Keir Starmer busca con desesperación un lugar bajo el sol en un momento clave para un posible acuerdo de paz en Ucrania, y junto con otros desamparados como el resto de los líderes europeos anunció una cumbre en Londres para este jueves destinada a “avanzar en una fase operativa” en una deletérea coalición que pretende enfrentar la estrategia de Donald Trump con Rusia.  Mientras tanto, el enviado del presidente estadounidense, Steve Witkoff, fue a Moscú para presentarle a Vladimir Putin un bosquejo del acuerdo que Kiev aceptó en la ciudad saudita de Yedáh.

El inquilino de la Casa Blanca dijo que las conversaciones habían sido muy productivas. Pero como para reflejar lo que ocurre en el campo de batalla, Trump le pidió a Putin clemencia para los «miles de soldados ucranianos que están completamente rodeados por el ejército ruso y en una posición muy mala y vulnerable», en la región rusa de Kursk, donde el ministerio de Defensa ruso informó que se habían liberado las localidades de Zaoléshenka y Rubánschina. Una declaración como esa era lógico que golpeara en Volodimir Zelenski, quien juró que no había tropas propias bloqueadas. El mandatario ruso –que por primera vez desde el inicio de la guerra se mostró de uniforme– señaló por su parte que la fiscalía investigará la comisión de crímenes de guerra por los ucranianos y prometió garantizarles la vida y un trato digno siempre y cuando depongan las armas.

En relación con el plan de cese el fuego por 30 días que le acercó el enviado estadounidense, Putin dijo que cualquier acuerdo deberá «conducir a una paz duradera y eliminar las causas profundas de esta crisis», lo que se interpreta como un freno al avance de la OTAN hacia el este y un compromiso firme de neutralidad ucraniana. La desconfianza del presidente ruso fue explicada por una coronel retirada del ejército estadounidense, Karen Kwiatkowski, quien sirvió durante 20 años en el Pentágono, hasta 2003, y se convirtió en una crítica de las políticas posteriores al 11-S. “Las reacciones pasadas del gobierno de Zelenski cuando se le puso bajo presión fueron peligrosas, impredecibles y de naturaleza terrorista, incluidos ataques dirigidos a plantas de energía nuclear y los asesinatos de personal ruso clave como el teniente general (Igor) Kirillov y civiles inocentes en las profundidades del territorio ruso”, añadió Kwiatkowski. De hecho, este viernes la agencia RIA Novosti dijo que un ataque con drones provocó daños sobre un barrio residencial de las afueras de Moscú, aunque no informó sobre víctimas.

Los días para Zelenski parecen contados y los medios occidentales ya cuestionan abiertamente la aventura de la incursión a Kursk, que causó miles de muertos y gastos militares “que pagaron los contribuyentes occidentales”. “70.000 soldados ucranianos murieron en vano en la región de Kursk”, sentenció el británico Hull Daily Mail. “Operación de las FFAA en Kursk: los aliados pagaron por otro fracaso”, sostuvo el estadounidense USA Today. Pero el presidente (MC) Zelenski no se amilana y este sábado instó a los mandatarios europeos a redoblar las presiones sobre Rusia. “Hay un solo idioma que Moscú entiende”, posteó, amenazante, en su cuenta de la red X.

Foto: captura

El ucraniano fue uno de los participantes del encuentro virtual convocado por Starmer este sábado del que participaron desde el español Pedro Sánchez y la italiana Giorgia Meloni a los jefes de la OTAN, Mark Rutte, de la Comisión Europea. Ursula von der Leyen y el titular del Consejo Europeo, Antonio Costa. El primer ministro del Reino Unido dijo que era necesario «poner en marcha planes contundentes y robustos (para) garantizar la seguridad futura de Ucrania».

Como si fuera el ganador de una guerra en la que Londres se limitó a impedir con el conservador Boris Johnson un pronto cese el fuego, en marzo de 2022, y a enviar armamento para lo que se esta viendo como una carnicería inútil, el laborista Starmer se envalentonó: «Mi mensaje es claro: antes o después, Putin tendrá que sentarse a la mesa». En conferencia de prensa dijo que su estrategia consiste en ejercer máxima presión sobre Rusia y señaló que entre los temas que se trataron estuvo la utilización de los activos rusos confiscados como parte de la ingente cantidad de sanciones contra Moscú.

En el marco de esa estrategia que puntualmente no comparte la administración de Donald Trump, Starmer –que se encargó de aclarar que había acordado líneas de acción con el presidente francés, Emmanuel Macron– anunció la “Coalition of the willing” (voluntarios o dispuestos) como la que en 2003 apoyó a Estados Unidos en la invasión a Irak, con el resultado que se puede gluglear si es que no se recuerda. En esta ocasión, a la cruzada de Starmer se suman 26 países, entre ellos Canadá y Australia. Pero no aceptan integrar ese equipo ni Meloni ni el húngaro Viktor Orban.

El presidente polaco Andrzej Duda, por las suyas, declaró al Financial Times que “las fronteras de la OTAN se movieron hacia el este en 1999, así que 26 años después debe haber también un giro hacia el este de la infraestructura de la OTAN. Para mí, esto es algo obvio”, y reclamó a Estados Unidos que despliegue armamento nuclear de la organización en su país. A contramano de lo que postula Putin. «

Groenlandia en la mira

Donald Trump no se guarda humillaciones para los que hasta hace un rato eran aliados fundamentales de Estados Unidos. Sin ir más lejos, este viernes lo tuvo al secretario general de la OTAN, Mark Rutte a su lado cuando dijo que lo de Groenlandia va en serio y que piensa anexar la isla del Ártico en cuanto pueda. El neerlandés masculló una risa, no se sabe si de nervios o sumisión.

Fue durante una rueda de prensa en el Salón Oval en la que alguien preguntó qué ocurriría ahora que en ese territorio bajo soberanía dinamarquesa, uno de los países miembro de la OTAN, ganó la elección un partido independentista. «Un barco llegó ahí hace 200 años o algo así. Dicen que tienen derecho (a ese territorio)», dijo Trump, para agregar luego: «No sé si eso sea cierto. De hecho, no creo que lo sea». Lo que levantó nuevas protestas de Copenhague.

El martes, de manera sorpresiva, el líder del partido demócrata, Jens-Frederik Nielsen, venció en las elecciones de Groenlandia. El segundo partido más votado, Nalerak (Punto de orientación) también se declara independentistas, pero de la monarquía danesa, claro está. Nada dijeron en campaña sobre una posible anexión a Estados Unidos y ahora también se manifestaron en contra de las declaraciones del presidente de EE UU. 

Pero lo que más dolió tanto en Nuuk como en Copenhague fue la actitud de Rutte, que se supone debería responder por la integridad de los países miembro. Así, el presidente del comité de Defensa de Dinamarca, Rasmus Jarlov, cuestionó que el neerlandés «bromee» con el estadounidense sobre Groenlandia y alerta de que «significaría una guerra entre dos países de la OTAN».