Tal escena ya era de por sí sublime: el presidente Javier Milei junto a Susana Giménez, quien lucía cierto azoro, cuando, desde el balcón de la Casa Rosada él saludaba con los brazos en alto a una multitud imaginaria. Por si fuera poco, ella también había estado allí con la hermana Karina, sacándose una fotografía con el perro Thor, la mascota del lugar.

En el histórico edificio de la calle Balcarce al 50 todo era triunfalismo. 

Lástima que, justamente, en ese mismo instante, el Indec lo malograra al publicar un dato de la realidad: durante los últimos seis meses, el índice de pobreza había trepado al 52,9% de la población. De modo que el nexo entre la actitud festiva del gobierno libertario y la tragedia social del presente no fue bien vista ni por los medios oficialistas.        

Ocurre que aquellas coincidencias del azar son las peores enemigas del mandatario, ya que lo desnudan para exhibirlo tal cual es. Porque, al tensar la cuerda de su euforia con toda clase de ficciones, el tipo se ahorca solo. 

Tal es el principal problema que enfrentan los guardianes de su imagen; desde Lilia Lemoine (que se ocupa de disimularle la papada) hasta el inefable secretario de Prensa, Eduardo Serenellini (quien llegó a recomendar que, por la crisis, los niños sólo comieran una vez por día) y el vocero Manuel Adorni (el mejor discípulo de Fidel Pintos), pasando por Fernando Cerimedo (uno de los dueños del pasquín digital La Derecha Diario, quien, además, maneja en las redes sociales una milicia de, aproximadamente, 50 mil trolls financiados con fondos de la SIDE).

En todos ellos está la clave del asunto: nada menos que la producción constante y sostenida de fakes; es decir, noticias falsas que son replicadas por la prensa, intoxicando así el zigzagueo conceptual de la opinión pública.

La construcción misma del estrambótico personaje que, en los comicios del 19 de noviembre se alzó con el 56% de los votos, fue efectuada con esa clase de ladrillos. Pero en los últimos tiempos, la reiterada práctica de tal metodología suele desplomarse desde las alturas como un piano de cola.

Sin ir más lejos, el propósito de establecer la ajenidad policial al gaseo venenoso a una niña de diez años durante la reciente marcha contra el veto de la movilidad jubilatoria, derivó en la difusión de un video pixelado y borroso de incidentes sucedidos en otra movilización. Resulta que ducho registro fue enviado a TN y La Nación+ nada menos que por el jefe de la Policía Federal, Luis Alejandro Rolle, y el vocero del Ministerio de Seguridad, Carlos Cortéz, siendo luego refrendado, en los pisos de ambas señales, por la subsecretaria de Seguridad, Alejandra Monteoliva, sin un ápice de amor propio y pudor.

El remate del papelón corrió por cuenta de la ministra Patricia Bullrich –cuyo combate con el lenguaje es proverbial–, al trabucarse con las palabras mientras se deshacía en explicaciones, durante una comunicación telefónica con el periodista Eduardo Feinmann, transmitida en vivo.

El remedio fue peor que la enfermedad.

¿Acaso no había llegado entonces la hora de reemplazar este recurso por algún otro o, por lo menos, perfeccionarlo?

Todo indica que no.

De hecho, dos semanas después, luego de que Milei, disfrazado para la ocasión con el uniforme de combate del Ejército, sobrevolara en helicóptero parte de las 70 mil hectáreas cordobesas devoradas por el fuego sin dignarse a aterrizar en señal de apoyo a los bomberos, las usinas desinformativas del régimen no demoraron en ponerle el pecho, tanto a su inconducta protocolar como a las críticas que recibe por su negativa de aplicar todo tipo de medidas para proteger el medio ambiente.

Ello, por supuesto, se tradujo en otra fake

La cuestión fue de manual: primero se la disparó desde el periódico de Cerimedo para ser inmediatamente viralizada por su falange de trolls, y con un libreto que señalaba “la detención de 17 jóvenes pertenecientes a La Cámpora, quienes habrían iniciado el fuego”, entre otros datos de fantasía.

Tales textos se completaban con videos manipulados con inteligencia artificial,  donde –por ejemplo– los presuntos pirómanos se entregan a un baile ritual en torno a las llamas. Y dicho sea de paso, uno de ellos exhibe sobre su remera la inscripción  “K-Ka12”.

Ya se sabe que tal sigla es la del virus mortal con la cual es comparado el kirchnerismo en un spot estrenado días pasados por el gobierno en sus redes sociales, emulando la estética de un cortometraje nazi titulado Die Englische Krankheit (La enfermedad inglesa), realizado en Alemania a fines de 1941 por el Ministerio de Propaganda del Tercer Reich.

Cabe destacar que, gracias a la inventiva de su jefe, Joseph Goebbels, el Führer llegó al poder a través de una fake: atribuir falsamente, en febrero de 1933, el incendio del Reichstag (la sede del parlamento en Berlín) a un albañil holandés que pertenecía al Partido Comunista, cuando los verdaderos autores del atentado eran esbirros de las Surmabteilung (SA).

No es una exageración afirmar que Goebbels, atraído por la aplicación propagandística de la radio y el cine, entre otros recursos modernos para la época, logró formatear una ideología aterradora en millones de mentes.

Es posible que un cuadro con su rostro decore el living de Cerimedo y los suyos. Pero ellos también tienen otros ejemplos a seguir. Ejemplos siempre vinculados a etapas negras del mundo.

En este país, la última dictadura supo echar mano a las fake casi cuatro décadas antes de que éstas existieran como concepto.

Sin ir más lejos, dos casos paradigmáticos: el famoso artículo publicado en la Revista Para Ti, donde, bajo el título “Habla la madre de un subversivo muerto”, se simula la entrevista a Thelma Jara de Cabezas, quien, en realidad, permanecía secuestrada en el inframundo de la ESMA; y no menos eficaz fue la instalación de la consigna “¡Vamos ganando!”, que resaltó en inumerables portadas de la prensa gráfica y en zócalos televisivos durante la Guerra de Malvinas, siguiendo expresas directivas del gobierno del general Leopoldo Galtieri. Se trataba de una fake en la cual buena parte de la población creía a pies juntillas y que, de pronto, se hizo añicos, a raíz de la rendición argentina.

Pero los discípulos actuales de semejantes falsarios tienen menos suerte, puesto que sus embustes suelen desvanecerse al momento de ser paridos.

Aún así, la cruzada contra la verdad continúa.  «