Desde un estadio de Racing repleto, la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner cerró la campaña de Unidad Ciudadana envuelta en un envión anímico construido colectivamente por decenas de miles de personas. Su discurso consistió, sobre todo, en una apelación simple, directa y contundente a atraer nuevos votantes para repetir el triunfo del 18 de agosto en las elecciones generales del próximo domingo, para las que se vaticina un escenario incluso más difícil. Hay que reflexionar, argentinos. Estamos a tiempo de poner un límite. No dejemos que estas políticas sigan avanzando. Digámosle al gobierno: así, no. Porque no es cuestión de partidos, es cuestión de sentido común y patria, subrayó CFK desde un palco austero y muy poblado, en el que la acompañaban Jorge Taiana, todos los candidatos de la lista de diputados, intendentes, dirigentes sindicales, curas tercermundistas, concejales, personalidades de la cultura y los derechos humanos.
El acto en el estadio Presidente Perón, en la víspera del 17 de octubre, reunió a alrededor de 60 mil personas que se trasladaron hasta Avellaneda a pesar de los contratiempos. Desde muy temprano se conoció que se había producido un supuesto desperfecto en un cable eléctrico del Ferrocarril Roca a la altura de la localidad de Remedios de Escalada: con ese detonante, el Ministerio de Transporte ordenó la suspensión de todos los ramales del tren que circula desde Constitución hacia el sur. La propia Cristina hizo alusión al incidente desde el micrófono. La paralización del servicio que tiene estación en Avellaneda había disparado obvias sospechas entre la dirigencia del peronismo. Nos pararon el Roca, nos cortaron una señal telefónica y acá estamos, desafió e interpretó las dificultades como un nuevo capítulo de una épica general.
La mención a los hechos que podrían haber boicoteado la llegada de la multitud hasta la intersección de la calle Corbatta y el pasaje Mozart, donde está emplazado el Cilindro, sintetizó en cierto modo el clima del acto. Todos los discursos además de CFK hablaron Taiana y la primera candidata de la lista de diputados, la economista Fernanda Vallejos- estuvieron cruzados por una sensación, probablemente una certeza. La percepción de estar peleando en condiciones desventajosas y contra un rival más poderoso. Lo que en fútbol y en la vida cotidiana se conoce como el intento de concretar una patriada. Hemos hecho una hazaña democrática el 13 de agosto (por las PASO), cuando ganamos contra todos los medios, con todos los medios en contra. Y ahora ya es escandaloso. Ellos tienen el aparato del Estado y están usando todos sus recursos de manera casi obscena, remarcó Cristina.
Pero quizá fue Taiana quien mejor describió al bloque de poder que se expresa bajo la forma de Cambiemos. Todos tenemos que ser artífices del triunfo, no alcanza con tener a la mejor candidata (por Cristina). Es lo que se necesita cuando se enfrenta a un poder tan concentrado como el que tenemos enfrente: el Ejecutivo nacional, el de la provincia, el de la Capital, que derrama sobre el conurbano; a eso hay que agregarle parte del aparato judicial, los grandes medios, el poder financiero. Ellos creen que esa fuerza es invencible. Pero la única fuerza invencible es la fuerza del pueblo y de su militancia organizada, advirtió el segundo candidato a senador. Taiana se mostró firme y suelto. Arengó a la multitud al recordar las tres banderas históricas del peronismo y ratificar su vigencia. Al final se permitió bailar la cumbia Nunca me faltes, de Antonio Ríos, junto a Vallejos y la propia CFK. Los tres movieron sus caderas mientras las cámaras los filmaban en vivo, con planos desde abajo (contrapicado), al mejor estilo de los programas de la TV de los sábados al mediodía.
Como el acto se realizó un día antes del 17 de octubre, el otro eje presente en los discursos junto a la épica de pelear contra un gigante- fue el de la lealtad. Palabra muy nombrada, casi mítica, en la simbología peronista. De hecho, Cristina comenzó su mensaje con un repaso de la genealogía del 17 de octubre Día de la Lealtad del peronismo- para luego subrayar que ese valor, ese atributo, debe ser siempre a dos puntas.
Venimos a hacer honor a la lealtad. De un pueblo a un hombre, que desde una humilde Secretaría de Trabajo y Previsión les cambió la vida a los argentinos. Y al que luego el pueblo rescató. Ese gobierno (por el peronismo histórico, de 1946 a 1955) cumplió todas y cada una de las promesas de derechos que había hecho. Lealtad es comprometerse ante un pueblo a decir lo que se va a hacer y después cumplirlo. Por eso, la lealtad es siempre a dos puntas: de la gente con los dirigentes, y de los dirigentes con la gente. No puede haber otra clase de lealtad, subrayó.
