Sin dudas, Bodas de sangre constituye el epitome de la tragedia homoerótica y feminista lorquiana. Por un lado, al final de la célebre obra de teatro, la novia no tiene sexo ni con el novio con quien prometió casarse, ni con Leonardo, el aplazado amante con el que se fuga el día de las nupcias. Las únicas bodas que se concretan son las de sangre entre el novio y Leonardo: son ellos, los varones, los que se acoplan bajo la luz de la luna y penetran con el fálico cuchillo cada uno las carnes del otro.
“Morenito uno, morenito el otro / traen a los novios del arroyo”, decía una primera versión del drama escrito por Federico García Lorca. En efecto, los cuerpos muertos que traen del arroyo tras el duelo entre “machos”, son los de los verdaderos novios. El de Leonardo de quien la novia había dicho que su hermosura le quemaba y el del novio, de espaldas tan anchas que la muerte fascinada le pide que se acueste y duerma para no llevar sobre sus pies el peso de los músculos.
Por otro lado, los personajes femeninos son las verdaderas protagonistas y las que determinan la acción. La madre domina toda la obra y precipita la tragedia final (que será la suya propia). Y la arriesgada novia es la que da el paso definitivo (la que le pone al caballo las espuelas con el fin de facilitar la huida) para escapar de los mandatos sociales y patriarcales. En la conclusión, la novia buscará consuelo al dolor y sororidad en los brazos de la madre porque, en el fondo, sabe que es la única que puede comprenderla.
En Tercer cordón del conurbano, una tragedia marrón, la genial reescritura y adaptación libre de Bodas de sangre, la directora Paula Sánchez se hace cargo de la radical subversión de erotismo y de género presentes en el texto original y le incorpora su propia y original impronta contemporánea. En efecto, su decisión de reforzar en escena la presencia de mujeres empoderadas y rebeldes frente a varones lábiles, algo torpes y desorientados le da inusual vigencia al libro cumbre de García Lorca. En su versión aggiornada a los tiempos que corren, la madre (excepcional Alejandra Robles en su capacidad de hacer reír y conmover) es más fálica y dominante, la novia (interpretada excelsamente por Carolina Ghigliazza ) hace gala de sus carnes voluptuosas y expresa literalmente sus deseos sexuales e incluso la esposa de Leonardo, sufrida y pasiva en el texto base, devine perspicaz, humorística, fuerte y mordaz en la piel de Mariela Fernández. A su vez, los varones despliegan su costado femenino y se hayan más apegado a las mujeres (en el caso del gracioso novio que actúa Guido Sotomayor) o intentan defenderse del avance de las féminas haciendo ostentación de lo que, por siglos, fue una base de la dominación masculina: el falo y los símbolos fálicos. Por ello, este Leonardo encarnado por Mariano Bragán no hace más que ajustarse los ya apretados pantalones, exhibir su viril libertad a través de sus continuos paseos en moto por el conurbano (en reemplazo del caballo lorquiano por el campo) o se muestra presto a desenfundar el revólver (en reemplazo del cuchillo lorquiano) a la menor ocasión. También constituye un acierto la shakespeareana decisión de metamorfosear a la ama de la novia en marica ardorosa y deseante de Leonardo y que el mismo actor -Manuel Luchetti- haga asimismo del padre de la novia. De estas y otras maneras, la autora de cuenta de las luchas feministas, de la crisis del machirulaje y de los avances de los derechos de las diversidades sexuales como marcas de época presente.
Y, a su vez, lo que hace particularmente de Tercer cordón… una obra de poderosa y de vital actualidad es situarla en la Argentina de 2001 en un tiempo que, como el coetáneo se le asemeja bastante y en el ámbito del conurbano bonaerense (el despectivamente llamado tercer cordón del conurbano o conurbano profundo). La crisis económica, política y social del 2001 puede ser leída como metáfora de la era Milei y la ubicación en la periferia de la ciudad posibilita ahondar en aspectos más profundos que hacen a la crisis endémica local: el desencuentro entre la clase media y los sectores populares; el antiperonismo; la discriminación y los sueños de exterminio como rasgos estructurales de un amplio espectro de la sociedad.
“Dos bandos / acá hay dos bandos”, dice la Madre en la “Bodas de sangre” original. Y el texto tiene ecos y resulta particularmente apropiado para dar cuenta de la ancestral y mentada grieta argentina. En ésta “tragedia marrón”, la grieta se expresa a través de una Madre clasemediera y pendenciera que mal disimula su horror frente a los colores, la estética, la música (el atronador ritmo de la cumbia) y los olores (“la cuestión social es también una cuestión nasal” afirmó Simmel) de la familia elegida por su hijo, el Novio, para firmar el sacro ritual del matrimonio. A propósito del olor, no se trata solo de los basurales del CEAMSE que en el ambiente reemplazan al calor lorquiano, sino del sudor del obrero, del “cabecita negra”. Aunque ser dueña de un simple supermercado de barrio y haber perdido sus ahorros en el corralito, la acerque en términos económicos a la clase social a la que desprecia, la Madre persiste en sus prejuicios y en darse aires y estilos de otra clase social hegemónica a la cual no pertenece (y que la seguramente la desprecie y la explote).
Con ocho intérpretes en escena –la música es interpretada en vivo por Lara Bragán y Franco Napolitano-, el Grupo Los payasos del Matute descolla y logra lo que pareciera un imposible: la versión villera, nacional y popular, argenta y queer de “Bodas de sangre” sin perder ni un ápice de la belleza de la poesía de García Lorca. Porque uno de los tantos méritos a destacar de esta verdadera obra de arte es que, introduciendo aspectos nuevos y apelando a recursos tales como la danza, el clown, lenguajes pertenecientes al lunfardo y al argot local, es que respeta casi en su totalidad el texto del gran poeta granadino. Y que, aun cuando, contiene tal dosis de humor que llevan al espectador hasta la hilaridad, no pierde un ápice de emoción y dramatismo. Y es que quizás, parafraseando a un personaje de esa comedia paradigmática que debiera ser rescatada como una obra ineludible de la sociología argentina, “Esperando la carroza” de Jacobo Langsner, en “Tercer cordón del conurbano” ante la pregunta «¿De qué te reís?» hay la sensación de que la respuesta sería “de nosotros nosotros mismos nos reímos” y de que detrás de las carcajadas y asomando las lágrimas se esconde la gran tragedia argentina.
Tercer cordón del conurbano, una tragedia marrón
De Paula Sánchez. Viernes de abril y mayo a las 20 en el Teatro Becket, Guardia Vieja 3556.