“Los poderosos no necesitan de la política porque ya tienen el poder, ya sea a través del dinero, de las armas, de las influencias o de las corporaciones. El pueblo sí necesita de la política porque es la única manera que tiene para construir poder y cambiar las cosas”.
Germán Abdala
Desde hace un mes, nos gobierna un espacio político que representa una idea neocolonial que nada tiene que ver con las propuestas de “libertad” anunciadas en campaña. Es neocolonial por la capacidad que desarrollaron en materia de entrega de la soberanía en manos de EEUU e Israel, que alimentaron a Milei en campaña. Hoy, con el correr de las horas, comienzan a verse claramente los trasfondos de esos acuerdos.
Estamos frente a un gobierno de aprietes, discriminación y hostigamiento, que demoniza toda forma de organización que atente contra la acumulación de las fuerzas económicas concentradas. Es mucho el daño realizado para el corto tiempo en el que se gobierna: día a día, nuestro salario, nuestra estabilidad laboral y nuestras estrategias de supervivencia, van perdiendo fuerzas. La anulación del rol del Estado, en el marco de un ajuste brutal, deja a la comunidad indefensa. No se piensa cómo contener socialmente a la población frente a una política económica brutal que nos pide (como mínimo) 15 años de paciencia y miseria para empezar a ver resultados positivos.
Además, con el DNU y las Leyes Ómnibus, se da por terminada la relación del pueblo con el Estado argentino. Se busca anular las funciones del Parlamento, pero también las de las organizaciones sociales, gremiales y políticas; se atenta contra derechos básicos consagrados en nuestra Constitución, y se crea un Protocolo que pretende eliminar toda posibilidad de pensar distinto y de organizarse libremente en el marco de la democracia. En definitiva, lo que se busca es enterrar cualquier posibilidad de pensar en un esquema que libere nuestra patria. A modo de ejemplo: tres personas juntas, en un ámbito público, manifestando su posición, estarían cometiendo un delito. Esto es sólo una muestra de la situación de pérdida de derechos a la que el pueblo debe enfrentarse. Esta semana en el Congreso anunciaron que retiran ese artículo, pero no deja de expresar el espíritu.
Por otro lado, en pocas semanas veremos a los jardines maternales, las escuelas primarias y las secundarias públicas en situación de colapso, dado que no habrá capacidad de asimilar los pedidos de vacantes de los nuevos ciudadanos que serán «arrojados» a la educación pública (que muchos elegimos siempre). Por su parte, miles y miles de estudiantes de instituciones privadas tampoco podrán pagar sus matrículas ni sus cuotas, y se verán en la urgencia de acudir a nuestras escuelas públicas. Misma suerte correrán quienes tienen prepaga u obra social (muchos ya no pueden pagar o se quedaron sin trabajo, por lo que deben acudir a nuestro querido sistema público de salud, ya saturado y en vías de desborde institucional frente a la alta demanda que se avecina).
Sabemos que cuando hablan de libertad, se refieren a la de los grandes oligopolios para fijar precios sin ningún tipo de control; a la de los empleadores para arrasar con los derechos laborales; o a la de las fuerzas para reprimir al pueblo. Sabemos que la lucha va a ser larga y que no va a ser fácil. No es la primera vez que la derecha neoliberal pretende llevarse puestos nuestros salarios y nuestros derechos. Pero tampoco será la primera vez que demos las peleas necesarias para volver a tener un país donde entremos todos. En este sentido, la organización, la solidaridad y la unidad son fundamentales para enfrentar los desafíos que se presenten.