Tras alcanzar su mínimo histórico en 2015, la Tasa de Mortalidad Infantil (TMI) subió levemente el año pasado en la Provincia de Buenos Aires, pero sobre todo consolidó un aumento de la desigualdad: disminuyó en las zonas prósperas y en las más postergadas creció. Así lo denuncia un informe de la Fundación Soberanía Sanitaria, que recopiló los nacimientos y defunciones en menores de un año en el distrito, publicados por el Ministerio de Salud, y puso de relieve la extensión de la brecha entre el norte y el sur del Gran Buenos Aires, donde crecieron las muertes de niños en domicilios, en consonancia con la precariedad habitacional.
La TMI refleja las defunciones de menores de 12 meses por cada mil nacidos vivos en el período de un año. Es considerada uno de los indicadores más importantes de un país, junto al índice de desempleo o el PBI. Se relaciona directamente con el acceso a una política sanitaria de calidad, especialmente la atención primaria, pero también con el nivel de pobreza y el desarrollo de una región. La determinan condiciones entrecruzadas, desde las biológicas y socioeconómicas hasta las ambientales y sanitarias.
En la provincia de Buenos Aires, la TMI presentó una tendencia descendente en los últimos 25 años, excepto durante la crisis de 2001 y los brotes de enfermedades infecciosas respiratorias como la gripe, en 2007 y 2009. De 2010 a 2015 se registró una disminución constante que alcanzó la tasa más baja de la historia, llegando a apenas un dígito: 9,86. «Con los datos disponibles es posible estimar para 2016 una TMI de 9,9 defunciones cada mil nacidos vivos, aunque no se conocen aún las causas», indica el informe.
Esa levísima diferencia de 0,04 no llega a representar un aumento, pero el foco se centra en cómo se compone el número final, dividido entre las 12 regiones sanitarias bonaerenses: «El estancamiento vino acompañado por un aumento de las desigualdades en el perfil de la mortalidad infantil en los distintos territorios de la provincia». Cuatro de las 12 regiones aumentaron su tasa en 2016. La RS II (General Villegas, Pehuajó, Rivadavia), la VI y la VII presentaron tasas superiores a la provincial. Son en estas dos últimas donde se deposita el estudio. Se trata de municipios del sur y el oeste del Gran Buenos Aires. La VI (Esteban Echeverría, Ezeiza, Florencio Varela, Lanús, Lomas de Zamora, Quilmes) es la más afectada: tenía menos de 10 de TMI en 2015 y pasó a casi 11. Coincide con que es una de las zonas más postergadas por las medidas socioeconómicas, con despidos y aumento de los índices de indigencia.
«A nivel general se podrá decir que la TMI es similar a la de 2015, pero desagregando por distrito se percibe la desigualdad. Volvió a crecer la brecha entre el interior y el norte del Gran Buenos Aires, más ricos, y el Conurbano más pobre», analiza Nicolás Kreplak, presidente de Soberanía Sanitaria y ex viceministro de Salud. Desde Provincia dijeron que no harán comentarios sobre el tema.
El informe denuncia que «la desigualdad en la distribución de la TMI entre las regiones sanitarias aumentó cerca de 2,5 veces comparado al 2015». La diferencia de la tasa entre el llamado interior y el GBA aumentó cerca de diez veces, «a pesar de que entre 2014 y 2015, había disminuido llegando a valores muy similares».
Todo el GBA bajó entre 2012 y 2015. Pero en 2016, el Cordón 1, del norte, mantuvo su TMI debajo de 6, mientras que el Cordón 2, al sur, creció de 9,74 a 11,31, superando al Cordón 4, que hasta ese momento era el de peor índice. En 12 meses, la brecha entre los cordones del Conurbano aumentó 1,4 veces. Kreplak lo asimila a Capital Federal: «Desde que asumió el macrismo hace diez años, la TMI creció cada vez más en el sur y cada vez menos en el norte porteño, ampliando la brecha. Ahora eso empieza a verse en el Gran Buenos Aires».
Las causas
«La desigualdad podría estar asociada al empeoramiento de algunas condiciones sociales durante 2016, como el aumento de la desocupación, la suba de las tarifas de servicios básicos y la pérdida del poder adquisitivo del salario, que afectan de manera más rápida a los sectores sociales más desfavorecidos y vulnerables», apunta el informe.
Moreno integra la región sanitaria VII, donde la TMI creció en 2016. Patricia Rosemberg era directora de la maternidad Estela de Carlotto en ese distrito, hasta que la despidieron en febrero «por motivos políticos», según denunció. «La tasa de mortalidad infantil es una muestra de la inequidad. No sólo depende de la oferta en atención sanitaria; se relaciona también con las condiciones socioeconómicas de la población», sostiene en diálogo con este diario. La TMI se divide entre las muertes prenatales y postneonatales. Las primeras computan a los bebés que mueren durante las primeras semanas de existencia, y la segunda, los decesos que ocurren desde los 28 días hasta el primer año de vida. Las que más aumentaron en el sur del GBA fueron las postneonatales: Lanús pasó de 25 a 30 muertes, y Almirante Brown, de 32 a 41. «La postneonatal refleja mucho más la desigualdad social, es la que primero desciende si mejoran las políticas de salud. Se trata de enfermedades más prevenibles», dice Rosemberg, y agrega: «La TMI tiene componentes reducibles, y un núcleo más difícil de erradicar, como pueden ser las enfermedades congénitas. Es lo que pasa en países como Suecia, Canadá o Cuba, que tiene una TMI de apenas 3,7». Señala dos «problemas graves» que sufre Moreno, y que se extienden en esa zona del Conurbano: la baja oferta hospitalaria («la tasa de camas por habitantes es de 1 cada 1340») y una decreciente atención primaria, por falta de insumos y profesionales.
Una de las mayores bajas de la TMI ocurrió cuando se implementó la Asignación Universal por Hijo. Los planes Remediar y Qunita tenían el objetivo de «mejorar el acceso a la salud de la población más vulnerable». El año pasado, el gobierno de Cambiemos decidió cortarlos. El más paradigmático fue Qunita, porque apuntaba a reducir la mortalidad infantil por colecho. Miles de kits están disponibles para ser entregados, pero el Ejecutivo decide guardarlas en un depósito, a pedido del juez Claudio Bonadio.
A cambio, Provincia lanzó meses atrás el programa «Al fin en casa», que otorga cunas pero en pocos distritos, como San Miguel y Morón, y sólo a prematuros, que son el 7% del total de chicos. «El colecho es el factor más importante, junto con el tabaquismo, para la muerte súbita. Chile y Suiza, por ejemplo, implementaron un programa similar», indica Rosemberg.
Mario Rodríguez, secretario de Salud de Florencio Varela, aporta un dato clave en este sentido: su distrito disminuyó de 91 a 89 las muertes infantiles, pero las ocurridas en domicilios crecieron de 16 en 2015 a 23 en 2016: «Los fallecimientos de niños en domicilios venían descendiendo hasta 2015, y el año pasado rebotaron en todo el Conurbano. Especialmente en la Región VI». ¿Qué significa este factor? Así lo explica: «No es sólo un problema de salud pública, también influye el déficit habitacional. Lo que vimos el año pasado es que aumentó la migración dentro del mismo Conurbano, con poblaciones de bajos recursos, familias muy jóvenes con hijos que buscan un lugar donde llevar adelante sus vidas. Crecen las viviendas precarias, el hacinamiento, casillas de madera, y en ese contexto de extrema vulnerabilidad, patologías como la afección respiratoria tienen un peso más importante. Hay una epidemia de muerte domiciliaria de chicos». «