«Voy a jugar de enganche. Es la mejor posición. Si jugás bien, no corrés». Cristian Fabbiani habla entre los pájaros que cantan y el olor a eucaliptus en el complejo de Pontevedra. Acaba de terminar un amistoso de su club, Deportivo Merlo: 0-0 ante Nueva Chicago. Fabbiani está de nuevo en el fútbol argentino, después de comenzar el año en Liga de Portoviejo, en la segunda de Ecuador, y de superar un cáncer, un tumor encapsulado en el gemelo de la pierna derecha. A los 32 años, hay una nueva versión del Ogro, y quizá no sólo adentro de la cancha.
-¿Cómo estás con esta vuelta?
-Bien. Elegí Merlo porque me convenció Lucas Di Grazia, que es el arquero y estuvo conmigo en All Boys. Sé la historia de Merlo. Es un club que a la C le queda muy chico, que se merece estar más arriba por la gente. Y después por el grupo. Nunca estuve en un grupo tan lindo. ¿Viste que siempre tenés dos o tres mala leche? Acá no existe. Hay buena gente. Va todo encaminado para ascender.
-¿Los planteles del Ascenso son muy diferentes a los de Primera?
-Acá no hay egos. Somos todos normales. Y en Primera a veces los jugadores son competitivos, pero en el mal sentido de la palabra.
-¿Qué es ser mala leche?
-En la mayoría de los clubes que jugué, dentro del plantel había como cinco grupos en el vestuario. Acá hay uno solo. Los pibes son humildes y en el fútbol mucho no se encuentra.
-¿Qué es hoy para vos el fútbol?
-Mi vida. Después de que superé el cáncer lo disfruto como siempre, pero ahora con mucha más alegría. Le voy a poner más alegría que nunca. Me chupa todo un huevo. Imaginate.
-¿Cómo superarse la enfermedad?
-Fue raro. Pero quedó atrás. Cuando me enteré me le reí al médico; no me importó cuando me nombró la palabra «cáncer». Le decía que me operara rápido para volver a jugar, y él me decía que estaba la chance de no volver a jugar. Le dije que me opere y que la decisión era mía porque tenía que hacer quimioterapia. Cuando me operé me dieron nueve meses de recuperación. Al mes estaba recuperado. Dije que no a la quimio por dos años. Quería seguir jugando al fútbol. Es lo único que sé hacer y me hace feliz. Con la quimio no iba a poder jugar más porque el hueso se iba a quedar débil y se podía partir. Gracias a Dios estoy curado.
-Alguna vez anunciaste el retiro.
-Sí. Es difícil el fútbol. Lo maneja toda la mafia. Entre los representantes, los dirigentes. Ahora el que juega bien a veces queda de lado: juega otro que lo pone un representante, un dirigente. Para ser representante tenés que ser garca. Todo cambió mucho.
-A tu tío Oscar Fabbiani, ex futbolista, le decían Rata. ¿A vos también porque de chico eras alto y flaco?
-Mí tío llegó muy lejos en el fútbol. Yo era grandote, y tenía las habilidades de un chiquito. Por eso me decían el Rata. Eso fue en Lanús. No sé qué me pasó después (risas). La edad pasa y sé que mi casa es Lanús y el día de mañana me voy a retirar ahí.
-«Si Fabbiani baja de peso, juega el Mundial», dijo Diego Maradona en 2009, cuando era el entrenador de la Selección.
-En Newell’s fue mi mejor momento. La Selección pasa por lo mismo: no están los mejores jugadores por la mafia del fútbol.
-¿Esa fue realmente tu mejor etapa?
-No. En Lanús; en Palestino de Chile; y en el Cluj de Rumania salí bicampeón y goleador. Donde menos rendí, y para la gente, que siempre te baja, fue en River, en el segundo semestre. Después tuve una carrera pareja.
-¿Cómo ves desde la distancia el paso por River?
-Me saqué las ganas. Fui porque soy hincha. No fui por plata ni por nada. Era plata o mierda porque en ese momento me quería Vélez, que salió campeón, Independiente, y elegí con el corazón. Entre lo que me iban a pagar era cinco veces más que lo de River, y elegí River. Pero uno a veces cuando elige con el corazón se puede equivocar. O no, pero con el diario del lunes todos me dicen que por qué no fui a Vélez. Es fácil hablar. Sólo lamento que no disfruté. Pasó todo muy rápido. Los momentos felices pasan rápido y los momentos malos son eternos. No estaba como ahora, que disfruto el vestuario.
-¿Eso tiene que ver con la familia?
-Siempre pienso en la familia. Nunca jugué por plata. Fue un error en mi carrera no pensar en la plata. Siempre entro a la cancha a disfrutar, para la gente, mi familia. Cuando me vine de Rumania, me quería la Roma y la Lazio. Y el Cluj iba a jugar la Champions, y me volví porque nacía mi hija. Primero, la familia.
-¿Quién es Carlos Ahumada, el presidente de Estudiantes de San Luis?
-Cuando me tuve que operar se hizo cargo, que es normal porque estaba jugando ahí, pero después me desmotró que no vale como persona: me trucharon un contrato en la AFA. Tenía firmado un año y me aparecieron dos. Me amenazó y le tuve que dar 30 mil dólares para que me diera el pase. Por eso te digo que el fútbol está manejando por mafias. Lo quería cagar a piñas, pero estaba en Ecuador. La que renegó y a la que le faltaron el respeto fue a mi mujer. Todo vuelve en la vida.
-Querés ser técnico. ¿Cómo serías?
-Muy liberal. Un deportista sabe lo que tiene que hacer; y según el equipo, los jugadores que me toquen, dirigir y ver cómo puedo llegar a tener el funcionamiento que quiero. Si tengo todos perros, no puedo hacer jugar bien a un equipo. Primero veo lo que tengo, no mi idea. Así tiene que ser.