A 50 años del 31 de julio de 1974, cuando fuera asesinado el abogado, político y diputado nacional, Rodolfo Ortega Peña, a manos de la Triple A, la editorial Colihue presentó Tribuna de la Plebe, el libro póstumo que escribiera Eduardo Luis Duhalde -su gran compañero de militancia y de escritura- junto con Luis Hipólito Alén.

El libro será presentado justamente este martes 30 a las 19 en la Sala Solidaridad del Centro Cultural de la Cooperación (Corriente 1543, CABA), con un panel integrado por Marcelo Duhalde, Mariela Stavale, Ignacio Vélez, Héctor Recalde y Luis Hipólito Alén.

En el capítulo 1- Aquel invierno del 74, se trascribe una entrevista del periodista Pablo Mendelevich a Ortega Peña, en la que habla de la relación con Juan Perón desde la perspectiva del 1974 y sus diferencias con la Argentina del ‘45, entre otros tópicos. Ese tramo que va desde la página 25 a la 33 es el siguiente:

La muerte de Perón

De alguna manera, sentíamos que, muerto Perón, los precarios diques que todavía contenían de alguna forma a los grupos de la ultraderecha se verían prontamente desbordados. Rodolfo había explicado nuestro posicionamiento en un reportaje concedido a Pablo Mendelevich, en aquel tiempo cronista de la revista Redacción, que no fue publicado hasta después de su muerte. Allí dijo:

–Hay algo que quedó como una incógnita: ¿por qué el estudiantado no logró su reincorporación cuando usted y Duhalde fueron cesanteados en la universidad?

–En el caso nuestro, usted conoce bien las disidencias que existen de Duhalde y yo con respecto a la conducción de JUP. Entonces ellos consideraban que el nuestro era un caso aislado que hacía a la agresividad de la revista Militancia, más que a una agresión a la universidad. Nosotros no planteamos una reivindicación de nuestras personas, sino que era el paso inicial de ataque a la universidad.

Se buscaba el punto más agresivo para golpear, pero hacía a una escalada. Cuando a nosotros nos cesantearon en los cargos, dijimos, “esto es contra Puiggrós” y a los pocos meses cayó Puiggrós; cuando nos cesantearon las cátedras dijimos “esto es contra la universidad”, y ahora salió la ley. El problema se manejó sectariamente. Se quiso negociar. Usted sabe cómo culminó el episodio: la ley de prescindibilidad se dictó, nosotros seguimos tomando exámenes y el decano de Derecho esperó a que terminaran los interinatos para solucionar de esa manera el problema.

Esto fue una cuestión absolutamente negociada.

Lamentablemente, lo grave no era nuestra situación, sino que se confirma lo que decíamos; que lo que viene era una política contra la universidad, no contra dos profesores en particular. Nosotros no pedíamos que las masas se movilizaran por Ortega Peña y Duhalde en un martirologio; nosotros decíamos que si molesta la crítica política de una revista –porque la cátedra no la utilizábamos políticamente–, significa que ya ha comenzado la discriminación ideológica.

–¿Por qué se dividió la Juventud Universitaria Peronista?

–La división de la JUP no nos sorprende, porque sostuvimos que en la JUP se dio un gran ingreso de estudiantes de pequeña burguesía, que en una gran parte por lo menos vinieron al peronismo en la llamada agrupación 11 de Marzo, es decir, con posterioridad al triunfo electoral, sin haber participado en las luchas, con una concepción típicamente pequeño burguesa que confunde revolución y pueblo con una verticalidad “fácil”, digamos así; entonces, los que preconizan la lealtad en estos momentos diría yo que es una lealtad presupuestaria. El otro sector, con las disidencias que podamos tener con él, se ajusta a lo que es o ha sido la política de Montoneros, que nosotros, con disidencias, respetamos en el campo revolucionario. Los leales son oportunistas y antes de ayer eran apolíticos o estaban en cualquier otra tendencia, y hoy son más peronistas que Perón y que el peronismo en su totalidad.

–El otro sector: ¿es un peronismo sin Perón?

–No es un peronismo sin Perón porque interpreta lo que de alguna manera es también nuestra posición: que se rescata el Perón de las luchas populares, el Perón del pueblo. Es un peronismo que critica el Perón que está en estos momentos encabezando el proyecto del capital  monopolista, lo que no significa abjurar ni del peronismo ni del Perón rescatado por el pueblo en 25 años de lucha.

–¿Y las diferencias con Montoneros?

