En el Día Nacional por el Derecho a la Identidad, el relato conmovedor de Daniel Santucho Navajas invita a reflexionar sobre la búsqueda incansable de la verdad y la fortaleza de los lazos familiares perdidos en la oscuridad de la dictadura. En ese marco, este martes 22 de octubre, por la tarde, se llevó a cabo la presentación de Teatro x la Identidad con la obra titulada Boulogne, en el Espacio para la Memoria y Promoción de los Derechos Humanos ex Pozo de Banfield.

En ese lugar, que funcionó como un centro clandestino de detención, tortura y exterminio (CCDTyE), así como una maternidad clandestina entre octubre de 1974 y noviembre de 1978, fue testigo de la detención ilegal de alrededor de 350 personas. En este sentido, reivindicamos la búsqueda que comenzaron hace 47 años las Abuelas de Plaza de Mayo, resignificándola al llenarla de vida y de identidad para continuar la búsqueda y dejar la posta a las nuevas generaciones.

El telón se levantó ante un patio colmado de jóvenes y estudiantes comprometidos con las banderas de Memoria, Verdad y Justicia, quienes no solo se ocupan, sino que también se emocionaron profundamente. La expresión cultural y teatral aborda la historia de Lorena Battistiol Colayago, hija de Juana Matilde Colayago, desaparecida en agosto de 1977 en la localidad de Boulogne, partido de San Isidro. Juana, embarazada de seis meses, fue secuestrada junto a su esposo, Egidio Battistiol, quien también desapareció en esa misma fecha. En este contexto, Lorena tenía apenas un año de vida y su hermana, Flavia, tres años, cuando sus padres fueron secuestrados. Ambas están en la búsqueda de un hermano o hermana que debió nacer entre noviembre y diciembre de 1977. Hoy, Lorena se erige como directora de Sitios y Espacios de Memoria en la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires.

Luego de la ovación del público presente, los flashes y los aplausos se transformaron en un diálogo profundo. Se dio lugar a un conversatorio entre los artistas que brillaron sobre el escenario, acompañados por dos personalidades que se encontraban entre el público y que son los verdaderos protagonistas de esta historia: Miguel «El Tano» Santucho Navajas y Daniel Santucho Navajas. Daniel, el nieto 133, recuperó su identidad gracias al incansable trabajo de las Abuelas de Plaza de Mayo. “Soy Miguel ‘El Tano’ Santucho y puedo decirlo porque sé quién soy. Soy un orgulloso amigo de los compañeros y compañeras de Teatro por la Identidad, que nos han acompañado a lo largo de todos estos años en esta búsqueda de la verdad”, afirmó Miguel, rompiendo el silencio y tomando la posta.

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Foto: Gaby Villalba

El relato de Daniel, cargado de emoción, se convirtió en un testimonio conmovedor. “La primera vez que supe que tenía un hermano o hermana desaparecida fue cuando tenía diez años, mientras visitaba la Casa de Abuelas de Plaza de Mayo. Buscando fotos de mi mamá, Cristina Navajas, encontré en el libro que registra la búsqueda de nietos y nietas una breve frase que decía: ‘Niño que debió nacer en febrero de 1977’, junto a su imagen. Esa frase me cambió la vida para siempre”.

A medida que Daniel se adentra en su historia, la conexión familiar se vuelve palpable. “Mi mamá, Cristina Navajas, fue secuestrada y desaparecida el 13 de julio de 1976, mientras estaba embarazada. En ese momento, se encontraba en la casa de su cuñada, Manuela, junto a su hijo Diego, que tenía un año. Una patota secuestró a las tres mujeres, dejando a los menores solos en el lugar. Una vecina le avisó a mi abuela Nélida, quien fue a buscarnos y encontró una cartera con una carta que mi mamá no llegó a entregarle a Julio, su pareja. En esa carta, mencionaba un atraso y manifestaba estar convencida de estar embarazada. Así fue como mi abuela se enteró de que mi mamá esperaba un tercer hijo”.

La narración continúa con la revelación de la búsqueda y la esperanza. “Por testimonios de sobrevivientes, mi abuela Nélida pudo confirmar que mi mamá estuvo en el Pozo de Banfield, llegando con un embarazo avanzado. Gracias al testimonio de Adriana Calvo, sabemos que mi mamá estuvo allí hasta el 26 de abril de 1977. Julio, pareja de mi mamá, se enteró del secuestro al día siguiente e inmediatamente comenzó gestiones para sacarnos del país. Camilo y yo salimos de Argentina con dos militantes que se hicieron pasar por una pareja”.

