¿Cómo nace un libro? La respuesta a esta pregunta depende de quién sea el escritor que la responda. En el caso de Un millón de cuartos propios. Ensayos para un tiempo ajeno de Tamara Tenenbaum con el que ganó el Premio Paidós convocado en 2025, nació de una traducción.

A mediados de 2022, según cuenta la propia autora en la introducción, le encargaron la traducción de Un cuarto propio, “el ensayo feminista de Virginia Woolf publicado en 1929”. Tenenbaum no se considera una traductora profesional, sino artesanal. Se caracteriza a sí misma como “lenta y torpe” en el oficio de la traducción.

Desde hace algunos años, mientras traduce, lleva un diario o cuaderno en el que toma notas referidas al libro sobre el que está trabajando. “El diario de traducción de Un cuarto propio –cuenta-, me condujo a otra manera de pensar la posibilidad de un libro, en un momento en que realmente la necesitaba”.

Es así como Tenenbaum hace explícitas por lo menos dos cosas: que la escritura, como todo otro modo de expresión creativa, necesita un punto de anclaje, una restricción para poder impulsarse y alcanzar la libertad de generar algo nuevo, y que no existe eso que suele llamarse “originalidad” y que parece consistir en un modo de creación espontánea y absolutamente propia que nace de la nada. Sin embargo, no  existe la creación en el vacío. En todo caso, la originalidad nace, tanto en la ficción como en el ensayo, de la capacidad de crear algo distinto a partir de materiales precedentes. 

Y eso es, precisamente, lo que hace Tenembaum a través de los seis capítulos de Un millón de cuartos propios: ‘Sobre la autoridad de la primera persona o la audacia de la modestia’, ‘Sobre el dinero’, ‘Sobre la comida’, ‘Sobre el trabajo’, ‘Sobre el resentimiento’, ‘Sobre la nostalgia y la tradición’. Y lo hace totalmente alejada de la aspiración de enunciar verdades absolutas y de llegar a conclusiones inapelables como las de un  teorema. Más bien le propone al lector un juego: hacer malabares con las ideas. Quizá sea por esta razón que Un millón de cuartos propios, un libro ensayístico sin almidón, se lee con el mismo placer con que suele leerse una buena novela.

Tamara Tenenbaum

Por lo general, se supone que quien escribe un ensayo es alguien que sabe mucho sobre el tema que va a tratar y en la escritura expresa ese gesto. En vos no aparece. Por el contrario, da la impresión de que escribís para saber lo que querés escribir. Por otra parte, revelás tu modo de escritura que tiene que ver con los surrealistas y lo oulipiano: Un cuarto propio de Virginia Woolf es una restricción que te permite la digresión, es como una casa a la que volverluego de los viajes digresivos. ¿Es así?

-Sí, totalmente. En inglés le dicen close reading que es el método de leer muy de cerca y lo han utilizado tanto los escritores como los pensadores que más nos gustan porque las mejores ideas aparecen glosando las ideas de otros y no pensando en jugar a las novedades. Es un procedimiento que a mí me resultó muy rico porque me gusta mucho leer y porque también tiene que ver con la amistad y la conversación porque las cosas más interesantes que me han dicho mis amigos filósofos, escritores o lo que sea,  me lo han dicho siempre discutiendo de otro texto. Creo que forma mucho discutir texto con amigos.

Tamara Tenenbaum: "Las mejores ideas aparecen glosando ideas de otros"

En Un millón de cuartos propios manejás conceptos que hoy casi no se usan. Decís, por ejemplo, que es necesario “embellecer” los textos cuando el concepto de belleza parece está perimido. Creo que lo hacés de manera muy consciente.

