El general Juan José Zúñiga Macías, potosino de Uncia, integraba un grupo denominado Pachajcho. Más de una vez declaró su «odio a Evo Morales». El lunes, el expresidente acusó al militar de comandar un plan para eliminarlo físicamente. El martes, el comandante respondió por TV: «Morales no puede volver a ser más el presidente de este país». Y berreó: «El Ejército va a dar fiel cumplimiento al mandato del pueblo. Lo digo: la voz del pueblo es la voz de Dios”. Por la noche, corrieron rumores de destitución.


El miércoles a la tarde, llegó a la plaza Murillo, mientras la habitual guardia que custodia de la Casa Grande del Pueblo y el Palacio Quemado desaparecía por la calle Bolivar. Como un rock-star, antes de ingresar, anunció a los medios que iba a «restablecer» la democracia y que liberaría a «todos los presos políticos», por caso, la expresidenta interina Jeanine Áñez y al gobernador opositor Luis Fernando Camacho. En términos muy parecidos a los que manejan los libertarios de la región habló de «recuperar la libertad» ante los que se «apropiaron del Estado» y anunció la designación de un «nuevo gabinete».


De inmediato dio la orden. En forma brutal y patética un tanque derribó la puerta de ingreso del actual edificio presidencial que reemplazó a la antigua sede, distante pocos metros. El presidente Luis Alberto Arce Catacora se hallaba en su despacho en uno de los pisos superiores. Su ventanal da a El Alto. Decidió bajar para enfrentar a los golpistas. Consultó a su gabinete si tenía un respaldo pleno. La respuesta fue una ovación.


El momento más crítico fue cuando en los pisos inferiores del edificio se enfrentó con los golpistas, acompañado del ministro de Defensa, Edmundo Novillo. Zúñiga iba al frente con el comandante de la Armada, Juan Arnez Salvador, a su lado. Ambos revelaron su rebelión. Distinto ocurrió cuando Arce encaró al comandante de la Fuerza Aérea, Marcelo Zegarra, quien se amilanó ante la requisitoria presidencial, inesperada para ellos. El presidente manifestó con autoridad: «Están a tiempo». Cuando se resquebrajó el frente golpista comenzó a fracasar la asonada.


Los tres habían participado del ridículo ingreso a bordo de la tanqueta. Horas después, Zúñiga y Salvador eran detenidos e imputados por terrorismo y alzamiento armado, junto a otras 17 personas: 13 militares fugaron. Zegarra también fue degradado pero participó del acto de posesión de los nuevos comandantes en la misma Casa Grande.


Antes de ser detenido, Zúniga denunció que se había reunido el domingo con Arce y que allí el presidente había tramado un «auto golpe». El militar y el mandatario se conocían. Había sido nombrado por el propio Arce como comandante del Ejército en noviembre de 2022. Desde el gobierno admiten que había una «relación cordial». Pero dan como ejemplo la buena conexión entre Evo Morales y Williams Kalliman, el jefe de las FFAA, quien luego fue uno de los principales ejecutores del golpe de 2019. También arriesgaron mencionar el caso de Salvador Allende-Augusto Pinochet y el Tanquetazo del 29 de junio del ’73, meses antes del horrendo golpe del 11 de septiembre.


Luego varios dirigentes cercanos a Evo hablaron de «auto golpe». Desde las entrañas del gobierno recuerdan que el propio Morales, durante los primeros momentos, se asoció a la idea de repudiar la asonada y a los reclamos de unidad y movilización para defender la democracia, lo que, dicen, «marca la real contradicción».