El relato avanza hacia la conexión de Daniel con su identidad. “Volví a Argentina por primera vez en 1985, cuando mi abuela Nélida ya era secretaria en Abuelas de Plaza de Mayo. En 1993, me radiqué definitivamente en el país y pude reconstruir la historia de mi familia, comprometido con la transformación de una sociedad diezmada por la dictadura. En 1995, me uní a la agrupación HIJOS, y sentí la necesidad de buscar a mi hermano o hermana a través de la Comisión Hermanos, que acompañaba la búsqueda de Abuelas. Nélida, mi abuela, fue una heroína en esta historia, y su partida el 2 de junio de 2012 me acercó aún más a la búsqueda de mi hermano o hermana. Me integré a la Comisión de Abuelas de Plaza de Mayo, dedicando mi vida a la búsqueda no solo de mi hermano, que hoy está aquí a mi lado, sino también de todos los que aún faltan”.

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Foto: Gaby Villalba

La reflexión del autor sobre la identidad

En este viaje de recuerdos y emociones, Daniel comparte su reflexión. “Nos toca reconstruir esos lazos que los militares vinieron a romper”, dice su ficha en la web de Abuelas. “Para mí es muy emocionante estar acá. Escuchar las palabras de mi hermano me emociona mucho. Este lugar, donde estuve con mi mamá y donde nací, es muy especial. Ya son varias las visitas que he hecho aquí, y cada vez que estoy, siento que ella está presente. Desde que supe la verdad de quién soy, me acompaña. Recordarla, pensar en todo lo que sufrió y en la fuerza que tuvo para llevar adelante su embarazo en condiciones inhumanas, es un milagro”.

La conexión emocional se hace palpable en el aire. “Saber, por preguntar, por hablar con papá (Julio Santucho), con mis hermanos, y por los testimonios de personas que sobrevivieron a este lugar, qué clase de persona fue ella, mi madre Cristina, y el corazón que tenía, me llena de orgullo. Aún en las peores condiciones, junto con sus compañeras, daba un poquito de su comida a aquella mujer que estaba amamantando, para que tuviera fuerzas y pudiera alimentar a su bebé”.

Así, el relato de Daniel se convierte en un abrazo colectivo de memoria y lucha. “Saber que conoció a Adriana Calvo y que nunca le dijo que había tenido un bebé y que se lo robaron, me hace sentir muy orgulloso de nuestra mamá”. Visiblemente emocionado, Daniel se funde en un afectuoso abrazo con el Tano, su hermano, quien estaba a su lado.

Foto: Gaby Villalba

El viaje de autodescubrimiento de Daniel se ve marcado por un momento crucial. “A los 21 años, mi hermana mayor me planteó que nuestros padres no eran nuestros padres biológicos, pero no tenía pruebas para respaldar lo que decía. Cuando confronté a quien creía que era mi padre, él lo negó rotundamente. A pesar de las sospechas que comenzaron a atormentarme, pasé más de 20 años sin buscar ayuda, sintiéndome lleno de temor y miedo de acercarme a Abuelas de Plaza de Mayo”.

Sin embargo, la angustia y el miedo que lo paralizaron durante años encontraron su camino hacia la verdad. “El deterioro de nuestra relación y un proceso de acompañamiento terapéutico me llevaron a enfrentar la realidad. Me di cuenta de que era una mala persona y que me mentía en cosas cotidianas. Entonces, pensé: ‘¿por qué no mentiría también diciendo que era mi papá?’. Fue en ese momento que decidí pedir ayuda a Abuelas de Plaza de Mayo y someterme a un análisis de ADN, que confirmó que no era hijo biológico de quien me había criado”. Finalmente, la luz de la verdad brilla en su vida. “Una de las primeras informaciones que recibí tras el resultado positivo fue la imagen de mi madre, Cristina Navajas de Santucho, quien había sido secuestrada en julio de 1976, estando embarazada de dos meses. Pasó por varios centros clandestinos hasta llegar al Pozo de Banfield, donde nací. Mi madre sigue desaparecida desde entonces. Poder recuperar mi historia y mi familia es algo que nunca imaginé, pero que me llena de una inmensa felicidad”.