Las fotos se multiplican en las redes sociales: niños, niñas y adolescentes sonríen con sus mochilas, guardapolvos o uniformes y posan frente a los celulares de sus familias. Todas las expectativas se juegan en un nuevo comienzo del ciclo lectivo. Las de profesores y maestras, también. Se terminó febrero, volvieron las clases. Ahora sí, empezó el año. Pero la educación es inescindible de su contexto: y el 2025 llega con múltiples desafíos para los equipos docentes, desde la capacitación tecnológica y la lucha salarial hasta la contención en las aulas, con alumnados atravesando crisis socioeconómicas y una violencia naturalizada desde el discurso imperante en la Argentina actual.
Parte de la potencia de lo escolar radica en la suspensión que genera. En su libro Defensa de la escuela. Una cuestión pública, Jan Masschelein y Maarten Simons hablan de la suspensión del tiempo, porque frente al pizarrón docentes y estudiantes se prestan atención mutuamente –o lo intentan– en el afán de enseñar y aprender. También la suspensión espacial: la puerta del aula se cierra y ni lo que está pasando en casa ni la tendencia de TikTok deberían importar, ahora, en este aula. Suspensión: un paréntesis que despeja el ruido y hace posible la apropiación del conocimiento.
Soplan vientos que hacen cada vez más difícil ese retiro del mundo para ingresar a otro. La crisis, la motosierra y los padecimientos de salud mental viajan en las mochilas de estudiantes y docentes. Los discursos de odio, negacionistas y anti científicos abundan en las redes, pero también en los recreos y en las salas de profesores. El uso de los celulares dificulta la concentración en clase los modos de aprendizaje. Desafíos docentes en los tiempos que corren.
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La implosión social
Es domingo y Victoria, a sus 31 años, no tiene ganas de volver a dar clases. Enseña hace 7 en escuelas de gestión estatal en localidades de La Matanza. El contexto la agobia. En este ciclo lectivo debe llevar a cabo algún proyecto gastronómico en sus materias de Comunicación. Hay que buscar excusas para cocinar. Los estudiantes tienen deberían comer en la escuela, pero no hay comedor. En la Argentina, el 66 por ciento de niños, niñas y adolescentes es pobre, según datos oficiales.
En los cursos de Ángela Montero, colega de Victoria, la mitad de los y las jóvenes de los últimos años del nivel medio trabajan, ya sea como ayudantes de albañil, cajeros de casinos virtuales, en venta de ropa o de comida, peluquería y barbería. Asisten a la escuela de forma intermitente, lo que dificulta los procesos de enseñanza y de aprendizaje. El ausentismo es una preocupación que crece: 1 de cada 4 adolescentes falta al menos 20 veces al año, de acuerdo al Observatorio Argentinos por la Educación.
“Los docentes terminamos poniendo paños fríos en un montón de situaciones que nos exceden y a veces lo pedagógico queda relegado”, lamenta la docente en diálogo con Tiempo. Así, evidencia un temor que recorre los patios escolares: que frente al deterioro generalizado de las condiciones de vida producto de las políticas oficiales, la función de alimentación y cobijo de la escuela prime por sobre su función elemental de enseñar. ¿Cómo enseñarle a un chico que ni siquiera accede a las comidas diarias?
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En la villa 21-24 de Barracas, Jordana Secondi, directora de la Escuela de Educación Media N° 6 D.E. 5, alerta que se agudizó la necesidad de acompañar situaciones vinculadas a la salud mental de los estudiantes y de sus familias: “no hay entornos afectivos de referencia que puedan dar respuesta a la necesidad de cuidado. Antes, estábamos muy acostumbrados a contar con adultos disponibles para articular con la escuela frente a distintas situaciones de vulneración de derechos de los estudiantes: tíos, abuelas, padrinos. Eso ya no sucede así”.
