DOnald Trump ha elegido como candidato a vicepresidente de Estados Unidos a James David Vance. Aunque no siempre fue así. En efecto, cuando nació en 1984 tenía por nombre James Donald Bowman, luego fue James David Hamel y después James David Vance. Toda una versatilidad. Tan necesaria como enrolarse en los “marines” para demostrar talentos como escriba militar en Irak -aunque sin experimentar combate- lo que le permite acceder luego a la escuela de leyes de Yale. Atrás quedaban una infancia y adolescencia difíciles, que de Kentucky a Ohio el propio Vence describe en unas tempranas memorias: “Elegía para Hillbilly: memorias de una familia y una cultura en crisis”. Hillbilly es la designación despectiva para los habitantes de la región de los Apalaches, unas montañas paralelas a la costa este de Estados Unidos donde viven 25 millones de habitantes repartidos en una docena de estados. “Hillbilly” sería un montañés algo salvaje, de pocas ambiciones y escaso entendimiento.

Salir de la pobreza y lograr el éxito, todo la success-story del sueño americano. Fue un best-seller en 2016, tanto que Netflix los hizo cine en 2020 con dirección de Ron Howard y Glenn Close como la abuela salvadora, que por encima de la marginalidad y la droga, le espeta al nieto Vance: “debes querer ser alguien en la vida”. Eso propulsó al autor a la fama. Fortuna ya tenía: poco afecto al derecho, prefirió emprendimientos en Silicon Valley sobre la base de inversiones fuertes en empresas prometedoras. “Capital riesgo”, o eso dicen.

Allí entra en escena Peter Theil. Aunque menos conocido que Elon Musk, ambos crearon PayPal, y es otra de las historias exitosas de los magnates digitales, pese a otra existencia marcada por bullying y frustraciones. Según Max Chafkin, autor de una biografía no autorizada, “Thiel financia a candidatos al Senado que son de su cuerda. Si le deben favores, él podrá imponer la agenda de cómo se regulan los impuestos a los millonarios, qué se hace con las empresas tecnológicas, con las criptomonedas… Peter Thiel cree que los que se dedican a la tecnología deben tener un papel predominante”. No hace política, la compra hecha. Como sea, Theil emplea a Vance y hasta lo financia en la elección a Senador por Ohio en 2022 con 15 millones de dólares. Otros  aportantes también apostaron por ese muchacho (recaudó 28 millones en fondos de campaña) que llega a la cámara de senadores sin experiencia previa en política. Fue panelista de CNN y asume orgullo e identidad de apalachiano.

La agenda del Senador abarca la oposición al aborto, al matrimonio entre personas del mismo sexo, al apoyo norteamericano a la guerra en Ucrania, a los inmigrantes -en especial mexicanos- a la DEI, que es la discriminación positiva a favor de las minorías -que considera como un racismo anti-blanco-, a las manifestaciones contra el genocidio en Gaza, aduce que el cambio climático es un engaño y favorece la explotación sin fin de los recursos naturales.

Un par de escritores apalachianos consideraron que el libro de Vance no es más que una generalización abusiva. Sin esconder los estragos de las drogas, le dieron voz a los habitantes de esa región que están condenados a las actividades extractivistas como la madera, el carbón o la agricultura. Apalachia, dicen “parece un país del tercer mundo”. Quizás de allí la aversión de Vance por los inmigrantes, habida cuenta que los jóvenes de la región buscan mejor suerte en otros lados, donde los extranjeros son competencia – o eso cree.

Del mismo modo denuncian que Vance promueve estereotipos que no rinden cuenta de una comunidad desfavorecida pero solidaria y diversa, para construir un relato fúnebre con salida individual en vez de considerar que el declive viene de la desindustrialización antes que de supuestos rasgos innatos. Lo acusan de tomar una parte –la viviencia personal- por toda Apalachia.

Digamos que Vance reclama la abolición de cupos para minorías pero estudió por ser veterano; exige repeler extranjeros pero está casado con una hija de inmigrantes indios -en una ceremonia mixta con párroco y pandit- fue educado en el protestantismo y se convirtió al catolicismo; defiende a los pobres rurales pero es socio de las grandes digitales; crítico de Trump, hoy está en el “ticket” republicano. En la parte de Vance que convence a Donald está el blanco proletarizado, abandonado por los demócratas (Ohio es un estado que define resultados), y el financiamiento político de Silicon Valley. En estos tiempos los prejuicios no pierden elecciones, más bien las ganan. ¿Elegía para la democracia?