De tanto creerse que los tiempos de Europa eran infinitos, que ahora Donald Trump y Vladimir Putin se pongan a rediseñar el mundo sin convidarlos a la mesa les produce un escozor inimaginable a las clases dominantes de esa beligerante península de Eurasia. Pero eso es lo que ocurrió estos días en que se comienzan a ver los albores de algo así como un Yalta 2.0. La otra pata en un supuesto trípode de gobernanza planetaria sería China, ya no el alicaído Reino Unido de Winston Churchill. Ni algún otro aspirante con ínfulas coloniales. De allí que en los corrillos de la geopolítica se murmura que está en marcha “el siglo de la humillación europeo”, un remedo de esa centuria del imperio chino derrotado y sometido por Occidente desde las Guerras del Opio hasta la revolución de 1949.

Habrá que ver con qué se despacha el secretario de Estado Marco Rubio este lunes en el anunciado plan de paz para Ucrania que sin dudas discutieron en Riad el martes pasado con Sergei Lavrov. Y habrá que ver hasta dónde EE UU va cumplir a largo plazo lo que pueda arreglar ahora. Pero hay datos interesantes. El plan será presentado en la ONU con el agregado de que se reconoce la importancia de respetar la Carta de fundación del organismo internacional. O sea, ya no más “el mundo basado en reglas”.

De todas maneras, conviene no olvidar el medio millar de acuerdos con las comunidades originarias de América del Norte desde el 1800 que quedaron en papel mojado. Y también tener en cuenta un viejo debate en las élites estadounidenses desde su fundación sobre si intervenir en la política internacional o quedarse de este lado de los mares. Por ejemplo, Washington demoró su participación en la Primera Guerra Mundial para no romper la tradición de dejar que los europeos se rompieran los cuernos entre ellos.

En la Segunda, en cambio, la estrategia fue esperar antes de apostar a ganador: solo enviaron tropas cuando era evidente que la URSS derrotaría al nazismo ¿Qué diferencia hay con este momento, a tres años de la guerra en Ucrania? Trump quiere una paz con Moscú porque sabe que la OTAN ya perdió. Y ahora en un posteo en su cuenta de Truth culpa a Volodimir Zelenski de haber metido al imperio en una guerra que no podían ganar y haberse birlado miles de millones de dólares.

Para no dejar dudas, dejó una frase decisiva: “Esta guerra es mucho más importante para Europa que para nosotros (…) Tenemos un gran y hermoso Océano como separación”. Nada que no hubiera podido decir Woodrow Wilson en 1916. Ni que James Monroe no les hubiera avisado en 1823 sobre eso de que América no es para los de otro continente.

A todo esto, los europeos no son los únicos que quedaron pedaleando en el aire. Lo de Zelenski es complejo: Jugó todas las fichas a Joe Biden y ahora Trump lo llama dictador porque su mandato venció hace 280 días y no convocó a elecciones. Para colmo, Elon Musk publicó en su red X que  asesinó al periodista chileno-estadounidense Gonzalo Lira, preso en una cárcel ucraniana desde mayo de 2023 y hallado muerto en su celda en enero de 2024.

Lo de Javier Milei, en cambio, es patético. Zelenski fue uno de los invitados especiales a su asunción, el 10 de diciembre de 2023, y el paleolibertario y su ministro de Defensa, Luis Petri, celebraron unirse al Grupo de Contacto para la Defensa de Ucrania en junio del año pasado. Fin.