En pocas semanas, Beijing mostró nuevamente por qué se está convirtiendo aceleradamente en el eje del nuevo mundo multipolar. Es que a la visita del primer ministro húngaro Viktor Orbán en una muy criticada misión de paz en Ucrania en su carácter de presidente protémpore del Consejo de la UE, se agregó la firma de un acuerdo de unidad entre 15 facciones palestinas –entre ellas Hamas y Al Fatah– para formar un gobierno de unidad al fin del conflicto; el paso del canciller ucraniano Dmytro Kuleba en son de paz  y desde este sábado, en una gira de cuatro días de la jefa del gobierno italiano, Giorgia Meloni. Para más datos, el Alto Representante de la diplomacia europea, Josep Borrell aprovechó su presencia en la cumbre de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN) en Laos para juntarse con el ministro de Relaciones Exteriores Wang Yi y pedirle abrir un puente con Rusia para avanzar hacia una mesa de negociaciones por Ucrania.

Detrás de estos repentinos acercamientos sobrevuela, por supuesto, la sombra del declive de Estados Unidos, en medio de un proceso electoral enmarañado y ante el posible regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. Pero también el tejido de lazos que pacientemente viene desplegando China en lo que va de los últimos años. Por un lado, su apoyo a Moscú, la apuesta estratégica por los BRICS y la consolidación de la Organización de Cooperación de Shanghái. Por el otro, la verificación de que las invasiones de Afganistán e Irak y el respaldo a las masacres perpetradas por Israel sobre Gaza con la venia estadounidense minaron quizás definitivamente la confianza de la región en Washington.

En marzo de 2023, Irán y Arabia Saudita ya habían sellado una nueva amistad tras décadas de enfrentamientos y en junio pasado Riad anunció que no renovaría el acuerdo para comercializar su petróleo en dólares, que databa de 1974.

La unidad de las distintas fuerzas palestinas fue rechazada tanto por el gobierno de Joe Biden como por el de Benjamín Netanyahu. El vocero del Departamento de Estado, Matthew Miller, señaló, en tal sentido, que «cuando se trata de gobernar Gaza después del conflicto, no puede haber un papel para una organización terrorista (y Hamas) tiene las manos manchadas de sangre de civiles inocentes, tanto israelíes como palestinos. Por eso, cuando nos fijamos en la gobernanza de Gaza tras el conflicto (…) no apoyamos un papel para Hamas”. El que sí aplaudió la propuesta fue el secretario general de la ONU, el portugués Antonio Guterres, quien a través de su portavoz llamó a dar seguimiento a los compromisos asumidos por todas las partes.

El ministro de exteriores ucraniano, en tanto, se reunió este miércoles con su par chino, a quien le doró la píldora en busca de apoyo a una salida negociada al conflicto con Rusia. Este sábado, a su vez, arribó a Beijing la presidenta del gobierno italiano, quien tenía previsto un encuentro bilateral con el primer ministro Li Qiang y el mandatario chino, Xi Jinping. La agencia noticiosa ANSA recuerda en su web que las relaciones entre China e Italia datan de hace siglos y que este año se cumplieron 700 años de la muerte de Marco Polo, “Li Madou, según el nombre mandarín del viajero veneciano”. También ponen de relieve que otro italiano siguió esos pasos del sacerdote católico Matteo Ricci, quien en el siglo XVI fue al Imperio del Centro como misionero jesuita y en 1602 presentó el Kunyu Wanguo Quantu, considerado el primer mapamundi chino.

No se olvida, además, que Roma afirma querer reforzar los lazos comerciales pero que en diciembre pasado renunció a participar en el proyecto de la Ruta y la Franja de la Seda, al que había adherido en 2019 durante la administración de Giuseppe Conte. Por lo bajo, en el Palazzo Chigi admiten que habían actuado por presiones de Joe Biden, pero nada indica que ahora se vuelvan a sumar a la ambiciosa iniciativa. Destacan, en todo caso, que no se habían cumplido los planes de aquel momento, que preveían inversiones por 20 mil millones de euros y en cambio creció el déficit en favor de China. Esta movida de Meloni indicaría que siempre hay lugar para hablar de comercio, en la línea que inauguró el veneciano en 1274 ante la corte de Kublai Kan.