Un guardia de seguridad que prohíbe el ingreso en la madrugada. O el registro denegado por una máquina de fichaje de horario. Con esa doble metodología, trabajadores de Radio Nacional se enteraron el primer día hábil de 2018 de que habían sido despedidos. Si bien desde que asumió Mauricio Macri hubo varias oleadas de despidos masivos en el Estado, el último recorte en manos de las tijeras del ministro de Modernización, Andrés Ibarra, profundizó la implementación de mecanismos que instalan el terror en los llamados «sobrevivientes». Los trabajadores de la emisora pública consideran que sus despidos sirven de «globo amarillo de ensayo» de esa metodología. «No hubo ninguna lista pegada en la puerta. Fue plenamente individual. Si la máquina tomaba la huella, adentro. Si no, afuera. Fue (es) una ruleta rusa. Cada uno que entraba, ‘probaba’. Ninguna autoridad se presentó a dar explicaciones, ni los convocó a ninguna reunión», relató un trabajador a Tiempo.
Miriam Wosklo, docente e investigadora del programa de Salud, Subjetividad y Trabajo de la Universidad Nacional de Lanús, analiza la «nueva» comunicación de los despidos como parte de una secuencia mayor. «El proceso previo al despido suele ser una fase de desgaste y fragilización de individuos y de grupos a través de estrategias de desestabilización que operan mediante el temor, la incertidumbre y la amenaza de despido. Este disciplinamiento tiene como objetivo bajar costos laborales e imponer una de nueva ‘cultura’ del trabajo, una reeducación respecto de los derechos adquiridos», analizó en diálogo con este diario.
Una de las trabajadoras de Nacional da cuenta de cómo operó en la emisora: «No querían decir los nombres antes de fin de año para que no les pongamos caras concretas y para especular con el número, que aún se mantiene inestable. Queda dando vueltas esa sensación de que, si participás de alguna asamblea, terminás despedido».
Para la investigadora «la estrategia de disciplinamiento laboral necesita fragilizar a los individuos y desestructurar los vínculos y la cooperación en el seno de los colectivos de trabajo para afianzarse». Y subrayó: «Se utilizan estrategias orientadas a redirigir los lazos de cooperación entre trabajadores hacia un investimiento exclusivo al servicio de la empresa, exacerbando la lucha por los lugares. Luego de los despidos suele haber cambios tanto en la organización de los procesos de trabajo como en la intensidad: se trabaja más, con menos gente, e incluso se ponen nuevas ‘reglas’ que precarizan».
Ese cambio de reglas que propone el gobierno también se extiende a las empresas privadas. Esta semana, los empleados de Canal 9 denunciaron que el Ministerio de Trabajo de la Nación presionó a la empresa para que le descuente los días de paro a todo el personal por un conflicto salarial que ya se había cerrado en un aumento del 23 por ciento.
Para los trabajadores de Radio Nacional, «hay mecanismos de intimidación por parte del (vicedirector Pablo) Ciarliero, quien atravesó las últimas asambleas varias veces». «Nos filmó y hasta discute y tergiversa las cosas por Twitter. Presume de un diálogo que no ofrece cara a cara», describen.
El viernes, Ciarliero posteó un video de una asamblea en el que aduce que lo agreden. Sin embargo, los trabajadores estaban cantando a favor de la unidad y de la radio pública. El vicedirector de la emisora eligió publicar el video sin el audio y su posteo logró la simpatía de varios de sus seguidores, incluso de la diputada de Cambiemos, Karina Banfi, vicepresidenta de la comisión de Libertad de Expresión.
Otra de las estrategias implementadas es la «culpabilización» de los despedidos. En la semana, el gobierno publicó en la web de Jefatura de Gabinete el promedio de los sueldos de los trabajadores de la Televisión Pública. «Esta culpabilización es promovida y militada por los medios de comunicación en cuyos relatos, los despedidos son los culpables de su propia circunstancia. Si alguien se pensaba a sí mismo como un trabajador íntegro y honesto, que contribuía mediante su esfuerzo a la producción de algún bien o servicio a la sociedad, resulta que en las narrativas ese trabajador era una suerte de ‘ladrón'», concluyó Wosklo. «