–Son del mismo tipo. En la JUP se hacen más manifiestas por su carácter de organización más de superficie, pero es el mismo problema. Indudablemente, hay un equívoco en no analizar el proyecto concreto que se está ejecutando en este Gobierno y ponerse el manto de la ortodoxia para evitar ese tipo de análisis. Es decir, que en lugar de ubicarse en relación a la clase trabajadora peronista, se ubican en relación a la superestructura. Quizás habría que analizar si la propia organización Montoneros no facilitó este planteo internamente, inconscientemente, y está pagando deficiencias ideológicas que no datan de ayer a la mañana, sino que vienen de bastante tiempo atrás.

–Y más que “deficiencia ideológica”, ¿no podría ser una frustración, por sentirse engañados por quien creyeron que era su líder?

–Yo no creo que sea un problema psicológico. Yo creo que hay un error de análisis, de no haber analizado las fuerzas sociales en las que se apoyaba el proyecto de Perón. Tal vez la idealización de una serie de categorías que no se ajustan a la realidad, y esto resulta bastante conflictivo para quienes se alimentaron de una ortodoxia. Muchos compañeros reaccionan críticamente, otros siguen alimentándose en esa ortodoxia y terminan en las filas de la contrarrevolución.

Y los grupos que ahora están en la línea combativa, ¿no estaban antes en la ortodoxia en la que ahora se ubican los grupos disidentes? Porque antes todos gritaban “Viva Perón”.

–Claro, pero los grupos estaban en la ortodoxia correctamente. El que se sale de la ortodoxia del peronismo es Perón. El que está dejando de ser peronista es Perón, lamentablemente.

–¿Ustedes no se consideran infiltrados si se parte de la base de que el peronismo es un movimiento que se gestó en la derecha?

–No estoy de acuerdo en que los orígenes del peronismo sean de derecha. Si hablamos de los orígenes, el peronismo se nutre de distintas corrientes que no son de derecha. Se nutre de FORJA, que ideológicamente es un radicalismo de izquierda, digamos así; se nutre de corrientes radicales que no son de derecha…

–Minoritarias.

–Minoritarias, pero no de derecha; se nutre de una clase trabajadora que hasta esos momentos la izquierda tradicional no le daba representatividad, se nutre de una figura que de ninguna manera podemos admitir que sea de derecha, como es Eva Perón. Usted puede decirme que para algunos pudo caracterizarse como un fascismo que surgía. Bueno, para una mentalidad metropolitana y europeizante, en la situación de coyunturas de ese momento se creyó que era un fascismo. Pero lo que se daba era un movimiento nacional. Tal vez, si hubiera que caracterizarlo de alguna manera, sería un bonapartismo de semicolonias, antiimperialista claramente. No lo podemos caracterizar de derecha de ninguna manera, sin perjuicio de que tuviera elementos de derecha adentro. Estos no eran los que daban la línea al movimiento.

–Bueno, pero el peronismo se caracterizó por ser siempre Perón; el proceso fue siempre Perón. Y Perón, ¿qué es?

–Si a Perón tengo que caracterizarlo a lo largo de la historia, yo lo coloco en el centro del movimiento. Ni a la derecha ni a la izquierda. Hasta ahora, hasta Ezeiza, digamos.

–Pero ¿a los 78 años cambió Perón?

–Lo que cambia no es Perón. Eso es un análisis psicologista. Lo que cambian son las categorías que él usa para analizar al país, porque son insuficientes para corresponder a la realidad que se ha dado. Él ocupa el centro de un país en donde, en su primer gobierno, existía por lo menos un embrión de burguesía racional, un Ejército que venía del 43, por lo menos con una concepción anti Década Infame, y sectores que acompañaban un proyecto industrial. Y hoy esa burguesía nacional no existe. El capital monopolista se expresa en la CGE fusionada con la UIA; ese Ejército nacionalista, con algún dejo de pretensión revolucionaria, es un Ejército de ocupación al servicio del imperialismo yanqui; él quiere reconstruir el frente del 46 y la realidad es totalmente distinta. Y por último, una clase trabajadora que él dejó expresada en los sindicatos se convierte en el sindicalismo burocrático participacionista que hoy no expresa a las bases. Esa clase trabajadora es libre de resistencia. Desde metalúrgicos en 1956-57 se gesta la resistencia. Hoy desde metalúrgicos se gesta una política de entrega. Entonces, hay un momento que a mi juicio podemos caracterizarlo como el Gobierno de Frondizi, donde se da el paso de la posición del sindicalismo tradicional: golpear, negociar, la lucha por el mejor salario, la reivindicación, la paritaria, el convenio colectivo como ámbito de presión. Y con Krieger se hace asumir totalmente la política de ingresos, se abandona el convenio colectivo, la lucha salarial reivindicativa. Al sindicalismo no le podemos pedir que sea revolucionario. Le podemos pedir que sea por lo menos reformista y reivindicativo, pero eso ha sido abandonado totalmente. Hoy está en convivencia con la patronal y con el capital monopolista. Ha dejado de ser un sindicalismo representativo.

