Las novelas de Ross Macdonald, clásicos absolutos del policial negro estadounidense, solían reiterar una misma estructura. En una familia sucedía un asesinato y quedaba impune. Algunos años o una generación después, ocurría en la misma familia otro homicidio de similares características. Para resolver el enigma de la segunda muerte era necesario buscar las pistas o las claves en el asesinato primigenio. Una primera moraleja de las ficciones parecía enseñar que aquellos trapos sucios que las familias ocultan bajo la alfombra -pecados, secretos, traumas, abusos o cualquier tipo de violencias- tarde o temprano salen a la luz o vuelven a manifestarse de la peor manera. O, parafraseando a Sigmund Freud, que lo reprimido retorna eternamente. Pero, para Macdonald las familias eran reflejo de la sociedad. Y, como buen crítico de la sociedad estadounidense que era, quería dar una lección mayor que puede resumirse en un lema que vine de perlas para el presente local y debiera grabarse a fuego en el inconsciente colectivo argentino: los pueblos que no condenan sus crímenes o que no revisan su pasado están condenados a repetirlos.
Si se remplaza familia por comunidad y se le agregan elementos cósmicos-sobrenaturales, la fórmula es la que llevó al prestigio y a la gran popularidad a True Detective en 2014, de la mano creadora de Nic Pizzolato y con los protagónicos de Matthew McConaughey y Woody Harrelson en el rol de los detectives.
Si 20 años no es nada, tal como reza el tango, menos lo son diez. Por ello, a una década del estreno y a cinco años del último capítulo de la serie estrella de HBO, se vuelve al primer amor de la idea original. Pero, esta vez, como buena hija de su época, el guión es de una fémina (la extraordinaria Issa López, responsable de hitos del terror tales como Vuelven) y los roles principales de los detectives están encarnados por dos mujeres. Otra de las variantes novedosas es que el contexto no es ahora el sur profundo de los Estados Unidos, sino su contrario: el polo norte que, por helado, no resulta menos infernal.
Las nuevas protagonistas de True Detective
En efecto, ahora son Elizabeth “Lis” Danvers (Jodie Forster) y Evangeline “Angie” Navarro (Kali Reis), las encargadas de investigar la desaparición de ocho científicos de la estación de investigaciones Tsalal en pleno ártico. Más pronto que tarde, las veteranas detectives del pueblo de Ennis, situado al norte de Alaska, encuentran los cadáveres desnudos de los académicos en pleno hielo con expresión de horror y sospechan que esa masacre está relacionada con un viejo caso archivado y nunca esclarecido: el brutal asesinato de Annie Kowtok, una activista local de origen indígena que denunciaba la explotación laboral y los estragos que producía una mina en el medio ambiente.
Como es ya casi regla en estas narraciones, las mujeres son antagónicas y complementarias: una aparentemente fría y racional, y la otra sensible, pasional y sentimental. Aunque hacia el final se descubrirá que son más semejantes de lo que parecían. Como era de esperar, Jodie Forster está extraordinaria en su primera incursión en el streaming. El único problema es que el rol de la policía detective aparentemente dura, pero que esconde tras su permanente cinismo, ironía y humor negro, un profundo sentido de la justicia y un corazón noble y destrozado está demasiado remanido. Ya encontró su cúspide con Francis McDorman en Tres anuncios en las afueras y fue recientemente explotado por Kate Winslet en Mare of Easttown. Lo propio puede decirse del personaje de Kali Reis. Su interpretación es muy buena y hasta conmovedora, pero repite un estereotipo: la de la mujer sentimental que hunde sus heridas en el alcohol y el sexo sin compromiso.
Algunos de los aciertos provienen de que, como en la mejor tradición del noir (más noir que nunca porque los episodios se suceden en la larga noche ártica), los crímenes son el correlato de una comunidad disuelta, sórdida y decadente. Cual una Twin Peaks en versión congelada, los salvajes asesinatos son la manifestación visible de las violencias sociales, el racismo y los prejuicios de todo tipo presentes en Ennis. Pero el foco está puesto en cómo los asesinatos sacan a la luz y ponen en evidencia los conflictos psicológicos y familiares, las tragedias pasadas y presentes, los conflictos generacionales y los traumas de las dos detectives protagónicas.
La escritora mexicana Issa López aprovecha su pulso para el terror y el ambiente nocturno, frío y solitario para crear una atmósfera agobiante plena de suspenso y de apariciones fantasmagóricas. Otro de los aciertos es que los crímenes ocurren en Navidad. López parece haber aprendido de otra mujer, la maestra por antonomasia del misterio policíaco y una profunda observadora de las pasiones humanas, de que la idea idílica de que las festividades navideñas son época propicia para la paz y alegría no puede ser más falaz. Tal como afirmaba Agatha Christie en una de sus mejores creaciones, Navidades trágicas, en las navidades suelen reunirse gente que no se ve durante todo el año, familiares que se odian y se ponen de manifiesto viejos resentimientos, pasiones ocultas, secretos nunca develados. Eso sumado a la comida y la bebida en abundancia y las consecuentes indigestiones y humores malos, hacen de la época el tiempo más propio para los asesinatos.
En definitiva, más allá de algunas falencias -entre las que cabe agregar una decepcionante resolución- los seis episodios de la cuarta temporada de True Detective: Tierra nocturna, constituyen un muy buen entretenimiento que se sostiene por sólidas interpretaciones, un ambiente excepcional espectacularmente filmado y una buena dosis de suspenso, terror y terror psicológico, pero no llega a las cúspides artísticas de la primera temporada.
True Detective: Tierra nocturna
Guión: Issa López. Con Jodie Forster, Kali Reis, Finn Bennet, Isabella Star LeBlanc, Fiona Shaw y Chistopher Eccleston. HBO Max estrena un episodio nuevo cada domingo hasta el 18 de febrero.