«Yo no puedo entender cómo este tipo (Mauricio Macri) pretende liderar la oposición y no sólo no dice nada sobre la ley sino que se va a ver fútbol al otro lado del mundo», la frase de uno de los diputados de Juntos por el Cambio deslizada en un pasillo del Congreso mientras en el recinto se debatía la primera norma enviada por el Poder Ejecutivo sirve tan sólo para ilustrar algo de la tensión que se vive puertas adentro en el interbloque que preside el radical Mario Negri.
Las idas y vueltas sobre la posición a asumir no sólo frente al tratamiento de la ley de solidaridad y reactivación productiva sino sobre las maniobras a utilizar para impedir el debate tensionaron la interna de Juntos por el Cambio y casi precipitan lo que ya a esta altura parece inevitable: la fractura.
Como sucedía durante el gobierno de Cambiemos la máxima tensión la aportó Elisa Carrió. Si bien ya presentó su renuncia a la banca, que se hará efectiva el 1 de marzo, la líder de la Coalición Cívica instruyó a los suyos para jugar fuerte y quedar parados como la referencia del ala más dura de Cambiemos.
En la reunión de interbloque realizada 48 horas de la sesión que se llevó a cabo el jueves en la Cámara Baja los emisarios de Carrió plantearon una posición irreductible respecto a no dar quórum. Esa postura, que fue aprobada por mayoría y no por unanimidad como los referentes del bloque difundieron, obligó a Mario Negri a llevar adelante negociaciones contrarreloj para que su bloque no se fracture. El final de la historia es conocido. Se dispusieron dos sesiones para separar la jura de los Diputados que faltaban del debate sobre la norma y así no obstruir la primera norma enviada por el flamante Ejecutivo.
Más allá de la presión de los gobernadores radicales sobre los legisladores, que el radicalismo deberá administrar por los próximos cuatro años por lo menos, lo cierto es que el ala dialoguista cuenta los días para que la fractura se produzca. La relación entre Elisa Carrió y Emilio Monzó aparece como irreconciliable y eso se expresará en la oposición parlamentaria, como pasó esta semana, con las posiciones de la Coalición Cívica y el ala dura del PRO enfrentadas con el ala dialoguista de Cambiemos que trabaja denodadamente para dejar en el pasado a Macri. En definitiva, una reversión legislativa de Halcones y Palomas.
Los Halcones liderados por Waldo Wolff, Fernando Iglesias y Luis Petri se abrazan a la doctrina Carrió y en base a pirotecnia verbal y presencia mediática apuntan a construir una posición de legitimad que el territorio no les da. Por su parte, las Palomas que se encoluman tras la visión de Emilio Monzó sobre construir una oposición moderada que «no tire piedras», tachan los días que faltan para llegar al 1 de marzo y dejar atrás el acuerdo de palabra al que llegaron con el titular del bloque PRO, Cristián Ritondo, para empezar a desarrollar su propio juego parlamentario.
En el mejor de los casos, y si alguien logra ordenar políticamente a Carrió y a la Coalición Cívica, los dialoguistas que ya se manejan como un sub-bloque con reuniones por fuera de Juntos por el Cambio, se quedará dentro del esquema opositor que predomina hoy.
A tan sólo poco más de una semana del comienzo del gobierno de Alberto Fernández dos fisuras poderosas aparecen como una amenaza permanente de ruptura dentro de Juntos por el Cambio. En primer término, y como le sucedió al peronismo mientras gobernó Macri, la división que surge es entre gobernadores con responsabilidad de gestión y diputados que no la tienen. Y la segunda tiene que ver con la forma de trabajar en la oposición y, sobre todo, con quién será el líder del mayor espacio que está decidido a enfrentar al gobierno nacional.
La historia política reciente y el devenir habitual en el Parlamento no dejan casi lugar a dudas. Conservar el volumen y la unidad de un bloque parlamentario luego de dejar el poder ha resultado hasta aquí imposible. Quizá Macri y Marcos Peña puedan más que la tradición y, recorriendo el mismo camino que otros espacios, lleguen a un lugar distinto. La historia se está escribiendo.