-Si fueras un jugador de fútbol, se te diría que en este monólogo, ponés el cuerpo. Puntualmente el corazón.
-O lo que quedó de él, jaja. La realidad es que poder hablar y reírme de lo que me pasó, sin ser sicoanalista, me hace bien. Pero como casi todo el mundo ha pasado por un sanatorio, ya sea como paciente, o como pariente de un paciente, o como personal de salud, creo que les hace bien a todos. De hecho, la idea original surgió de hablar con los médicos. Porque a fin de año, a los médicos, todos les regalan una botella de vino, de whisky, o algo así…
-Tal vez con Milei haya cambiado ese hábito.
-Claro, pero hasta hace poco era así. Ahora tal vez haya un copago… La cuestión es que yo me puse a pensar: ¿Qué se le regala a un médico que te salvó la vida? Yo no soy George Clooney que tiene un palo verde para cada amigo en un maletín. Y se me ocurrió, como un pintor que les regalaría un cuadro, o un artesano que les regalaría alguna artesanía, regalarles lo que yo hago: humor. Específicamente, que pudieran ver cómo se ven las cosas desde el lado del paciente. Que no siempre es algo que tienen posibilidad de ver.
Adrián Stoppelman este sábado a las 21 se volverá a subir a un escenario para probar una nueva vez que, como la mayoría de las vertientes del arte, el humor, aun tomándose el pelo a sí mismo o intentando hacerlo con la realidad, puede resultar de un extraordinario espacio de disfrute y entretenimiento colectivo. Más aún si la perspicacia y la inteligencia domina el monólogo. Así, ese grandote al que un día su corazón lo puso contra las cuerdas de la vida, unos años después, se dedica a relatarlo con una mixtura de seriedad y simpatía que siempre resulta atrapante. Como ocurrirá este sábado en El Alambique, en Griveo 2350. Entradas por Alternativa Teatral
-Justamente estrenaste Infartado, el año pasado en la sala de AMAP, la Asociación de Médicos de la Actividad Privada.
-Sí, había muchos médicos, algunos de los que me habían tratado. Y si bien a algunos los vi con cara de tujes, la mayoría lo tomó muy bien. Incluso algunos se me acercaron para decirme: “Tenés razón: eso no lo voy a hacer más”.
-¿Eso?
-No te digo qué es eso porque es parte esencial del show, jajaja. Lo que tiene de bueno este show es que me sirve a mi como catarsis, le sirve a la gente para reírse porque se siente identificada y le sirve al personal de salud para ver una realidad que el día a día y el trajín de su rutina les impide ver.
-Tuviste el infarto cuatro meses después de asumir Macri… ¿Te cuidaste de otra forma con Milei?
-No fue sólo después de que asumió Macri. Fue tres meses y medio después que me echaran de Radio Continental… No creo que haya sido esa sola causa: los asados, los postres, el pucho, el laburo, el sobrepeso, el sedentarismo, Macri, el raje. Todo sumó. Uno no se da cuenta de lo que le pasa. Cuando me agarró el infarto, ya teníamos radio: habíamos vuelto con Víctor Hugo a la 750, o sea que se podría pensar “ya pasó”. Pero no es así: estas cosas se acumulan, muchas veces silenciosamente. Y sí, con Milei no sé si me cuidé especialmente. Pasa que él y su gobierno hacen todo lo posible para que todos estemos estresados.Yo tengo que pagar la prepaga todos los meses, y me aumenta, y me tiene agarrado de los stents. No puedo cambiar alegremente, ni dejar a mis médicos. Lo que pasa no ayuda, pero consciente de lo que me puede pasar, trato de hacer lo humanamente posible por cuidarme. Por ejemplo, mantenerme informado pero no sobreinformado. Más allá mi trabajo. Trato de ver la realidad como el editor de películas porno: el tipo no ve lo que pasa; ve cuadros que pasan y corta y pega. Estoy informado porque tengo que laburar con eso en la radio (con Víctor Hugo, en mi programa de la 1050, en mi otro show). Y sobre todo no veo la tele ni los canales de noticias. Eso sí que es dañino para la salud.