En los últimos años, la tasa de suicidio se incrementó en el país: un 6 por ciento en 2023 con respecto a 2022. El ministro de salud bonaerense, Nicolás Kreplak, advirtió que en el primer año del gobierno de Milei los suicidios se duplicaron en la provincia. “Nos preocupa muchísimo. Por narrar un ejemplo: un estudiante se empieza a despedir en grupos de WhatsApp durante el verano, un compañero se asusta, se contacta con algún docente y pide ayuda. ¿Por qué esta noticia llega a la escuela en enero? Porque no se activan otros resortes que podrían ser muy eficaces en el cuidado”, explaya Jordana.
El resquebrajamiento social trae aparejado familias en crisis, padres ausentes, pluriempleo, violencia doméstica y mayores adicciones. Hoy los equipos docentes hasta deben lidiar con la subida de casos de apuestas online, o incluso quedar expuestos si acompañan (la mayoría de las veces en soledad) a un alumno o alumna a realizar denuncia por maltrato en el hogar. Son la primera trinchera social.
La escuela son los otros
Discursos de odio contra el colectivo LGBTQ+, dirigentes, artistas. La agresión como forma de dirimir las diferencias no son solo tuits o discursos de gobierno, también se escuchan cada vez más en las aulas. Se naturalizan. Según una encuesta del Laboratorio de Estudios sobre Democracia y Autoritarismo (LEDA), en colaboración con el CELS, los jóvenes lideran la adhesión a creencias racistas y xenófobas y las posiciones de desapego frente a las reglas del juego democrático. La tendencia se agudiza con creces en los varones, principal grupo de apoyo de las extremas derechas.
La convivencia con los otros aparece, entonces, como uno de los grandes desafíos a trabajar. “La escuela no es una isla. Toda esa violencia que se derrama afuera la vemos en ejemplos cotidianos. Hace años no escuchaba con tanta frecuencia chistes entre compañeros en torno a la discapacidad. Hoy es como si hubiese que explicarlo de nuevo”, insiste Ángela.
Sin embargo, hay proyectos que surgen por iniciativa propia de los estudiantes. Una mujer trans empezó a trabajar como auxiliar en una escuela de González Catán. Al ver que varios estudiantes la discriminaban, un grupo de la orientación de Comunicación le propuso a Ángela realizar un taller de género para toda la institución. Y el escenario cambió.
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La ruptura del lazo social
“Hay una ruptura del lazo social que es provocada intencionalmente y la escuela es el lugar de recuperación de esa trama porque es el lugar del encuentro, de la referencia estatal para las comunidades, pero también es el lugar de la norma, que es producto del consenso social”, reflexiona Gustavo Galli, director provincial del nivel secundario de la provincia de Buenos Aires.
Y detalla a Tiempo: “son tiempos donde hay una tendencia a la disolución de la autoridad. Cuando no hay ley, no hay interés por el otro, por lo tanto hay desprecio y violencia. El único lugar de construcción de una subjetividad que incorpora la ley es la escuela”.
Por su parte, el rector de una institución privada y religiosa de la zona norte de la Ciudad, subraya que la escuela ocupa un lugar importante en términos de construcción de lo común, de la mirada de la sociedad, de lo estatal y de los otros: “el desafío es cómo seguir sosteniendo esa función de formación ciudadana desde lenguajes y experiencias que puedan crear significado hoy para los pibes. La idea de hacer algo por los demás como un valor y una responsabilidad hoy está más frágil. No hay que dar por construido ese sentido, sino volver a explicitar algunas cuestiones desde un punto distinto al que lo hacíamos antes. Es muy difícil pensar la escuela sin esta intencionalidad de influir en el otro, no sólo en términos de ofrecer conocimientos, sino también en un sentido afectivo y ético”.
La salud de las y los docentes
En el mundo, cada vez menos personas quieren ser docentes. Un informe de la Internacional de la Educación detalla que sólo en primaria y secundaria se necesitan 44 millones más de educadores. Cargas de trabajo abrumadoras, malas condiciones laborales, salarios bajos, problemas de salud mental, la falta de reconocimiento tanto en términos materiales como simbólicos y de oportunidades de crecimiento laboral son algunos de los motivos que explican la falta de interés en la profesión.