Como contraste con la irrupción y el encumbramiento de Perón en la vida política, Cristina mencionó a qué o quiénes sería leal Mauricio Macri. Su única lealtad es a los grupos concentrados de la economía. A las mineras. A los fondos buitres. A su familia. A sus amigos. A Edenor, a Edesur. Esa es la lealtad que hoy puede exhibir, denunció y desencadenó una de las ovaciones más sonoras de la tarde, que incluyó chiflidos y abucheos dedicados al presidente.
Al referirse a la historia del peronismo, y al convocar a todos los peronistas a votar a Unidad Ciudadana, Cristina sorprendió con un ejercicio de historia contrafáctica. Fue una frase ingeniosa que hasta tuvo rima. ¿A quién votarían hoy Perón y Evita si estuvieran vivos? Evita a Cristina, Perón a Taiana, y los dos juntos, a Unidad Ciudadana, aseguró entre sonrisas y muestras de aprobación.
Pasado y futuro: ¿la tercera reforma laboral?
Hacia la mitad de su discurso, Cristina profundizó sobre algunas cuestiones relacionadas con el futuro inmediato. Prometió que ninguno de los candidatos a legisladores de Unidad Ciudadana votará las reformas pro-ajuste y flexibilización que promueve el oficialismo (Jamás van a levantar la mano contra los intereses de los trabajadores, de las clases medias y del país). Luego se remontó a su pasado como legisladora. En ese punto, primero recordó la discusión de la reforma laboral impulsada por Erman González, durante el menemismo; siguió después con el debate legislativo de la reforma laboral en tiempos de la Alianza, exigida por los organismos de crédito.
Esta última fue bautizada Ley Banelco por el episodio de la compra de votos de los senadores con fondos reservados de la ex SIDE. Cristina aseguró que ella, desde el Congreso, primero en bastante soledad y en la segunda ocasión con más compañía, se opuso a ambas reformas. Yo no vengo a prometer que no los voy a traicionar. Yo nunca los traicioné, sentenció entonces en otra de las ovaciones más estruendosas del acto.
Tras ese párrafo sobre su propia conducta, CFK realizó una de las críticas más duras que se escucharon en Racing. Para eso se metió de lleno en las tensiones internas del Frente Renovador en cuyas filas predomina el peronismo y donde la figura de Margarita Stolbizer siempre cosechó resistencias-. Entonces rememoró que la hoy segunda candidata a senadora de Sergio Massa fue miembro informante del proyecto de desregulación de las leyes laborales de la Alianza.
Una diputada de la primera Alianza (por la que conformaban UCR y Frepaso) fue la miembro informante de ese proyecto, que presentó, fundamentó y para el que pidió el voto. Era una ley contra los trabajadores. Esa diputada hoy conforma una fórmula como candidata a senadora, afirmó. No hizo falta que dijera que se refería, puntualmente, a Stolbizer.
Tampoco fue necesario que se recordara que el debate sobre la normativa vigente en materia de legislación laboral tiene mucha actualidad en la Argentina: en la última edición del coloquio de IDEA, varios empresarios insistieron con la necesidad de que el país siga el ejemplo del gobierno brasileño de Michel Temer, que profundizó desde el Parlamento la desregulación del vínculo capital-trabajo y redujo aún más el poder de negociación de los sindicatos de Brasil.
Una cadencia más lenta, luego reloaded
El mensaje de Cristina sorprendió en sus primeros tramos por sonar más pausado, como si quisiera detenerse y hablar con parsimonia para facilitar la comprensión. Algunos testigos lo atribuyeron a un afán didáctico. El mismo ritmo más lento- había caracterizado al discurso de Taiana. La incógnita se despejó cuando la propia CFK dijo que se escuchaba mal y pidió el cambio del micrófono.
Aunque hubo quien bromeó con que los dos candidatos a senadores de Unidad Ciudadana estaban empastillados, lo que ocurrió fue que no tenían sonido de retorno en la pasarela que surcaba el estadio por el medio y se escuchaban con delay por los parlantes. La ex mandataria tuvo además algún contratiempo hacia el final: cierta disfonía la obligó a acelerar el crescendo y el cierre.
El estadio mostraba banderas de municipios, agrupaciones territoriales, juveniles, organizaciones sociales y sindicatos en los dos anillos que conforman las plateas del este y del oeste. El mismo paisaje se observaba sobre la tribuna popular visitante (con orientación al norte). Entre los flameadores y las banderas que colgaban por el aire con botellas cargadas con agua para facilitar su despliegue se vieron varios retratos de Santiago Maldonado pintados sobre tela. Cristina lo mencionó al enumerar cuáles eran las razones por las que convocaba a votar a Unidad Ciudadana. Mencionó además el traslado intempestivo y sin notificar a sus abogados de Milagro Sala.
