A quién calificar como perdedor en la geopolítica mundial actual. ¿A Volodímyr Zelensky, presidente de facto de Ucrania, desde el 20 de mayo del 2024, o al Occidente Colectivo que lo usa como muñeco de ventrílocuo para inventar la narrativa de que dirige un país al cual hay que ayudar militarmente para seguir intercambiando sangre de jóvenes ucranianos por ganancias del complejo militar-industrial occidental? Ese es el principal motor de una economía que desde hace décadas basa su dinamismo en la producción de armas y la provocación de guerras en el mundo.
Suiza, el país que eligieron para morir grandes de la literatura como Jorge Luis Borges, y otros del cine como como Charles Chaplin, fue el anfitrión de esta inservible reunión. El país helvético tenía otras expectativas. Invitó a 160 países y sólo acudieron 92. De esos 92 varios se negaron a firmar la declaración final.
Entre los que se negaron estuvieron Brasil, México, Arabia Saudita , Emiratos Árabes Unidos, India, Sudáfrica, Tailandia, Armenia, Eslovaquia. Son actores importantes del Sur Global e impulsores de un orden multipolar.
De 160 países invitados, menos de 80 firmaron una declaración que fue absolutamente distinta de la que Zelensky pretendía. La conferencia suiza de paz para Ucrania fue en realidad “el sainete de Lucerna”.
Zelensky, que dirige el estado más corrupto de Europa, recibió una credencial mediática para recibir multimillonarios apoyos que mantienen activo al complejo militar-industrial occidental, a cambio de la vida de jóvenes ucranianos en una guerra perdida que ya no es suya.
Es la guerra de Occidente contra Rusia. Como fue la de Napoleón Bonaparte, fracasado en 1812, la del Occidente Colectivo contra la Rusia de Lenin en 1917, terminada en 1923, y la de Adolf Hitler con la famosa Operación Barbarroja, en 1941, que fue el inicio de la derrota del nazismo por el Ejército Rojo que llegó triunfante a Berlín 4 años después.
Analicemos el “sainete de Lucerna”: Rusia no fue invitada porque Zelensky decía que iba a secuestrar la reunión y había autoritariamente prohibido por Ley negociar con Rusia. ¿Puede ser mínimamente lógica una conferencia de paz con uno de los países beligerantes ausente?
Joe Biden, presidente de Estados Unidos, no asistió porque tenía una reunión de recaudación de fondos para la campaña a su reelección. Xi Jinping, líder de China, no asistió porque tiene su propia propuesta de paz para Ucrania, acordada con Ignacio Lula da Silva, presidente de Brasil.
La vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, declaró al llegar al “sainete de Lucerna” que su país no apoya a Ucrania por razones humanitarias sino porque defiende sus intereses nacionales” y se marchó rápidamente a su país para seguir con su agenda.
La declaración y la actitud de Harris parecen ocurrir en clave electoral norteamericana. El opositor candidato republicano, Donald Trump, ya ha declarado su oposición a la entrega de recursos millonarios al derrotado Zelensky.
Entre los líderes de las naciones europeas estuvieron Emmanuel Macrón, quien parece perderá las elecciones anticipadas, Olaf Scholz, que está provocando el crecimiento de la ultraderecha germana por su entrega incondicional a Washington y el alejamiento con Rusia por su silencio cómplice ante el sabotaje al Nord Stream, que ha encarecido la energía para los alemanes, Rishi Sunak, también en riesgo de perder las elecciones frente a los laboristas ingleses.
Actores políticos importantes del nuevo patio trasero de EEUU, que es Europa, y firmes apoyadores de Zelensky están viviendo impredecibles procesos político-electorales.
Como declaró el académico Jeffrey Sachs “Ucrania es el Afganistán de Europa”. A eso la ha reducido Zelensky y su camarilla neonazi que en términos bélicos sólo pueden realizar actos terroristas contra la población civil rusa en la zona fronteriza y en Crimea.
¿Cómo se desarrolló el sainete de Lucerna? Se dividieron en grupos de trabajo sobre seguridad nuclear, seguridad alimentaria, liberación de prisioneros, y sobre la falsa acusación de Zelensky de que hay niños ucranianos secuestrados por Rusia. Se trata de los niños del sector ruso parlante de Ucrania que han sido retirados de las zonas de conflicto para preservar sus vidas normales en su madre patria, que es Rusia.
La declaración final del sainete de Lucerna no mencionó el punto principal inicialmente planteado por Zelensky, como su fórmula de paz, consistente en el retiro de las tropas rusas de Lugansk, Donetsk, Jerson, Zapororigia y Crimea.
Vale la pena detenerse en Crimea. Pertenece al milenario estado ruso desde 1.782 y en su bella ciudad de Yalta se celebró una cumbre fundamental entre los líderes de la coalición antinazi, en febrero de 1945, meses antes del suicidio del derrotado Adolfo Hitler. Reclamarla como ucraniana es uno de los tantos desvaríos de Zelensky. Es más absurdo incluso que si México reclamase como suyos California y Nuevo México, estados hoy consolidados como parte de Estados Unidos.
Zelenky, su progenitor que es el Occidente Colectivo y el sainete de Lucerna, traen a la memoria la novela de Bukowski “La senda del perdedor”. Su personaje, Henry Chinasky, sufre las duras realidades del otro Estados Unidos. El de los patios traseros mugrientos, las oficinas de desempleados, los bares sórdidos. Así será la historia que se escribirá sobre esta nueva guerra de Occidente contra Rusia peleada por los líderes del G7 y la OTAN “hasta el último ucraniano”.