La combinación entre una historia familiar en tiempos de la Guerra de Malvinas y el El Díbuk, la obra más importante del teatro judío, inspiró a Tamara Tenenbaum para darle continuidad al díptico con el que decidió homenajear el texto en yiddish escrito a principios del siglo XX por Shloime Anski.
“En mi casa se hablaba mucho de un tío que había decidido convertirse en rabino para no ir a combatir a Malvinas. Siempre me quedó esa historia”, cuenta Tenenbaum a Tiempo sobre uno de los orígenes argumentales de El día más largo del mundo, situada en Buenos Aires después de la guerra que enfrentó a la Argentina con el Reino Unido, en 1982.
La obra, dirigida por Mariana Chaud, es la continuidad a Las Moiras, la primera interpretación del díptico El Dibuk, dos covers, que está protagonizada por cinco mujeres. Pero En el día…, cuatro jóvenes varones de una comunidad judía ortodoxa del barrio de Once aguardan para testificar ante un invisible tribunal religioso porque, al parecer, alguien del grupo decidió convertirse en rabino para aprovechar una excepción: evitar el servicio militar y así eludir ir al frente de batalla. Nadie sabe quién es el desertor ni cuál será su castigo religioso. En medio de esa tensión surge una suerte de juego de espejos e intrigas.
Mientras las horas pasan, porque el tribunal –invisible para los espectadores– tiene sus tiempos de debate, los jóvenes acomodan libros para donaciones en una habitación, limpian muebles y marcos de puertas, y debaten, por ejemplo, sobre por quién hinchar en un eventual duelo futbolístico entre Argentina e Israel en un Mundial. El fútbol, la guerra y la religión parecen contenerlos y darles respuestas, pero también, a su modo, asfixiarlos. Y entre esos tres ejes aparecen también las contradicciones del género y la sexualidad.
Las dos reintepretaciones de El Dibuk pensados por Tenenbaum se dividen por género: Las Moiras, protagonizada solo por mujeres, y El día… interpretada por varones. “En las principales religiones, no sólo en la judía ortodoxa, hay una obsesión por generar algo que parece antinatural: la separación total de los sexos. Eso genera una forma de socialización muy particular como es que las mujeres están siempre con mujeres y los varones, con varones, y también una erótica particular. Yo quería explorar qué pasa en una obra de todas mujeres y qué pasa en una de todos varones”.
Sin embargo, para la autora esta separación de géneros excede a las religiones y se plantea en la actualidad. “Siento que cada vez más los varones y las mujeres buscan espacios de socialización separados y lo paradójico es que se tratan de personas que se autoperciben heterosexuales. Esto lo veo tanto en espacios que son conservadores, como las religiones, y en los progresistas. Cada vez más creo que la gente tiene formas de socialización que las disfruta erótica y neuróticamente de formas muy raras”, considera Tenenbaum.
El Dibuk aborda, entre discusiones basadas en el Talmud, el texto central del judaísmo rabínico, la historia de Khonnon, un joven huérfano y humilde enredado en los misterios de la cábala que busca casarse con Leah, la hija de un hombre rico de un pueblo que está prometida con otro varón. Cuando entiende que el casamiento de Leah es inevitable, muere. Su alma, sin embargo, va a parar al cuerpo de su enamorada. Así surge el mito judío del dibuk: un espíritu que ronda en el mundo de los vivos y se apodera del cuerpo de una muchacha. Cuando, educadamente, le piden que la abandone, el espíritu argumenta que ese cuerpo le pertenece no sólo por amor, sino por legítimo derecho, porque se lo habían prometido. Entonces, el rabino del pueblo le ofrece a esa alma errante un juicio justo.
En Las Moiras, Tenenbaum vinculó el componente sobrenatural de la historia y el modo en que el concepto de la posesión se vincula con el misterio del deseo sexual femenino. En El día más largo del mundo, en cambio, expone lo absurdo de un tribunal rabínico que busca “juzgar una decisión injuzgable”: cómo librarse de combatir en una guerra en nombre de una tradición que es (aunque por momentos no tanto) propia. Y entre discusiones fuertes –algunas violentas– basadas en el Talmud, los misterios y dilemas religiosos, los cuatro jóvenes buscan llegar a conclusiones acerca de qué significa pertenecer, estar dentro o fuera de una institución o de una cultura, y hasta darle prioridad a un mandato o al deseo.
La idea de escribir una versión muy personal de El Dibuk le permitió a Tenenbaum tomar la versión original de la obra fundamental de Ansky -representada por primera vez en Varsovia en 1920, un mes después de la muerte de su autor a causa de tifus- para conectarse con el teatro judío del siglo XX y abordar, así, lo que llama “los grandes temas”. Para la autora, a diferencia de lo que ocurre en la música, donde el concepto de “cover” tiende a mantener mucho de la versión original, en el caso del teatro se abre la posibilidad de hasta tener una leve referencia del punto de partida. “En este caso, no pensé en la tradición del judaísmo, sino en la del teatro judío del siglo XX. Si bien consumo muchas cosas que son contemporáneas y estoy muy en contacto con ellas, a veces hay algo que me aburre del arte de mi generación: querer inventarlo todo y pretender que antes de uno no se hizo nada. Está buenísimo hacer cosas chiquitas, pero también ser ambicioso. En ese sentido, el arte del siglo XX lo era. Creo que es bueno ponerse a hablar de los grandes temas porque permite salir de la dictadura de la actualidad. De lo contrario, sólo nos quedaría hablar de los tres o cuatro asuntos de la semana”.
En El día…, los protagonistas también debaten sobre dos conceptos de la religión judía: “El que vuelve a la respuesta”, que se utiliza para referirse a los que, luego de una vida descarriada, eligen retomar el camino de la torá, el libro de la ley de los judíos; y “El que vuelve a la pregunta”, que señala a la persona que venía siguiendo las normas religiosas pero decide abandonarlas. Para Tenenbaum, el concepto de “volver a la pregunta” también tiene que ver con retomar los temas “interesantes» del siglo pasado. “Hay que volver a las preguntas de toda la vida en lugar de pensar que todo es excepcional y nuevo. El excepcionalismo argentino siempre existió y aún más en esta época con la llegada de Javier Milei al poder, la nueva derecha, etcétera”, concluye. «
El día más largo del mundo, de Tamara Tenenbaum
Dirección: Mariana Chaud. Guión: Tamara Tenenbaum. Con: Felipe Saade, Max Suen, David Szechtman, Federico Pezet y Horacio Marassi. Sábados a las 22 y domingos a las 17 en El Galpón de Guevara, Guevara 326.