¿Qué hace una pequeña multitud de niños y niñas apostados frente al escenario al terminar la función? Fernán Cardama les está mostrando cada uno de los juguetes y juguetitos que utilizó para contar La vuelta al mundo en 80 días, la adaptación del clásico que Julio Verne escribió allá por 1872. Sin recurrir a efectos que saturen los sentidos, esta obra despliega un relato de aventuras que atrae la imaginación de los más chicos.
Passepartout (Paspartú), interpretado por Cardama, único actor en el escenario, es el mayordomo y compañero de viaje de Phileas Fogg, quien apostó que podía dar la vuelta al mundo en 80 días solo con los medios de transporte que existían en aquel entonces. Es decir: los aviones no son una opción. Así, la travesía irá requiriendo distintos vehículos, como trenes, barcos, globos y elefantes. El itinerario los enfrentará a diferentes culturas y, en el caso de Mr. Fogg, hasta con el amor de la joven india Auoda.
Cardama y su compañía llevan años trabajando teatro de objetos, juguetes, títeres. Un rato antes de comenzar la obra, premiada en ambas costas del Atlántico, Fernán cuenta la relación con el destino transhumante de la familia de titiriteros: «Cuando decidimos hacerlo, ya nos habíamos ido a vivir a Europa. Entonces nos dimos cuenta de que La vuelta al mundo tenía eso que a nosotros como emigrantes e inmigrantes nos modificó muchísimo. Si bien en el texto de Verne el viaje se hace para ganar una apuesta, esa experiencia, sin que se diera cuenta, lo modifica. Porque aparece el tema de conocer otras culturas, la amistad, la tolerancia hacia el otro, que siempre suma y nunca resta».
«La dependencia de la tecnología crece de manera exponencial, por eso la reacción de los pibes cuando entran en esta historia es alucinante, se quedan mirando un barquito de lata de dos pesos con cincuenta. Esos mismos chicos que parece que solo quieren jugar al Clash Royale, disfrutan enormemente de los juguetes. Entonces, las elecciones de los chicos tienen que ver con lo que uno les ofrece como alternativa».
La adaptación la hicieron con Claudio Hochman, y juntos les surgió la idea de hacerla con juguetes antiguos, que reunieron de distintas partes del mundo: «La cinta que se usa en una escena es de un pueblito metido en la sierra de Cataluña. El trapecista es de Praga, a los luchadores los encontramos en un pueblito en Rusia, las vueltas al mundo son de Alemania, otros, como el elefante y la vaca, los construimos nosotros».
La apuesta es que los chicos hagan funcionar la imaginación, como cuando «Paspartú» pasa con el trencito entre las sillas y mesas de la sala: «Ahí tienen que imaginar que viajan Phileas Fogg y Aouda. Y en ese momento lo creen. Si les damos todo hecho, si la nariz de Messi en la Play es igual a la del Messi real, les estamos cortando esa posibilidad de completar la imagen desde su propia fantasía.»
Jueves a domingos a las 16:30 hs. en el teatro Maipo, Esmeralda 443. «