–¿Y cómo se corrompió el movimiento sindical?

–Yo no creo que sea un problema de corrupción personal. Sin perjuicio de que muchos de los burócratas tengan departamentos, autos, jueguen a las carreras o banquen la quiniela. No es un problema de individualidades.

–No, no me refiero a ese tipo de corrupción, sino al cambio de dirigentes. El cambio de dirigentes que se dio en el 45, por ejemplo.

–Algunos dirigentes combativos van adaptándose al sistema y dejan de serlo, y aparece un recambio que ya es una capa que no expresa a la clase trabajadora, aunque por origen hayan sido trabajadores, sino que asume la ideología de la burguesía. Si usted toma hoy un discurso de Otero o de Lorenzo Miguel o de Calabró, no lo diferencia del que pueda pronunciar Santamarina en el Jockey Club o Broner en la CGE. Es decir, las diferencias específicas que existen en cuanto a personalidad será que se comerán las eses. Pero en cuanto a ideología, no hay la menor diferencia. Esta unificación es por adhesión a un proyecto en el cual las bases y la clase trabajadora no cuentan. Se trata de no movilizar, de que las elecciones sean fraudulentas, impedir la presentación de listas opuestas, que no haya discusión, evitar la tomas de fábricas, etcétera.

Este es el mismo esquema de la clase empresarial monopólica; entonces no puede hablarse de un gobernador obrero en el caso de Calabró, porque Calabró expresa los intereses del capital monopolista y los intereses agrarios de la provincia de Buenos Aires; paraliza la entrega de tierras a los colonos, es decir, hace la política que la oligarquía quiere que se haga. Más que una corrupción personal, es una corrupción ideológica impuesta por el sistema, a partir del hecho de que el sindicato no sobrevive si no tiene el descuento de aportes a los trabajadores que el Estado le autoriza. La amenaza de las inspecciones contables ha hecho que, objetivamente, ya participen de la ideología de la burguesía y no tengan posibilidad de apartarse, aunque subjetivamente alguno quisiera acercarse a las bases. Es decir, proyectar una política queriendo vincularse a los sectores de una burocracia, pensar que hay contradicciones entre algunos sectores de la burocracia sindical es totalmente utópico.

–¿Qué pasa con quienes pensaban hace un año que a Perón había que “ponerlo al descubierto”; que él estaba detrás del Gobierno de Lastiri, detrás de la represión, y que era capaz de cambiar un gobernador con la policía, y en base a eso se proponían “acelerar el proceso” a través de acciones como la de Azul?

–Usted me pide caracterizar a la izquierda revolucionaria, a quienes consideramos compañeros, con quienes tal vez nos encontremos en algún punto de la construcción de la patria socialista; pero ese no es el eje por el cual pasa el proceso. Aquí la batalla se gana a la posibilidad de organizar y movilizar a la clase trabajadora. Si a esa clase trabajadora se le desconocen sus luchas y su experiencia, su identificación política como peronista, su autorreconocimiento en estos 25 años de luchas, y si no se toma como eje y centro el peronismo de esas bases, se construye una teoría paralela, que por más coherente que sea, o por más efectiva que sea militarmente, si no se reconoce todo eso, no hay posibilidad de disputar el poder en la Argentina. Concretamente, nosotros sostenemos que el ERP es un buen semifondista, gana por nocaut su pelea de semifondo, pero en la pelea de fondo, que es la organización de la clase trabajadora, evidentemente no tiene desenvolvimiento ni crecimiento porque comienza por una caracterización del peronismo, de sus inicios, a nuestro juicio, totalmente equivocada. Esto sin negarle su carácter revolucionario. Lo que ocurre es que lo que sostenemos no es que el peronismo en sus orígenes esté infectado de aburguesamiento, sino que el proyecto de Perón en estos momentos es el proyecto del capital monopolista, es el proyecto de la burguesía.

–¿Por qué “en estos momentos”?

–Porque Perón desde el 55 hasta junio del 73 mantiene un movimiento de resistencia a los proyectos del imperialismo, que facilita y posibilita la lucha de la clase trabajadora, alienta la lucha armada, y ese no es el proyecto de la burguesía. Pero hay un momento determinado en que la burguesía piensa que ante el temor de perder todo –cosa que ocurrió con Hipólito Yrigoyen, también– debe ceder algo. Es el sistema Lampedusa. Proyecta, a mi juicio, la maniobra más audaz, que consiste en dejar la unidad a Perón con la idea de que Perón va a ajustarse al proyecto que se viene desarrollando a través del imperialismo; y gana en eso. En estos momentos está ganando Lanusse, lo que significa el triunfo de los sectores coloniales en la Argentina. Pero me parece importante distinguir en la crítica a la izquierda, que la clase trabajadora no va a dejar de ser peronista para ingresar en algunas de las organizaciones de izquierda que operan en la Argentina. Lo que está haciendo es generar su propia estructura de organización a partir de su propia experiencia, y si tiene que enfrentarlo a Perón, lo va enfrentar si Perón persiste en ejecutar este plan. Pero no por eso va a renegar de toda su experiencia, su identidad política, su lucha. Cada vez que alguien del peronismo no actúa como peronista, o deja de actuar como peronista, la masa inmediatamente lo elimina, lo desconoce y deja de reconocerlo como peronista. Esto puede llegarle a ocurrir a Perón mismo si persiste en este tipo de política.

