Después de tanto andar por múltiples geografías, a uno de los intérpretes más respetados del Cirque Du Soleil le llegó a la necesidad de quedarse quieto -o intentarlo- al menos por ahora. Ese es el plan de Toto Castiñeiras, uno de los clowns estrella del circo más famoso del mundo, aunque la idea de una quietud total en su caso siempre resulte relativa.

Parte de esa dinámica mucho tiene que ver con su asentamiento temporal en Buenos Aires vinculada a «Voraz y melancólico», su nueva obra teatral que a la vez compite con otras dos que tiene en cartelera –hablamos de «Gurisa» y «Orillera»–, generando un tríptico escénico en el que resalta un universo tan reflexivo como disfrutablemente oscuro. Esta vez en lo nuevo de Castiñeiras se construye una mixtura donde conviven la licantropía, el esqueleto básico de las narraciones para niños y la música –ejecutada en vivo por un solo músico– en un marco donde el terror convive con la fragilidad de un corazón roto.

En un contexto donde estrenar cualquier propuesta representa un esfuerzo titánico, el resultado del trabajo de este autor, director y performer llega a los escenarios después de mucho tiempo de trabajo invertido. “Yo no trabajo solo, pero llegar a una primera función es algo heroico (risas) para los que participamos de esto.Somos como una especie de compañía que no para de trabajar y lo hacemos a pesar de muchas cosas. Cada vez más en el teatro independiente nos encontramos con problemas para hacer algo y con el  riesgo de que las cosas no funcionen alrededor de tanto trabajo pensado y creado. Creo que las tres obras, más allá de la última que estrenamos, tienen que ver con la fuerza y las ganas que juntamos para realizarlas. De todas formas y sin estas restricciones, las tres no hubiesen tenido la potencia que tienen”, aclara Toto analizando los pro y contra de trabajar en un contexto totalmente alejado de su experiencia internacional.


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El núcleo central de «Voraz y melancólico» mucho se vincula con la licantropía. La idea, mitos y construcciones sociales que se tienen sobre la figura global del hombre lobo se volvió pura esencia conceptual para el nacimiento de esta propuesta. “Es una obra a la que comencé imaginar hace mucho. Hice un estudio sobre licantropía pero desde una visión latinoamericana donde también entró a jugar con mucha fuerza la película «Nazareno Cruz y el lobo», de Leonardo Favio. Luego seguí con unos monólogos y con visiones populares hasta llegar a los tres actores, mientras que la idea de la narración se vinculó por el lado de los cuentos infantiles, aunque nada tiene que ver este espectáculo con esa estética. Todo sucede en el marco de una feria y con la Fiesta de la Yerba de fondo; ahí uno de los protagonistas se enamora de una chica generando una transformación en uno de los personajes”.

Otro de los elementos que remiten la atención se vincula con la música. Es que en el escenario sólo tres actores forman parte de las acciones, siendo uno de ellos quien se encarga de ejecutar la música en tiempo real. “Esta es una puesta muy física con tres personas que trabajan mucho con el cuerpo. Me interesaba pensar en una escena que remitiera a las danzas folklóricas porque quería que toda la obra fuese una zamba sobre un tablado. Un personaje del trio (Santiago García Ibáñez) es músico y toca guitarra, bombo y canta, generando una gran polifonía. Eso es parte de una instancia donde la música no está ausente ni un segundo y donde siempre está acompañando lo que pasa en el escenario. Pero más allá de eso hay mucho de comicidad y de absurdo, con lo cual lo musical es una especie de luz sobre el relato. Mis espectáculos son oscuros en términos estéticos pero este es distinto ya que tiene un efecto lumínico en contraste con los otros. Y si bien la narrativa tiene como característica mucho de los cuentos infantiles, la historia es bien trágica y adulta”.

Por su praxis de trabajo, Toto Castiñeiras vivió casi como un nómade al ser una de las figuras centrales de los espectáculos montados alrededor del mundo por el Cirque Du Soleil. Cuando las giras lo permitían -desde alguna parte de Europa o Asia- se escapaba a Buenos Aires para comenzar a rodar sus propias obras. Como parte de ese contexto surgió «Voraz y Melancólico»: “Viajo desde 2004 y los espectáculos que hago los realizo desde afuera del país, sobre todo la escritura. Y así se arma todo, inclusive desde el montaje porque en algún hueco de la gira vengo a Buenos Aires en viaje relámpago y se trabaja intensivamente en lo que vayamos a presentar. Los procesos de realización son largos porque pueden pasar más de dos años para plasmarlos, así que todo lleva su tiempo. Esta vez terminé mi trabajo con ‘Séptimo día’, el espectáculo de Soda Stereo del año pasado, y logré quedarme un año en el país sin tener que hacer una gira o algo así para poder concentrarme con lo que hago. A futuro hay cosas con el Circo que son propuestas que se verán como evolucionan, pero mientras tanto voy a dar talleres en el exterior sin una situación contractual de gira. De todas formas y más allá de vivir en varios lados, yo siento que mi casa está acá, en Argentina”, concluye.


-Voraz y melancólico. Una obra escrita y dirigida por Toto Castiñeiras. Actúan: Santiago García Ibáñez, Micaela Rey, Ignacio Torres. Funciones: Sábados a las 18 en Nun Teatro Bar, Juan Ramírez de Velazco 419.