Si sos una persona que no está de acuerdo con lo que está pasando, si sos realmente opositor y te pareció una crueldad arrastrar a una mujer sola, como Milagro Sala, en un auto sin patente, si no estás de acuerdo con todo eso, entonces votá Unidad Ciudadana, aconsejó CFK.
Si no querés vivir en un país donde un pibe desaparece, nadie se hace cargo y todavía no sabemos dónde está Santiago Maldonado, acompañanos con el voto, exhortó. Desde el campo de juego completaron su frase con una consigna, en rigor una pregunta, que llegó a ser coreada por todo el estadio: ¿Santiago dónde está?
Necesitamos construir una fuerza política, una alternativa, que le dé a los argentinos una idea, un sueño y una esperanza de que esto que está pasando lo vamos a poder cambiar, agregó luego la candidata.
En su llamado a sumar nuevos votantes, CFK se dirigió a los jóvenes, a las madres y los padres de familia, a los trabajadores, a los comerciantes, a los jubilados, a quienes votaron al macrismo confundidos, a quienes aman a la Argentina, a los opositores que no son peronistas ni tampoco kirchneristas. Vamos este 22 de octubre a llenar las urnas de votos. Podemos y debemos ganar. Por eso cada uno de ustedes debe votar a dos más que no hayan votado (a Unidad Ciudadana) sobre la necesidad de ponerle un límite y un freno al gobierno. No por nosotros, sino por los argentinos que menos tienen, arengó la ex mandataria y principal candidata.
Era un llamamiento a iniciar una cadena que aproveche los últimos días de campaña para generar un efecto contagio: una cruzada participativa al estilo de la que caracterizó a la recta final previa al ballotage presidencial de 2015.
Hijos dilectos del poder económico
A pesar de lo trascendente de la pelea que viene (sabemos todo lo está en juego, dijo Cristina en un momento), el estadio mostró un clima general de alegría y disfrute. Bajo un cielo completamente azul y sin nubes, los asistentes bailaron pogo con el Ji ji ji de Los Redondos y corearon el estribillo de la canción de Ciro y Los Persas Antes y después, con que se recibió a CFK.
En la previa habían bailado carnavalito y chacarera con el folclorista jujeño Bruno Arias, cumbia y música latinoamericana con Orkesta Popular Sam Bomba. Desde el escenario, como maestro de ceremonias, conducían y arengaban Pedro Rosemblat (El Cadete) y una locutora que había llegado desde la localidad de San Miguel. Esta es la única fuerza que se le planta al gobierno y no está dispuesta a bancar el ajuste que prepara el presidente Macri, reafirmó El Cadete cuando todo arrancaba.
Como en toda convocatoria peronista, en el Cilindro tampoco faltó el duelo de colores, de siglas, de consignas, pancartas, cantitos. Para ponerle mística hubo desde bengalas de humo verde, puestas en funcionamiento por la filial Capital de ATE, o banderas gigantes desplegadas por sobre las cabezas: la más grande, que La Cámpora había preparado especialmente, portaba como única inscripción una frase de un tema clásico del español Nino Bravo, Un beso y una flor: Te juro que mañana volveré.
En las plateas y las tribunas convivían los blasones de gremios ligados a la Corriente Federal de los Trabajadores con otros del peronismo tradicional. En el caledoicospio de nombres y colores sobresalían UPCN Zona Sur, Federación Gráfica Bonaerense, Sitraju, SMATA, ATE Verde y Blanca, entre otros gremios. También se veían nombres propios. Eran los intendentes, actuales o mandato cumplido pero con peso vigente en sus distritos: Alberto Descalzo (Ituzaingó), Mario Ishii (José C. Paz), Jorge Ferraresi (Avellaneda), Aníbal Regueiro (Presidente Perón), Martín Insaurralde (Lomas de Zamora).
También hubo espacio para partidos de izquierda, agrupaciones kirchneristas y organizaciones territoriales que integran Unidad Ciudadana: el Movimiento Villero Carlos Mugica, el Frente Milagro Sala, Peronismo Militante, Solidaridad e Igualdad, Nuevo Encuentro. Incluso se vio un pasacalle de Racinguistas Kirchneristas, una peña de hinchas de La Academia que se identifican con los gobiernos de Néstor y Cristina.
Acá no hay hijos dilectos del poder económico. Acá hay hijos del pueblo, describió la economista Vallejos al arrancar su discurso. Era una buena síntesis. Pero el mejor epílogo resumen del clima de época- lo pronunció Cristina.
La Argentina no es de ellos. La Argentina es del pueblo. No es una sociedad anónima. Es de todos, afirmó antes de pedir disculpas porque se estaba quedando sin voz.