-Es que me parece interesa reivindicarlo. Digo en  un momento que los dos conceptos que más me interesan son los de belleza y trabajo que hoy están muy vilipendiados. Dedicarle tiempo a la belleza de las cosas, por ejemplo, a la belleza de los textos, parece absurdo porque la palabra que hoy se utiliza es “contenido”. Se dice de alguien o de un grupo que hacen contenido. La forma no importa, es lo superfluo. Pero la literatura está hecha de lo contrario, si se quiere, de haber encontrado contenidos en la exploración de las formas: qué tan lejos puede ir la novela, qué tan lejos puede ir el ensayo, qué tiene para ofrecernos esta forma, qué cosas nos permite pensar y decir que no nos permite pensar y decir nuestra conversación cotidiana, cuál es la magia que aparece cundo uno trabaja el lenguaje. Eso es la literatura. Se trata de una reivindicación que me  importaba hacer no sólo explícitamente, sino también en la forma. El libro no es un contenido, no es algo que si te lo resume una aplicación, ya tenés lo importante. Eso otra cosa. Para mí lo importante de Un millón de cuartos propios no son las tesis, sino el hecho de entrar en una conversión, en un viaje que tiene una forma particular.

Tamara Tenenbaum: "Las mejores ideas aparecen glosando ideas de otros"

-Tu actitud va en contra del pensamiento único que es tan propio de este momento.

-Creo que va un poco en contra de la época y de esa idea de contenido que parece que si algo lo contás en dos palabra es mejor y que si lo contás en un video es mejor todavía que si lo escribís.

-Esto tiene que ver con las redes sociales, con el auge de la tecnología, pero creo que lo más interesante es la deriva a la que te lleva el lenguaje.

-Claro, la digresión es algo que sólo existe si uno le dedica tiempo a la forma del trabajo  que está haciendo, cuando  uno se plantea que no quiere sólo proponer una tesis, sino también mostrar muchas otras cosas.

-Me pareció muy acertado que explicitaras el contexto en que vivió Virginia Woolf, una feminista que, si la leyéramos en el contexto de hoy, quizá no nos parecería feminista.

-Sí, hay una frase de ella que siempre me provoca risa y  creo que cito en el libro y que dice que lo bueno de ser mujer es que una puede pasar al lado de una negra hermosísima sin sentir el deseo de convertirla  en una inglesa. Esa frase, en su contexto era anticolonial y hoy podría leerse como racista. También digo en el libro que muchas feministas negras leyeron ésta y otras frases de Virginia que hoy podrían sonar racistas y que, sin embargo. Estas feministas decidieron que había muchas cosas de Virginia que  podían tomar tomarse igual.

Eso es lo contrario de lo que hoy se entiende por cultura de la cancelación. Es como la Inmaculada Concepción, si no hay coincidencia en todo ya hay una mancha, una mácula y, si hay mácula hay pecado, pero pecadores somos todos, como dice Francisco. Creo que el feminismo de mujeres como Virginia Woolf que no están contaminadas por el modo en que hoy se dan las discusiones en Internet puede servir mucho para ver cómo se discutía en otra época.

Tamara Tenenbaum: "Las mejores ideas aparecen glosando ideas de otros"
Foto: @Carlos-Ruiz-B.k.

Lo que pasa es que cuando cierto pensamiento se consolida, no hay ningún espacio por donde colar una discusión.

-Sí, en la época de Virginia no existía ese lenguaje de la Inmaculada Concepción, el lenguaje era otro. Las personas de su época discutían todo el tiempo con gente horrible y, sin embargo, eran capaces de aceptarle algunos puntos.

Respecto del abordaje respecto del tema del dinero, decís que hiciste el cálculo de su renta heredada y que no era  una mujer rica, sino que hoy sería de la clase media alta.

-Sí, ella no parece no haber tenido ningún interés por el lujo. Pero pertenecer a la clase media alta también era muy distinto de lo que es hoy. Hoy tenemos cosas que ella no tenía y a la inversa. Nosotros podemos viajar en avión aunque no seamos millonarios y para ella viajar era mucho más caro pero, por supuesto, Virginia no lavaba platos como las chicas de clase media alta hoy hacen cada tanto. La servidumbre que tenía no era tampoco la que tiene la clase media hoy que no es tan frecuente que haya o  dos o cuatro personas de servicio.