–Yo veo que a usted no le gusta la psicología en la política, pero ¿qué pasa si esa masa trabajadora que margina a los que dejan de ser peronistas empieza a sentirse frustrada?

–Mire, no me cabe la menor duda que hay elementos psicológicos que hay que tomar en cuenta. La decepción, la desesperanza, la frustración, también recorren a la clase trabajadora. No nos engañemos en que no es posible comparar esta etapa de decepción con respecto a Perón con cualquier otra que hayamos tenido antes.

–¿No se puede decir que es una religiosidad en la que se descubre que el Dios no existe?

–No, yo creo que eso llevaría a un análisis de la relación política con el problema del carisma, o religioso, que no creo que se dé de esa manera.

–Para concretar: ¿ustedes están enfrentando a Perón en estos momentos?

–Estamos enfrentando un proyecto político en el cual Perón aparece a la cabeza. No estamos haciendo anti-Perón, sino que lo que queremos es el compromiso histórico del peronismo. En lugar de dar el poder a las base s, el poder está en la superestructura del peronismo; en lugar de hacer un modelo económico revolucionario de transición nacional, se está continuando con una política de ingresos ligeramente modificada con respecto a la de Krieger; y así sucesivamente. Enfrentamos ese proyecto desde el ángulo del peronismo. El Consejo Superior dirá que no somos peronistas…

–¿Y las masas no los marginan a ustedes?

–No, porque esto significaría que las masas estarían apoyando el proyecto que se está ejecutando en el gobierno, cosa que es totalmente inexacta. Lo que va a hacer agua a corto plazo es el Pacto Social. Si la prescindibilidad comienza a aplicarse ya en el ámbito del trabajo, no me cabe la menor duda de que a raíz de la política económica, en muy poco tiempo, a través del problema de los insumos importados, se registrarán suspensiones en las fábricas de Buenos Aires y del Gran Buenos Aires. Esto lleva por un tubo necesariamente a la represión obrera. Se imagina usted que un gobierno popular que reprime a la clase trabajadora es una contradicción. Esto lleva a la opción de si la clase trabajadora va a dejar de ser peronista o va a juzgar que el gobierno elegido por el pueblo ha dejado de ser peronista, aunque Perón estuviera ocupando la Presidencia.

–¿Y no puede ocurrir que las organizaciones combativas apliquen la teoría del cerco en el momento de la represión, es decir, que no se la atribuyan a Perón?

–El mismo Firmenich dijo que la teoría del cerco está totalmente abandonada en organizaciones que se caracterizaron por utilizarla, por lo tanto, me parece que es insostenible hablar de la teoría del cerco o incluso hablar de la decadencia física tipo Yrigoyen. Hay que asumir que Perón está al frente de un proyecto que no es el proyecto peronista. Es el proyecto de la alta burguesía.

–Pero eso lo asume Firmenich, o lo asumen ustedes, porque salvo los sectores radicalizados…

–Vaya a las bases y pregunte qué opinan en este momento del gobierno. Las polémicas ideológicas tienen un único criterio de verdadera definición, que es el confrontamiento con el pueblo. Vayamos al pueblo mismo y verifiquemos si es que el pueblo piensa que se está cumpliendo con el programa votado, si las expectativas están correspondidas, si tendencialmente se advierte una mejora, si realmente sienten que es un gobierno peronista el que está gobernando. Todo eso aparte de algunos símbolos efectivos, como la presencia de Villar y Margaride, o de Cáceres, que le dan la imagen de continuismo en la faz represiva, y que no es casual, porque está ligada a toda la política económica y social (3). Ese posicionamiento, sabíamos, no iba a pasar desapercibido para quienes pretendían borrar todo trazo revolucionario no solo en el peronismo sino en todo el país. Se producían diariamente conflictos de todo tipo, y cada vez más hechos de violencia. Rodolfo estaba presente en cada situación, poniendo su banca al servicio de los intereses populares. No podía entender de otra manera su función, en el convulsionado escenario político de aquellos tiempos, porque lo guiaba su fuerte concepción ética.

(3) Revista Redacción, Nº 18, agosto 1974.