¿Por qué esta tapa? ¿Por qué ahora? En Tiempo solemos hablar de prensa corporativa, medios concentrados, también decimos “medios tradicionales”. No somos un medio tradicional. Nuestro diario, nuestra línea editorial, es el resultado de un debate interno permanente, que procuramos transparentar de cara a los lectores. Esta semana, esa reflexión colectiva giró alrededor de lo que consideramos una suerte de punto de no retorno, una alarma que suena con estrépito en las advertencias desesperadas de los trabajadores de la salud y de las asociaciones que los nuclean, que retumba en el agónico trajinar de las terapias intensivas, puertas adentro de hospitales que empiezan a colapsar, y cuyos ecos, parece, no alcanzan a conmover a buena parte de una sociedad que no sabe o no entiende, que no empatiza, o no quiere hacerlo.
Durante seis meses hemos intentado abordar la tarea informativa sobre la pandemia con responsabilidad y prudencia. Hacia fines de marzo, casi toda nuestra producción periodística hacía foco en la tragedia en ciernes. Después, también nosotros tuvimos que aprender a convivir con el virus. Y la agenda política, económica y social fue imponiendo su dinámica noticiosa, frente a una crisis epidemiológica que la curva de casos y víctimas, exponencial, fue despojando de rostros, de nombres, transformados en meros números de un reporte, o en la sombría proyección de un modelado matemático, en busca del pico que no llega. La carta de los intensivistas, el agobio del personal de salud, y la esquizofrenia de un país con cientos de muertos por día donde los medios invitan desembozadamente a salir y discuten por qué los bares de Palermo no pueden abrir sus terrazas, y donde por el “hartazgo” de la gente no hay cuarentena, según concede el presidente –aunque un decreto suyo la extiende otras dos semanas–, y donde cabría preguntarse si alguna vez la hubo más allá de abril, cuando los contactos estrechos aún podían rastrearse, todo esto da cuenta de una perspectiva incierta.
No queremos naturalizar esas muertes. No sabemos para qué sirve el “botón rojo”, qué actividades detendría, cómo restringiría la circulación y dónde, pero quizás sea hora de oprimirlo. Lo único evidente es que la “inmunidad de cagazo”, la aguda categoría acuñada por el investigador Roberto Etchenique, en la Argentina no ha funcionado.
En esta ominosa coyuntura, la tapa de Tiempo quiere ser un llamado a la reflexión, una denuncia, un pedido de auxilio, todo eso junto. Los rostros que la ilustran –injustamente, apenas un puñado de rostros del casi centenar de trabajadores de la salud que han fallecido desde el inicio de la pandemia– son también un homenaje a los que mejor comprenden la magnitud del drama, al punto que están dejando la vida en la primera trinchera de una batalla que hoy, desgraciadamente, se está perdiendo.