Lo que queda claro es que cuando ella habla de dinero está hablando de libertad y no de lujo. Además, en esa época no se conocía el consumo al nivel que lo conocemos nosotros. No era tan importante salir a comer afuera o estar en un hotel carísimo. Tampoco era tan importante la ropa. Cuando nosotros pensamos en dinero automáticamente pensamos en traperos con autos caros y cadenas de oro. Ella no estaba pensando en eso, sino en libertad, en tener su espacio, sus cosas. Básicamente, en no vivir de prestado.

-No era  una concheta que escribía, cosa que no suele perdonarse. Generalmente se piensa que  una concheta que escribe no puede ser una gran escritora.

-Bueno, la mayoría de los grandes autores que leemos hoy eran unas conchetas o unos conchetos y Virgina habla bastante de eso. Nos guste más o nos guste menos, por lo general, la gente que escribe tiene medios para hacerlo, lo cual es tristísimo. Pero, sin embargo, hay que admitir que grandes conchetos han dicho grandes cosas. Fijate en Marx, que no trabajaba y  se pasaba el día pidiéndole plata a Engels (risas). Sí, estoy de acuerdo, es una  paradoja pero cada vez es más difícil tener  una vida interesante y, además, una vida cómoda. También es cierto que ser rico en ese momento también era diferente de ser rico hoy. No es que los ricos fueran mejores, pero,  actualmente, la riqueza te compra una comodidad y un aislamiento que no te compraba antes.  

El feminismo de 2018

–Hablás de la comida en relación con Virginia, algo que desde cierto feminismo no sería del todo bien visto. También decís  que el año 2018 es considerado como sinónimo de feminismo bobo o exagerado. ¿A qué te referís?

–Lo que me interesa de 2018 es que hubo una explosión de feminismo. Estaba la versión más tonta y también la que criticaba a esa versión más tonta. Las mejores críticas a las peores partes del feminismo, las leí en esa época, las escuché en esa época en asambleas, en conferencias… Creo que es un año que ha quedado recordado en sus versiones más tontas, pero también tenía lo otro. Sí, creo que hay muchas cosas que conversar, mucho que criticar pero también creo que el feminismo se hace siempre de esa manera. Cuando hablo de la comida, explico lo que decía Nora Ephron: que la relación entre el feminismo y la cocina siempre saltea una generación. Siempre hay una generación de mujeres que detesta la cocina por considerarla poco feminista y otra generación que cree que cocinar es canchero.

 

Reivindicación de la cocina

En Un millón de cuartos propios reivindicás el trabajo rutinario, incluso lo relacionás con el Zen. Sin embargo, ese tipo trabajo tiene mala prensa. ¿Qué te aporta la cocina, por ejemplo?

-Creo que me gusta cocinar porque es algo distinto de lo que hago todos los días en mi trabajo, que es estar sentada frente a la computadora. Cuando cocinás, en cambio, tenés las manos ocupadas, tu trabajo está ahí y no podés ir a contestar mails. Por el contrario, mi trabajo está en todas partes, está allí donde vaya mi celular. Tengo una amiga que trabaja como cocinera y que nombro en el libro. Ella puede tardar siete horas en contestarte un WhatsApp 

Por eso, cocinar y estar dos horas con un cuchillo en la mano,  realmente me cambia la vida.

Me parece que está bien reivindicar ese tipo de trabajo. Claro que yo no lo  hago en condiciones terribles, no cocino para cuatro hijos en un departamento de clase media baja.

Por esta razón me gusta a la vez, cuando Simón de Beauvoir se ríe de los escritores que romantizan la cocina.

No es lo mismo cocinar todos los días que una vez semana. Lo terrible, me parece, no es tener que cocinar, sino las condiciones en las que mucha gente lo hace  todos los días.