El domingo 10 de noviembre Facundo Maita, de 22 años, almorzó con su mamá. La mujer –Cintia Martínez- le dio un antiinflamatorio para calmar los dolores que le dejaba el entrenamiento en la Escuela de Policía de Salta y desde la ventana lo vio ir a tomar el colectivo. Pasadas las once de la noche su hijo no había vuelto. No era algo que le llamara la atención: en ocasiones le daban tareas hasta altas horas. Pero su marido le comentó que había visto en las noticias algo sobre un accidente en la institución. Como el joven no contestaba los mensajes, ella decidió llamar al colegio. Cuando dio su nombre, le respondieron que un psicólogo iría a verla. Así supo que su hijo había sido encontrado muerto en el edificio de la Escuela de Suboficiales.
“No me dijeron cómo pasó –relata Cintia, mamá de Facundo-. Lo del arma lo vi en las noticias: decía que un alumno se había disparado o que se le había escapado un tiro limpiando un arma. Esa noche no dormimos. Yo quería ir a reconocerlo, no me dejaron. Me dijeron que al otro día iban a hacer la autopsia. A las 13 dieron el certificado de defunción, donde decía ‘tec (traumatismo encéfalocraneano) por arma de fuego’. Y que fue a las 17. Pero yo me enteré a las 23 por otro medio. No sabemos dónde estamos parados. Solo sé que mi hijo no volvió”.
En un primer momento, el fiscal penal 1 de la Unidad de Graves Atentados contra las Personas en turno, Leandro Flores, indicó que “según los primeros indicios, se habría tratado de una conducta autolesiva”. Pero luego el expediente quedó “a caratular”. Esta semana la única confirmación fue que “se está investigando”.
#Salta #UGAP Se investiga la muerte de un aspirante de la Escuela de Suboficiales de la Policía https://t.co/iEbGn0ptlI
— Ministerio Público Fiscal de Salta (@FiscalesPenales) November 12, 2024
“La Policía en su relato dice que fue un suicidio y lo quiere cerrar. Pero como interviene la fiscalía y lo investiga, estamos con el abogado tratando de ver que el fiscal cambie la carátula. Tratan de decir que él tenía problemas psiquiátricos, barbaridades. Ellos tienen los estudios psicológicos que presentó cuando ingresó. Quieren cambiar la historia”, denuncia la mujer, y reclama que la directora del establecimiento y el oficial a cargo de su hijo sean apartados hasta tanto se esclarezca el caso. “Mi hijo no podía estar con un arma cargada, haya pasado lo que haya pasado”.
A poco de recibirse
Aquel mediodía, Facundo le contó a su mamá que iría a la escuela pese a que era domingo porque el oficial a cargo le había autorizado hacer prácticas voluntarias. “Estaba contento por eso. El domingo anterior había ido a hacer tareas administrativas. Porque realmente tenía vocación de servicio, siempre le gustó la Policía. Una como mamá no quiere, pero era su deseo”, expresó.
Facundo había comenzado a cursar en 2023 y estaba cerca de recibirse como suboficial. Según su mamá, se esforzaba mucho y había tolerado “muchas cosas, abusos, daño físico y psíquico. Entiendo que necesiten una preparación rigurosa, pero se les iba la mano”. El joven le había contado, por caso, que le vendaban los ojos en prácticas de tiro, o que lo obligaban a trabajar de mozo en eventos de los jefes.
“Nosotros estamos viviendo una tortura todos los días desde que nos levantamos. Tratar de ver si alguien sabe algo, son días eternos. Les pregunté mucho a los compañeros más allegados. Si estaba triste, si había pasado algo, si se había peleado con alguien. Ellos dicen que no. Que Facundo estaba bien. Mi hijo fue a aprender y me lo devolvieron sin vida. Tienen que responder”, reclama Cintia.
“Niegan toda información”
La madre del joven dejó que pasaran las primeras semanas, creyó que con el tiempo recibiría respuestas. Se reunió con el jefe de la Policía y con el ministro de Seguridad. Pero no cambió nada. “El abogado –Nicolás Vedia- pide el reglamento a la escuela y se lo dan a medias. Pide los test que le hicieron y le dan solo los del ingreso. Si no tienen nada que ocultar, ¿por qué embarran tanto? Niegan toda información”, denuncia.
“Quiero ir hasta lo último. Los responsables de la escuela siguieron con sus funciones como si nada, el oficial a cargo de mi hijo siguió como si nada. Los chicos me contaban que se burlan del tema. Ellos no recibieron ninguna contención. Si hubiera existido un problema psicológico, ¿no tendrían que analizar qué pasó?”, pregunta. Y lamenta: “A partir de ese día no tengo vida. Tengo dos hijas; a la nena de tres años todavía no pude decirle que su hermano ya no está. No sé cómo. No hemos tenido acompañamiento psicólogo, nada. ¿Cómo explicarles a ellas que él no vuelve? Todo el tiempo viene mi familia y dicen ‘tenés que salir a hablar’. Pero da miedo. Uno no sabe cómo manejar estos temas”.