Sin ir más lejos, en la Ciudad de Buenos Aires hay emergencia docente en el nivel primario y en ciertas asignaturas del secundario como Inglés, Informática, Física y Química. En el nivel inicial, la tendencia no se replica debido, fundamentalmente, a la caída de la tasa de natalidad.
La docencia es una profesión altamente feminizada. Una investigación publicada por CTERA muestra que el 41 por ciento de las mujeres encuestadas reconoció un equilibrio entre su vida laboral y personal, mientras que ese porcentaje aumenta a un 57 por ciento en los varones, lo que pone de manifiesto “la permanencia de la desigualdad en la distribución de la carga de trabajo”.
La mitad de los y las docentes describen que su trabajo es “estresante”, una dimensión agudizada después de la pandemia. Además, 7 de cada 10 aseguró haber trabajado mientras cursaba una enfermedad debido al compromiso asumido con sus estudiantes.
Salarios
El ciclo lectivo inició el 24 de febrero en 13 jurisdicciones con un paro. El motivo: el desfinanciamiento educativo y la falta de convocatoria a la paritaria que fija el piso salarial de docentes de todo el país. El gobierno nacional propuso aumentar el salario mínimo de 420 mil a 500 mil. Desde la CGT convocaron a un paro el 5 de marzo, día en que se inaugura el ciclo lectivo en 8 provincias. Luego lo levantaron.
Profesores, alumnos y pantallas
La escuela se enfrenta a un doble desafío tecnológico. Por un lado, el derecho a la conectividad y al equipamiento de alta calidad hoy es un ABC para aprender y enseñar en mejores condiciones. Sin embargo, el gobierno de Javier Milei discontinuó el plan Conectar Igualdad.
Esta gestión también puso en peligro a la plataforma Educ.ar, que le brinda materiales y herramientas didácticas valiosas a docentes de todo el país: inhabilitó el sitio, intervino la empresa, eliminó contenidos de ESI y en enero de este año resolvió su transformación en una Sociedad Anónima.
Las decisiones del oficialismo no alojan las necesidades de las maestras. Un informe de Argentinos por la Educación sostiene que demandan más capacitación en el uso pedagógico de las tecnologías de la información y la comunicación.
Otra preocupación extendida entre los docentes y los equipos directivos es la falta de formación en torno a los nuevos conflictos que traen las plataformas en la vida diaria de infancias y adolescencias: el uso del celular en clase, las apuestas online, la Inteligencia Artificial para alterar imágenes o resolver evaluaciones, el ciberacoso, la agresión entre pares a través de cuentas anónimas, entre tantos otros. Donde el colegio (o el docente) suele quedar solo para afrontar el problema detectado.
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El avance del negacionismo
El crecimiento de los discursos negacionistas y anti científicos que encarna La Libertad Avanza y las nuevas espiritualidades tensionan la lógica escolar. La pregunta es cómo revalorizar el saber que se produce y fundamenta en términos científicos.
Marina Larrondo, investigadora adjunta del CONICET en el CIS-IDES/UNTREF y docente del profesorado de Sociología de la UBA, advierte que estos relatos también atraviesan a profesionales como los docentes y los médicos: «las pseudociencias van de la mano de las charlas Ted y el storytelling donde el testimonio personal es lo que emociona y reemplaza la fundamentación de los hechos, que tiene que ver no tanto con lo que se dice sino con cómo se demuestra. La forma de combatir eso desde la escuela es a través de la enseñanza de la ciencia y de cómo se comprueban los hechos: cómo se lee una investigación, aprender a leer datos cualitativos y estadísticos, comprender cómo se producen las suposiciones”.
Maru Bielli, legisladora porteña de Unión por la Patria especializada en educación, señala que la institución escolar va a contramano de la época: “vivimos en un presente continuo donde la información aparece atomizada y es tanta que agobia porque no da una orientación, abruma. La esfera pública se fragmenta, ya no todos discutimos lo mismo, y lo que es más grave, no todos compartimos un criterio de verdad. Ya no se trata de si se dicen mentiras, porque la mentira reconocería ese criterio. Hay una desconfianza tal respecto a la palabra del otro que no existe ese criterio ordenador de las relaciones sociales. La escuela es capaz de restituirlo”.