Terminó la campaña. Hay un ganador. Donald Trump se convirtió en el próximo presidente de los Estados Unidos. Es un resultado histórico. Consiguió 279 miembros del colegio electoral, 61 más que su rival, la demócrata Hillary Clinton, cuando aún restaba conocerse el resultado en algunos estados. Una vez más, todos los pronósticos fallaron.
Trump celebró la victoria en su búnker, en la parte más céntrica de Nueva York. Los dos candidatos eligieron la misma zona. La capital del mundo, para un evento que miran desde todos los continentes. Irónicamente, uno de los principales bastiones demócratas fue un demudado testigo del triunfo del candidato republicano.
A las 4:30 de la madrugada argentina algunos medios de prensa como The Washington Post y The Associated Press dieron la noticia que fue demorada oficialmente. Pero el resultado es irreversible. Fue clave el voto en los estados péndulares: Florida, Carolina del Norte y Ohio. Y los que se dieron vuelta desde la anterior elección, como Wisconsin, Iowa, Ohio y Pennsylvania.
Trump ganó todo lo que tenía que ganar. Clinton no pudo hacerlo, a pesar de todos los esfuerzos en las últimas semanas y de las encuestas a favor. Tampoco sirvió la fuerte presencia de Barack Obama en la campaña.
«Este equipo tiene mucho por lo que estar orgulloso. Pase lo que pase esta noche, gracias por todo», tuiteó la ex secretaria de Estado cuando el panorama empezaba a ser sombrío. Fue una concesión entre líneas. Entre ese momento y el resultado final, las bolsas del mundo cayeron. El sitio web para pedir la ciudadanía canadiense colapsó.
Ahora resta esperar las formalidades: en diciembre votarán los miembros del colegio electoral y en enero asumirá el nuevo presidente en Washington DC. Algunos estados tienen leyes contra los electores infieles que en el colegio electoral no respetan el voto de cada estado, pero no todos.
Hasta el momento de conocerse el ganador, el día transcurrió sin mayores incidentes. La excepción fue un condado de California en el que hubo un tiroteo. Allí cuatro personas resultaron heridas. En el resto del país, los problemas principales fueron las largas demoras para votar, los errores administrativos y los fallos en los lugares de votación: máquinas que no funcionaban y lapiceras que faltaban. Ninguna de esas irregularidades preocupó a Trump, tan ocupado en el último tiempo en denunciar supuesto fraude.
Ahora el mundo ha cambiado. Lo que parecía casi imposible o, por lo menos improbable, pasó. Los próximos cuatro años gobernará un republicano en la Casa Blanca. No cualquiera. El presidente de Estados Unidos será ahora el que llegó a ese puesto proponiendo un muro en la frontera con México y cambios en los acuerdos comerciales. Y nadie puede predecir qué pasará a partir de ahora.
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