-¿Por qué ahora reestrenás en CABA el show?
-En un momento sentí que la gente necesitaba más de la actualidad, de la catarsis de la realidad, y prioricé mi otro show. Con el paso de los meses, y como tenía una deuda pendiente con el público de La Plata, donde no había hecho Infartado, le dije a la gente de la Casa de Oscar: “Hagámoslo a ver qué pasa”. Las dos funciones se llenaron. Y acá estamos, listos para reestrenarlo en el Alambique.
-Todos tus shows tienen un fuerte anclaje en la realidad y los vas variando a medida que esa realidad te entrega más argumentos.
–Infartado no cambia mucho con la realidad. Es la historia de lo que me pasó. Como digo antes de cada show: todo lo que van a escuchar es cierto. Puede estar exagerado por motivos humorísticos, pero los hechos ocurrieron. O sea que no hay mucho margen para andar cambiando.
-Si bien con el mismo estilo, este show tiene una temática muy particular. ¿Qué tipo de humor te gusta más, te sentís más cómodo?
-Con el humor que haga reír a la gente. El que no me hace sentir cómodo es el de meterse con el público. Parece ser que está un poco de moda, aunque no es nada nuevo. El tema es que, en general, mi público tiende a esperar el comentario sobre la política y la actualidad, cosa lógica por lo que hago con Víctor Hugo, pero yo no necesariamente disfruto mucho de eso. Prefiero intercalar la realidad dentro de otro tipo de relato, para sorprender.
–Los públicos deben ser parecidos, ¿reaccionan diferente con otros shows?
-Hay diferencias. No es lo mismo el público urbano que el de pequeñas ciudades. Tal vez porque, justamente, lo urbano tiene una agresividad que ellos no tienen. se sorprenden si hay mucha hostilidad en el humor. Tampoco es el mismo público el del viernes, el sábado o el domingo. La reacción del público depende de muchos factores: no alcanza con un buen espectáculo. En el vivo siempre algo te va a sorprender, a menos que estés haciendo Hamlet, no te puedas salir del monólogo y tirarle la calavera a uno que le suena el celular.
-¿Cómo podés hacer humor en el contexto social y político actual?
-En Infartado, el contexto social y político juega un rol menor. En el show de actualidad (Renovado y Recargado) es otra historia. Cuando preguntan cómo hago humor en medio de tanta crueldad. Si lo agarrás por ese lado, no te va a ir bien como humorista, a menos que hagas un show de humor super negro. Yo no voy por ahí. No podría. Yo voy por la irracionalidad, por lo estúpido. Una de las grandes definiciones de “qué es el humor”, es revelar la verdad, lo estúpido de lo que pasa. Por ese camino, el humor funciona como catarsis colectiva. Nunca lo tuve en mis manos, pero sé que existe un libro sobre el humor de los judíos en los campos de concentración nazi. Es una reacción humana. Como insultar cuando te golpeás.
-¿Qué humor / humoristas consumís en la actualidad? ¿Tenés íconos?
-De los actuales, espero siempre con ánsias las nuevas presentaciones de tipos como Bill Burr, Chris Rock, Lewis Black, Louis CK, Seinfeld. Obviamente se terminó Curb your Enthusiasm, que era una comedia genial de Larry David (el co-creador de Seinfeld). Jim Gaffigan me gusta también. Leo Masliah es increíble. Y de los históricos, Tato Bores, Fontanarrosa, Monty Python, los Simpsons, Woody Allen, Les Luthiers, Gila y el dios George Carlin. Aunque cualquier cosa que me haga reír con armas leales (es decir, sin risas forzadas, ni una alegría desbordada como veo en algunos streamings frente a cosas que son graciosas, pero no para exagerar tanto), cualquier cosa, me va a gustar. Y si bien no está dentro del rubro “humoristas”, no puedo dejar de mencionar a Frank Zappa.