Fue la marcha feminista mejor organizada hasta el momento. Se marchó en todo el país, pero en la Plaza de Mayo se notó el paso del grito espontáneo que lanzó a miles de mujeres a la calle hace tres años para exigir al Estado que dejen de matarnos, y que instaló la frase defensiva «Ni una menos» como un hashtag urgente, al documento elaborado en asambleas abiertas, la coordinación del uso de las calles entre organizaciones, y sobre todo, el cuidado de las y los manifestantes luego de la movilización, tras la razzia que hicieron las policías Federal y Metropolitana el 8 de marzo último.
También fue la marcha más mixta. Mujeres y hombres se encolumnaron tras las banderas de sus sindicatos, centros de estudiantes, colectivos de artistas y partidos políticos. Temprano, a eso de las cuatro, chicos y chicas del Normal 1 y del Nacional Buenos Aires esperaban sobre Callao para entrar a Avenida de Mayo. En esa esquina, cinco mujeres vestidas con disfraces hechos de hojas de diarios posaban obedientes a las tiránicas órdenes de una fotógrafa que les exigía «pongan cara de flacas y contentas, cara de ‘ahora soy madre y es lo mejor que me pasó’, cara de ‘adelgacé en 20 días’, ¡cara de putas, cara de ama de casa!», gritaba.
Vanesa Siley, secretaria general del Sindicato de Trabajadores Judiciales porteño, una de las mujeres sindicalistas de la Corriente Federal de la CGT, cantaba bajo las banderas de CGT y la CTA que marcharon juntas. «En este modelo económico de despidos y flexibilidad, las mujeres somos la principal variable de ajuste. También luchamos para que en nuestras organizaciones se incorporen compañeras a la militancia y también a la dirigencia», sintetizó.
También hubo mucha «gente suelta». Daniela, de Congreso, fue con su amiga. Su hija de 15 años, que hizo la previa de la marcha con sus compañeras en su casa, quiso ir por separado. Atrás cantaban las artistas de «Aúlla», alrededor de la larga bandera alargada que mostraba cuerpos y nombres de las víctimas de femicidios.
Caía la noche y al cierre de esta edición, la policía, que no tuvo presencia en las calles, no parecía dispuesta a repetir una cacería como la del 8M, tras el Paro Internacional de Mujeres. Aquella experiencia motivó que un equipo de abogadas montara ayer guardia junto a una representante de cada organización. «Nos cuidamos entre nosotras, lamentablemente tenemos que manejarnos así», contó Ximena Espeche, una de las organizadoras.
Encabezando la marcha caminaba una representante de cada organización junto a familiares de las mujeres asesinadas, y a las sobrevivientes. Las voces de la locutora feminista Liliana Daunes y la Madre de Plaza de Mayo Nora Cortiñas propalaron el texto del documento, cuyas decenas de reclamos se sintetizaron en tres ejes principales: violencias, criminalización y represión, economía y trabajo. Cuando terminaron, un alarido colectivo se escuchó hasta el cielo. «El patriarcado se va a caer», cantaban todas. «