Luego de la derrota electoral del año pasado que hizo crujir la cohesión del Frente de Todos, el acuerdo con el FMI aparece como el elemento que mueve la perilla de las tensiones hacia arriba. La Cámpora se expresó publicando un video de Néstor Kirchner en el que cuestiona duramente al Fondo. El Grupo Callao, equipo de funcionarios y dirigentes más cercano al presidente Alberto Fernández, emitió un comunicado en el que sostuvo que la “recuperación está en marcha”.
Una idea que circula, en este caso impulsada por otros sectores que no tienen representación en el bloque oficialista, propone llevar la deuda con el FMI al Tribunal Penal Internacional. La posición parece partir de la base de que los jueces de ese tribunal son ajenos a las relaciones de poder del mundo, a diferencia de lo ocurre con todas las instituciones multilaterales. Y que sólo se guían por la línea que divide el derecho internacional. Si es así, habría que preguntarse por qué el fiscal de ese tribunal, el británico Karim Kahn, propuso una investigación sobre violaciones a los Derechos Humanos en Ucrania, quizás con razón, pero nunca hizo lo mismo en el caso de Afganistán o Irak, invadidos por Estados Unidos luego de los atentados de 2001.
Cada peronista puede construirse su propio Perón y ahora ocurre lo mismo con el propio Néstor. Es lógico por la envergadura de la figura y porque tiene matices, contrastes, contradicciones, como todos los seres humanos.
De los 4 años de su mandato, Kirchner gobernó bajo un acuerdo con el FMI 18 meses. Está muy presente en la memoria colectiva que a fines de 2005 le pagó el total de la deuda al organismo y se lo sacó de encima. La investigadora del Conicet Noemí Brenta, que conoce la historia de la deuda como nadie, recordó un hecho que no está tan prestente: el acuerdo ya lo había suspendido un año antes, en septiembre de 2004. Quería negociar fuerte con los acreedores privados sin la presión delFMI. Quizás cueste entender la envergadura de esta decisión para quienes analizan la política desde un laboratorio voluntarista, donde todo parece poco y se puede correr siempre por izquierda al resto del mundo. Pero en aquel contexto histórico, la de Kirchner fue una posición de una enorme audacia.
Ahora bien, ¿qué quiere decir que había suspendido el acuerdo en 2004? ¿Acaso se declaró un default? No, todo lo contrario. Se pagaban los vencimientos puntualmente, lo cual le quitaba al FMI su instrumento de coerción central que son las refinanciaciones. Eso le dio al entonces presidente el margen de autonomía para renegociar la deuda privada, que era el default más grande de la historia del capitalismo. Néstor, al igual que Lula en Brasil, mostró un camino para independizarse del Fondo opuesto al default, algo que había sido intentado por países latinoamericanos en la década de 1980 y que terminó con grandes crisis.
Este recorrido del primer gobierno kirchnerista es uno de los argumentos que, con cierta razón, esgrime el albertismo cuando lo acusan de “agachar la cabeza” con el FMI.
Sin embargo, en el otro campamento exponen, también con cierta razón, un aspecto complejo de la posición albertista. Kirchner nunca dejó de cuestionar al FMI. Nunca dijo que había cambiado o que “era bueno”. Ni siquiera durante los meses de las reiteradas visitas del funcionario del organismo que auditaba a la Argentina, el hindú Anoop Singh (idéntico a Peter Sellers en la histórica comedia La fiesta inolvidable). El albertismo, por momentos, y no sólo con este tema, parece cambiar la frase de Descartes “pienso, luego existo” por “consenso, luego existo”.
Alguien puede pensar que los manejos de Néstor -acordar y seguir cuestionando- eran “picardías” de político; también puede leerse como una concepción honesta. Los acuerdos, los consensos, se hacen con los adversarios, con quienes hay amplias coincidencias no hacen falta pactos. Un adversario no deja de serlo porque se haga un acuerdo y eso era lo que marcaba Kirchner sosteniendo sus críticas.
Con la visión predominante en el gobierno actual, el consenso por encima de todo, se puede terminar renunciando a la puja política. Puede parecer que el FdT y el FMI tienen el mismo proyecto de país. ¿Es así?
Albertistas y camporistas tienen su propio Néstor, que finalmente será la suma de todos los que el imaginario popular construya.