos Aires, se lo ha registrado en Mendoza, Córdoba y por aquí, en los bosques andino patagónicos.
Una experta en Ciencias Biológicas, la doctora Laura Lorenzo se refirió a la Amanita Muscaria en “El Hongo de las Caricaturas en la Patagonia” , un trabajo donde describió a la especie como de sombrero “aplanado” en la adultez, viscoso, brillante, de color rojo vivo (también puede ser anaranjado o amarillo) con granulaciones o escamas blancas”. El pie es blanco y después de secarse se oscurece y la “esporada” es blanca.
En su publicación, Lorenzo es rotunda cuando se cuestiona si se lo puede comer. “No–escribe-. Es una especie tóxica que contiene compuestos con acción insecticida y narcótica. No debe considerarse una especie inofensiva. La intoxicación provoca afecciones gastrointestinales y neurológicas, con delirios, devaneo y sueño profundo, perturbaciones de la vista y el habla”, concluyó en su investigación.
Al final, la Amanita Muscaria suena horrible.
Buscando una y otra vez info sobre la Amanita, “famosa” porque está en todas las historias europeas de todos los tiempos, Laura Lorenzo le explicó a Tiempo que “esta especie se asocia a las raíces de pinos, abedules y otras especies arbóleas y seguramente sus esporas y/ o micelio llegaron con los plantines y semillas que se introdujeron”.
“Cuando el hongo forma el sombrero, (que es la estructura reproductiva) difícilmente pasa desapercibido por sus colores, formas y tamaños. Y es cierto que cada vez son más abundantes en la patagonia porque está totalmente aclimatado y además se ha asociado también a árboles autóctonos, por ejemplo el coihue. Amanita muscaria actualmente es una especie cosmopolita”, le dijo a Tiempo de Viajes. “Y sí, son alucinógenos y también presentan toxinas que afectan el sistema digestivo pero la gente las consume igual y cualquiera puede encontrar esa información en Google”, concluyó.
En los senderos de los bosques, donde la humedad y las sombras recrean su hábitat, la Amanita Muscaria puebla el suelo. Y dibuja otros senderos, de globos y sombreros rojos con pintitas de color blanco. Duendes y druidas, contentos.
Dicen que a principios del siglo pasado, entre 1920 y 1930, se desarrolló la explotación maderera en toda la región donde hoy el bosque está con la máxima protección que le brinda ser un Parque Nacional. Más tarde, en los años cincuenta, llegó a Buenos Aires el ingeniero forestal ruso, Sergio Schakovskoj, que se incorporó a la Administración de Parques Nacionales y fue destinado a este paraje en la península de Pucará. Dedicó toda su vida a plantar y probar la adaptación de especies de diferentes latitudes con el fin de reponer áreas afectadas por desastres naturales hasta que falleció en 1974. Cuenta la historia que un tiempo después, llegó su hijo y puso una placa con la referencia “Príncipe Jorge Sergio Schakovskoj” y la historia sobre el hacedor de la estación forestal forjó nuevas leyendas.
Más Info:
www.parquesnacionales.gob.ar
www.pnlanin.org
www.sanmartindelosandes.gov.ar
www.neuquentur.gob.ar
turismo.junindelosandes.gov.ar